jueves, 28 de agosto de 2008

Carta a nadie

A ti


Muchas noches he huido de aquel papel que te escribí. Decía que quería ser libre y volar: pasar inadvertido. No quise acorralar todo el protagonismo, ni pisar tu ser, simplemente quise quedarme a un lado, expectante. Tú quizás no lo aceptaste, no te culpo eres así: no comprendes más que tus propios mecanismos. No te culpo, eres humana. Así que, perdóname por decirte lo que pensaba. Te equivocaste, ¿sabes? Aunque lo creas, no siempre tienes la razón y en aquel insulso papel te lo dije. Expuse claramente en negro que los pecados son propios de los cristianos y que nosotros los llamamos errores. No quisiste escucharme y aún sigues en esa dinámica. Enciérrate, es el único modo de no responder a los problemas que tocan a tu puerta. Llevas unos años así, otros más no te harán más daño.

¿De verdad te importé? Puedes decírmelo, sin problemas. Podré aguantarlo, he soportado tantas mentiras tuyas que aún sigo sin creerte ni palabra. Mucho te importaba pero no tuviste problemas en abandonarme. Hipócrita. Vendiste tu amistad por la gloria. Pensaste en ser la princesa de todos y que te esperaría sentado en la silla. Te equivocaste y lo sabes. Aunque no lo reconozcas fue así, aun escondiéndote los sabemos los dos. Pero, ¿sabes qué? Ya no me importas. Te olvidé, ahora eres un simple recuerdo incómodo. No porque lo que fuimos, sino por lo que pudimos ser. Te negaste aunque no lo sepas. Igual intenté ir demasiado lejos, pero pensaba que era lo mejor para los dos. Creías en un futuro sin mí y lo acepté. Pena que tú no aceptases lo que yo pensaba. Tu ego no te lo permitía.

Aun así, no te guardo tanto rencor como tú crees. En la calle no pienso más que en ir hacia delante. Por fin he conseguido rehacer mi vida. Desde aquel día en que todo acabó, en cada momento he ido poniendo un ladrillo para construir otro futuro mejor. Al principio todo iba lento, tenía que desintoxicarme del pasado. Ahora, tras dos años, he conseguido volver a vivir. Conocí a alguien. Ella me ha hecho ilusionarme de nuevo con un futuro mejor. Pudiste haber sido tú, pero mejor no haberlo sido. Me equivoqué, mejor dicho, me dejé equivocar. Estaba perdido y caí en tus brazos, me engañaron. Nadie lo sabíamos hasta que ocurrió. En el borde del abismo conseguí decir que no. Aguanté. Ahora ya he pagado el viaje.

La verdad, no espero que te vaya bonito ni feo. No te deseo nada. Desapareciste de mí como han desaparecido otras cosas. Eres pasado y el pasado pasó. Simplemente espero que no hagas sufrir a nadie como me lo hiciste a mí. Ni tú, ni tu amiga, la que también era mía. Díselo. Ya sé que se creerá la número uno, pero dile de mi parte que la humildad es una virtud.

Como bien sabrás, no te enviaré jamás esta carta. Paso, no quiero saber de ti nada más. Sólo la he escrito por despecho, por desahogo. Porque alguien me ha hecho recordar. No sé si algún día esto valdrá algo o yo seré alguien, pero no quiero que os aprovechéis de ello. No es que piense que lo hagáis, pero simplemente imaginarlo me repatea la conciencia. Lo que pensé que eran personas, se convirtieron en gente y hace tiempo se esfumaron. Son pasado. Pero bueno, aquel papel dijo mucho más de lo que ahora mismo yo podría expresar. Estaba caliente y te quemó.

Yo, en Bilbao el 28 de agosto de 2008.

lunes, 25 de agosto de 2008

La necesidad de instruir a la juventud

La ignorancia popular ha sido el caldo de cultivo de extremismos y dictaduras. La facilidad con la que se desarrollaron estas va unido a dos factores: el desconocimiento e incultura del pueblo y el populismo. Ambos van unidos con el miedo y la dureza, pero estos son secundarios porque sin gente que coja pistolas no hay tiros.

Un pueblo ignorante es un pueblo adormecido y sobre todo manipulable. Sin una instrucción histórica, cultural y política, amén de cívica, una persona no obtiene la profundidad con la cual poder analizar una situación concreta. Sin conocer el pasado, no se puede entender el presente, y si olvidamos a los antiguos tiranos podemos convertirlos en gobernantes. La memoria juega un factor determinante. Sin recuerdos, el pasado se vuelve en blanco y manipulable al antojo de cualquiera. La manipulación histórica y las reconversiones son un peligro para el futuro. Así, es fácil ver a antiguos asesinos y cómplices que sin arrepentimiento alguno han sido convertidos en adalides de la democracia y la libertad. Claro ejemplo son Manuel Fraga o el fallecido Mario Onaindia. Ambos utilizaron la violencia para defender sus ideas y ahora son un ejemplo cívico gracias a grandiosas campañas de imagen. Por no hablar de fascistas convertidas en vedettes y explotadoras premiadas por partidos de izquierdas. Así como, la equiparación de quienes lucharon por la libertad con quienes atacaron la legalidad vigente. Porque bien es cierto que nadie es perfecto pero hay que diferenciar a los legitimados de los golpistas. Y en sociedades desmemoriadas y transitorias aún hay gente enterrada en cal mientras otros son canonizados. Eso sin olvidar todos esos héroes o heroínas olvidados por el tiempo que muchos desconocemos. Esa gente que trabajó por la libertad sin más intención que esa.

