miércoles, 26 de noviembre de 2008

Los tiempos se transforman

No sé si es sólo una apreciación mía, pero desde hace un tiempo he notado como las estructuras tradicionales de representación ciudadana están a la baja. Los sindicatos o partidos políticos cada vez enganchan menos y sobre todo a los jóvenes que pasan de la política. Eso se nota en las elecciones. La abstención es cada vez más alta. Además, el voto ya no es tan fiel como antes y muchos ciudadanos eligen según les conviene a su representante. Eso es que votan a quién creen que va a defender mejor sus derechos sin mirar a qué partido pertenece. Sin embargo, hay otro voto en alza: el voto a la contra. Esta clase de fenómeno ha ocurrido en estos últimos años en Francia, España o Estados Unidos. Los votantes, ante el peligro de que saliese elegido alguien que no deseaban, daban su confianza a su máximo oponente. En Francia ocurrió con Chirac que arrasó en la segunda vuelta a Le Pen con la ayuda de algunos votos socialistas o comunistas. En Estados Unidos ha ocurrido algo parecido ya que muchos americanos no querían otro nuevo Bush y han dado la oportunidad a Obama para presidir el Gobierno. Con Zapatero, tres cuartos de lo mismo.

¿Por qué ocurre? Desde hace un tiempo noto la falta de líderes carismáticos que enganchen al pueblo o, al menos, a sus votantes. No hay un Hitler que enloquezca a las masas o un Lutter King que conciencie a los ciudadanos o, para acercarnos a la realidad vasca, un Arzallus que “enchufe” a sus militantes. Las guerras partidistas e intrapartidistas y mala fama de la clase dirigente han dado al traste con los líderes carismáticos. Nadie quiere arriesgarse a salir de la foto o, simplemente, repiten los mismos lemas para que calen en la sociedad. De todos modos, no todo es culpa de los dirigentes. En el subconsciente social está instalada la idea de que estos pueden solucionar los problemas de la ciudadanía de la noche a la mañana. Se piensa que en 4 años se pueden solucionar problemas perpetuados en la sociedad. Además, la caída del comunismo ha acabado con la alternativa a este sistema. Un sistema que hemos asimilado con sus fallos y defectos y sus valores que han sido interiorizados. Eso lleva a un estancamiento social. A los sindicatos no se les oyen y los partidos son cada vez menos ideología. La izquierda está en crisis de identidad y el modelo ultraliberal campa a sus anchas sin oposición ninguna. Eso desilusiona al pueblo que piensa que la política no sirve para nada. Asimismo, ese pasotismo se convierte en indiferencia y eso conlleva que la gente deje de participar en partidos, sindicatos o en las elecciones. No obstante, han salido nuevas organizaciones, como ONG’s, que han recalado a una parte de los desilusionados. Son organismos centrados en la ayuda directa y la solidaridad con el prójimo (adoptar niños, luchar contra el cáncer).

En mi opinión, creo que la ciudadanía busca ver su trabajo plasmado y por eso las nuevas organizaciones tienen tan buen calado social. Además, estas no están manchadas por actuaciones perniciosas. Sin embargo, la falta de alternativas políticas, ya sea con nuevos partidos o propuestas, lleva a una desilusión social. Es un desinterés social claro ya que ven la situación estancada, sin posibilidad de drásticos cambios. Aunque es necesario resaltar que los ciudadanos no reflexionamos sobre lo que cuesta cambiar a una sociedad o, mejor dicho, la transformación social. Ya que pienso que las cosas no cambian, si no que mutan. También hay que recordar que las cosas no ocurren de la noche a la mañana y homenajear a quienes con su vida pusieron su granito de arena por llegar hasta donde estamos.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Han detenido a Txeroki

Con esa noticia me desperté el lunes a las siete y media de la mañana. Habían detenido al número uno del aparato militar de E.T.A., el más intransigente y al que más se buscaba. Además, se le metía en todas las salsas: desde la ruptura de la última tregua hasta en el asesinato de dos Guardias Civiles en Capbreton. Garikoitz Aspiazu era además un personaje enigmático del que se sabía bien poco más que sus estudios, su forma de ser introvertida y su meteórica carrera en E.T.A.. Todos estábamos contentos: políticos, empresarios, ciudadanos pensábamos que era un paso adelante, y lo es, pero algunos nos lo quisieron vender como definitivo: como un “antes y un después” en la banda terrorista. Sin embargo, todos sabemos que ya tiene sucesor.

