Otto Von Bismark dijo que la política era el arte de lo posible. Y no se equivocaba porque no hay pactos imposibles. Sólo hace falta recordar los años 30 cuando la URSS y la Alemania Nazi se repartieron Polonia mientras se estaban dando de tortas en la Guerra Civil Española. Eran dos potencias enfrentadas ideológicamente pero las necesidades y los miedos les unieron. Tres cuartos de lo mismo ocurre en la política vasca. Mientras el PP, PSOE y UPyD se pegan de tortas en el Congreso de los Diputados y en el Senado, sobrevuela un pacto para “desalojar”, según ellos mismos expresan, al PNV en el Gobierno. Da igual que no haya un programa de Gobierno que responda a las necesidades de los ciudadanos vascos porque les une la fobia al nacionalismo vasco y a la cultura vernácula de este país. Y es que como dijo Josu Erkoreka en su blog hace un tiempo: “al PSOE y al PP les une el ser españoles y lo son antes que todo”. Para ver esto plasmada, habría que remontarse a los tiempos de la II República cuando Calvo Sotelo prefería una España “antes roja que rota” y apelaba a los republicanos con frases como “vosotros españoles de bien, de la doctrina que sea (señalando a la izquierda)” y concluyendo que él y la izquierda querían, al fin de al cabo, “una España” algo con lo que no coincidían con los nacionalistas vascos a los que pretendían ilegalizar. A día de hoy, la ilegalización del PNV es imposible pero aún se le puede echar de las instituciones a pesar de pactos antinaturales y piruetas irreversibles.
El 17 de febrero de 1978, tras siete votaciones con empate, hubo fumata blanca en Vitoria. Rubial era nombrado presidente del Consejo General Vasco, un puente entre el Gobierno Vasco en el exilio y el incipiente, con los votos de UCD y PSOE contra los votos de los que pedían que Juan de Ajuriaguerra, el candidato del partido más votado, nuestro PNV, fuera elegido. 30 años después, como dijo Iñaki Anasagasti, no va a haber un Echevarría Gangoiti que aguante 7 votaciones, y no va a hacer falta que Abril Martorell y Guerra se pongan de acuerdo como tampoco hizo falta para que Ramón Rabanera fuera Diputado General de Álava o para que Javier Cruz fuera alcalde de Santurtzi con los votos del PP y PSOE sin respetar la lista más votada. Por lo cual, ¿quién no se imagina que esto pueda volver a ocurrir? Además, esta posibilidad abriría muchas puertas a la mayoría absoluta del PSOE ya que se mostraría beligerante con el PNV tal y como se mostró con Nafarroa Bai en Navarra. Ese antinacionalismo que tanto gusta a Rodríguez Ibarra y Bono, ese españolismo retrógrado y monocolor que defienden el PSOE y el PP.
Y es que el PSOE y el PP tienen muchas cosas en común sobre la concepción estatal. Son nacionalistas españoles, confunden conceptos como nación y estado; los cuales según la Constitución son diferentes ya que España es un estado plurinacional. Asimismo defienden la relación unilateral entre Euskadi y España subordinando el futuro de nuestro país al del vecino. Por si fuera poco, los dos partidos son irrespetuosos con el autogobierno vasco ya que se niegan a cumplir ese “gran pacto entre vascos” que según Pachi López es el Estatuto de Gernika y nos venden el bilingüísmo como derecho y no como obligación ya que para ellos las lenguas vernáculas no son más que un decoro en su mentalidad monolingüe. Y es que la cabra tira al monte y la historia así nos lo dice: el Partido Nacionalista Vasco ha sido el único partido que desde el principio ha luchado por las instituciones vascas. Y es que el pacto PP-PSOE es mucho más real de lo que pensamos ya que en los temas referidos al autogobierno vasco su acuerdo es firme. No olvidemos cómo acabó la Propuesta para la Convivencia del Lehendakari Ibarretxe o lo que costó abrir EiTB.
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