Aitzol Iriondo se supone que ha relevado al bilbaíno en la dirección del aparato militar de E.T.A.. Se supone que, como los nuevos miembros del grupo terrorista, Iriondo viene de la kale borroka y es poco amigo del diálogo. Vamos, otro intransigente que cree que se puede liberar a Euskadi (Euskal Herria ahora) por medio de la violencia. Por lo que se supone, por ende, que las cosas no van a cambiar mucho. Puede que este sea más abierto o menos violento, pero no creo que tenga ganas de acabar con esto de una vez por todas. No le veo anunciando en Gara o Berria o ante las cámaras de EiTB el fin de la lucha armada de E.T.A., ni siquiera le veo en una mesa de negociación. Sólo le veo preparando nuevos atentados.

La detención de Txeroki es vital para el debilitamiento de la estructura de la banda., pero es ingenuo o cínico vendérnosla como el principio del fin de la actividad macabra de E.T.A. Todos sabemos que han descabezado incontables veces a la organización. Por eso, es importante explicar que cada vez que se detiene a algún miembro de E.T.A., hay otro nuevo trabajando para matar a gente y sembrar el pánico en la sociedad vasca. Es muy fácil buscarse el mérito, pero es bastante más complicado explicar lo cruda que es la realidad vasca.

martes, 11 de noviembre de 2008

Mejor solo que mal acompañado

No me ha extrañado un pelo la decisión que ayer tomó la ejecutiva de Eusko Alkartasuna. El no ir en coalición en estas elecciones autonómicas entraba dentro de las especulaciones preelectorales. Hacía ya un tiempo que los hombres de Unai Ziarreta llevaban intentando distanciarse del partido Jeltzale con un discurso calcado al de HB en el que no faltaban los tópicos habituales del mundo radical. Begoña Errazti en uno de sus mítines acusó a Josu Jon Imaz, por aquel entonces presidente del PNV, de buscar cómo mantener el “negocio” (al más puro estilo HB) y estos últimos días Rafa Larreina ha acusado a sus socios de Gobierno de negar el "derecho a decidir" con el concierto económico. Además, Eusko Alkartasuna se ha intentado erigir como el defensor más firme de la Consulta propiciada por Ibarretxe situándose por encima incluso del propio Lehendakari. No obstante, en las siguientes elecciones van a darle la espalda. A él y a su proyecto.

Esta decisión llega a destiempo. Este no era un momento para distanciarse, si no para converger. No era tiempo para partidismos ni sectarismos. Patxi López acecha y E.T.A. no para. Una consulta prohibida y dos intentos de masacre contra la Ertzaintza y contra la Universidad de Navarra. Para contrarrestar a esos dos extremos, se necesita un Gobierno que dé estabilidad a este País: una centralidad que equilibre a esta sociedad plural. La coalición PNV-EA, con Ibarretxe a la cabeza, representaba ese concepto, aunque a veces faltase algún elemento que cohesionase la relación entre Gobierno Vasco y Gobierno español como pactos concretos con el PSE-EE en temas de desarrollo estatutario ya que son ellos los que tienen la sartén por el mango. Aunque muchas veces parece más una franquicia que un partido político puesto que están a lo que se dice desde la sede madrileña de la calle feraz.

Ante esta situación de soledad, el PNV tiene que ahondar en los problemas reales de la sociedad vasca como la crisis económica y encandilar a los jóvenes con su proyecto. Además, el partido jeltzale debe buscar nuevas formas de Gobierno y el desarrollo del Estatuto puede ser clave para futuros pactos. Transferencias sobre materia laboral serían imprescindibles para luchar activamente contra el paro. No obstante, no debemos olvidar que hay una Consulta prohibida ni tampoco nos podemos olvidar que Eusko Alkartasuna ha sido el que ha dicho que no. A veces parece que es mejor ir solo que mal acompañado.

jueves, 6 de noviembre de 2008

La globalización en la política

Hace unos días leía en el blog de internet Gipuzkoatik que los guipuzcoanos conocían más a Barack Obana que a Markel Olano, presidente de la Diputación de Gipuzkoa (algo así como el presidente de la provincia). Algo que no me extrañó lo más mínimo. La proporción en la que aparecen nuestros dirigentes en la televisión, el medio con más seguimiento, es mucho menor que la proporción en la que parece Obama. En las últimas elecciones estadounidenses parecía que nos jugábamos el futuro. Los informativos estaban todo el día arriba y abajo con lo que había dicho el uno o el otro o las estimaciones de voto o reportajes especiales. Hubo un despliegue mucho mayor que en cualquier elección. Además, la gente hablaba de ello sin parar, hasta parecía que las votaciones ocurrían aquí. A veces se podía llegar a pensar que iba a ser nuestro presidente. La ciudadanía estaba volcada con el demócrata y ayer, el día de su triunfo, la gente no hacía más que congratularse por ello. Pocas veces he visto a la gente tan involucrada con unas elecciones que este año con las estadounidenses. Internet, el medio en auge, tampoco se ha quedado corto. Todas las páginas web que se dedican a la actualidad mundial tenían algo referente a las elecciones estadounidenses. Y cuando digo “algo” no me refiero a cuatros líneas en una esquina, si no a muchos artículos, reportajes y noticias sobre la campaña y el desenlace de esta. Era casi imposible abstenerse ya que por todos lados aparecía algo sobre Obama o favorable a él. Es el nuevo icono mediático y parecía el nuevo Mesías. Esto me parece preocupante: se da más importancia a lo que ocurre a miles de kilómetros que a lo que ocurre aquí.

Esta encuesta no desvela nada nuevo. Desde hace años vivimos a la sombra de lo que ocurre en la superpotencia mundial y nos olvidamos de qué aquí también vivimos. Pensamos que lo que ocurre a miles de kilómetros nos atañe más, sólo por el hecho de que conocemos a sus actores y porque nos lo ponen a todas horas por la televisión. Por ejemplo: todo el mundo conoce la mentira de las bombas de destrucción masiva o la guerra contra Afganistán. No obstante, pocos saben qué factor juegan las Diputaciones Forales o qué es la fusión de cajas. Por no hablar de los proyectos como el Tren de Alta Velocidad, sólo se conoce el recorrido, o el super-Puerto de Pasaia o planes del Gobierno Vasco sobre vivienda o juventud. Sólo conocemos la superficie, como mucho, y no han derrochado tanta tinta como la elección del presidente de los Estados Unidos. Es cierto que es el presidente de la primera potencia del mundo, pero es también cierto que hay que saber vivir aparte, aunque su mandato nos rebote. Estamos en una época de crisis económica y las medidas que tome pueden ser importantes para nosotros, no obstante, si nos pasamos mirando a qué hace nos hundiremos en la miseria. Porque los medios nos muestran mayoritariamente qué ha ocurrido en Estados Unidos. Nos pasamos horas y horas escuchando que Lehmann Brothers ha quebrado, pero no nos explican que aquí los bancos funcionan de manera diferente. No nos hablan apenas de recesión económica, sólo se oye que hay paro en aumento pero no se da publicidad a las medidas del Gobierno y las Diputaciones. Tampoco nos explican que en una economía global como la nuestra, lo que hagan los gobiernos es bien poco porque el capitalismo neoliberal es incontrolable. Que el Estado apenas interviene y que el mercado se autorregula y que eso ocurrió gracias a los Estados Unidos.

Somos el fruto de una información superficial. Sin reflexión. Tenemos unos medios que nos merecemos. Unos medios que premian la imagen ante el mensaje, que crean iconos a los que desviar toda la información. Sin noticias locales o provinciales, sin crónicas sociales o reflexión política, con unos debates que muchas veces parecen peleas barriobajeras, con periodistas que no saben explicar ni conocen el tema que abordan, sin especialización ninguna y sobre todo interesada. Nos obligan a estar con uno o con otro, sin explicar, simplemente posicionándose, mintiendo u obviando información. Jugamos a ser maniqueísta sin ni siquiera intentar ser objetivo u honrado. Es la época de la globalización en la política: lo grande come a lo pequeño, lo internacional come a lo local, somos los buenos o los malos. Sin contrastes. Los vascos nos identificamos más con Obama que con Ibarretxe y votaremos, en muchos casos, según quien se parezca más al senador de Illinois. Sin reflexionar sobre el pasado o a quien representan. Es la era de la imagen y el fondo es secundario. No importa tomar una decisión u otra, si no aparentar que es la correcta.

martes, 4 de noviembre de 2008

La muerte

Hacía un tiempo que no escribía en el blog, entre las clases, los trabajos, la “chavala” y demás, no he tenido demasiado tiempo para dirigirme a Internet con algo nuevo. Sin embargo, hoy voy a romper ese “silencio” para hablar sobre un tema que nos toca a todos por igual: la muerte. La muerte es el fin de la vida. Cada cultura tiene su interpretación, algunos creen que después de fallecer se va al cielo, otros que se va a otro cuerpo y otros que no hay nada. La verdad, no lo sabremos hasta fallecer. No obstante, yo me inclino por la última. De todos modos, hoy no tengo ganas de filosofear sobre qué hay después de la muerte si no sobre el óbito en sí. Del momento. Porque a mí me da bastante respeto el hecho de que sé que voy a morir. Se me estremece el cuerpo al saber que mi corazón algún día se detendrá. Es algo imparable que tarde o temprano me vendrá y de lo que no puedo huir.

El día que fallezca no sé cómo será. Siempre he pensando que es un día que ya he pasado. Será el 25 de octubre o el 6 de junio, pero ese día ya lo he vivido aunque sea en otro año. No sé si moriré sufriendo, si moriré placenteramente o será un accidente el que me lleve por delante. Hay muchas combinaciones aunque el resultado seguro es la parada cardiorrespiratoria. ¿Hará buen tiempo? ¿Llorarán? Quién sabe, lo único posible es que esté postrado en una cama sin saber que voy hacia el otro lado. Sin remisión. Puede que no haya más lados, si no que se acabase. Pero como antes he dicho, no quiero hablar de creencias si no de realidades. Moriremos, sí, ¿pero cómo? Habrá alguien para sustituirnos.

Yo siempre he querido morir el último. No es por batir record, ni por romanticismo, si no porque me dolería ver a la gente sufrir por mí. Lo detestaría. Preferiría casi me ignorasen. Es algo muy serio como para no tomárselo a risa. Además, siempre habría más de uno que sólo se acordarían de mí y lo bueno que soy (fui) ese día. Podría decírmelo en vida y subir de esa manera mi autoestima. Del funeral poco. “Sarri sarri” y el himno del Athletic. ¿Entierro? Como vean, si quieren tirarme a los perros, allá ellos. No problema. Quizás a mis allegados no les haga gracia. En otro caso, si quieren tenerme cerca o bajo tierra, que me entierren en Arrankudiaga con mi aitite (si no quedan lápidas libres) y así descansaré en paz a su lado. No pude conocerle, pero, ¿qué mejor ocasión que el fallecimiento de uno mismo para encontrarse con sus seres queridos? Por mucho que no supiera uno quién fue, por mucho que no sepa uno que significa para mí.