Todo esto ocurre gracias a la demagogia barata y el populismo. Con lemas que buscan los más bajos instintos del hombre y el patriotismo barato alarmista se consigue desviar la realidad al campo que más gusta. Caso es el de la presencia de la lengua castellana en las escuelas de Euzkadi. Aquí todo el mundo sabe castellano y claro ejemplo es que muchos alumnos que han cursado el colegio en euskera estudien la universidad en castellano. En cambio, quienes estudian en castellano no pueden cambiar por no dominar el idioma y en Navarra apenas se puede estudiar la universidad en euskera. Los viejos tópicos son peligrosos para sociedades grandes que desconocen ciertas peculiaridades locales. Más aún, cuando quienes se ponen a explicarlas son tan ignorantes como los escuchantes o tienen intereses de por medio. Esto pasa con la Constitución y el Estatuto. Los partidos estatales y españolistas acusan a los nacionalistas periféricos de saltárselos cuando son ellos los que incumplen esas leyes por norma. Miren el Estatuto Vasco o el Catalán y opinen. Todo esto bañado, como bien he dicho antes, por campañas alarmistas y buenas caras: palabras bonitas que esconden feas intenciones. Está de moda el diálogo, el pacto y el entendimiento que en realidad quiere decir acatar lo que viene de Madrid. Ya pasó con el Estatuto de Cataluña y ahora pasa con el Plan del Lehendakari. ¿Por qué no se preguntan porque ocurre esto? Por no hablar de la campaña de linchamiento a Lluis Suñé. Burradas más gordas se han oído por intelectuales y periodistas contra vascos y catalanes y ningún cimiento ha temblado.

Por eso es necesario instruir a la juventud y quitarles esos tópicos de la cabeza. Los jóvenes somos los futuros dirigentes y si queremos avanzar tendremos que evitar los errores de nuestros aitas. Que no nos engañen porque hay mucho en juego. Llevamos muchos años de bienestar que se pueden ir al traste por culpa de buenas palabras venenosas y promesas incumplibles como el Plan Guevara. “Sólo habrá nuevo estatuto con nosotros” Patxi López. ¿Es esto contar con la mayoría de los vascos? ¿No es esto dividir? ¿No es amordazar a un pueblo? Lean, comparen y voten a quien más les plazca, pero háganlo con cabeza y sabiendo lo que hacen. No vaya a ser que tengamos que lamentarnos.

jueves, 21 de agosto de 2008

Gente que viene y que va

En la vida, constantemente vemos gente que viene y que va. Gente que aparece y desaparece fugazmente o que se queda para luego irse. También, hay gente que aparece y no se marcha. De esta última hay poca y menos de la que se desearía. La vida es un conflicto de intereses. Pocas cosas de hoy en día se hacen de corazón. Se espera la vuelta y el resultado. Por eso, mucha gente olvida a sus amigos de siempre por ir adonde unos que son, en teoría, mejores pero que en realidad son más guays. El acomodo humano tiene esa facilidad para hacer creer que lo que tienes nadie te lo va a quitar y que puedes aspirar a más. Pero no es más que una ilusión, porque lo que tienes puede que sienta y piense y se olvide de ti tanto como tú te has olvidado de él. Las relaciones son recíprocas por mucho que a veces pensemos que son infinitas. La paciencia se colma ya que la gente necesita a la gente pero esta no aparece.

Es cierto que la vida separa: cada cual coge su camino y lo sigue. Todos tenemos nuestros caminos, cada uno el suyo, pero muchas veces confluyen. Con esto quiero decir que el otro existe manque nos sintamos solos. No es filosofía barata ni resignación, es pura realidad. Este año he aprendido, por enésima vez en la vida, que nos han utilizado como pasarela hacia algo mejor. Ahora no somos más que un juguete roto para utilizar de vez en cuando, somos los suplentes. Lo peor no es que la gente haya cambiado, cosa natural por las circunstancias, sino que pretenden hacernos creer que no es así. Todos hemos cambiado, pero algunos han olvidado sus señas de identidad y se han juntado con quienes le han hecho sufrir. Cuando somos felices nos olvidamos de lo mal que lo hemos pasado. No obstante, esa felicidad puede ser superflua porque hemos dejado a un lado a quienes nos hicieron felices. No nos damos cuenta pero falta algo indescriptible. Eso o nos han engañado como a chinos.

Las aspiraciones de grandeza y el éxito se han comido a muchos. Los han moldeado como han querido hasta convertirlos en simples pedantes vanidosos. Sólo los más fuertes aguantan. Pero para ser fuerte hay que ser humilde y simple que no imbécil. Porque esta gente que va de complicada es la primera a la que absorben los halos de esta sociedad que apremia a quien menos empatía tiene. Vivimos en el mundo de los trepas. Egoísmo omnipresente.

miércoles, 20 de agosto de 2008

La crudeza de la vida

Pensé que durante las fiestas de Bilbao no iba a renovar el blog, pero vista la última desgracia ocurrida en el mundo me he visto obligado a escribir unas palabras. Ante estos magníficos acontecimientos, en el sentido literal de la palabra; véase grande, es muy difícil escoger las palabras certeras. Yo no sé hacerlo ni soy quién para hacerlo puesto que no he perdido a nadie, no obstante, siento esa pena por la mala suerte que han tenido las víctimas.

El avión es el medio de transporte más seguro del planeta y tener este tipo de accidentes es improbable. Sin embargo, cada vez que ocurre algún suceso como este, las muertes se multiplican como en Barajas. Además, lo crudo de estos accidentes es que son gente que sin comerlo ni beberlo dejan atrás sus vidas. Se acabaron las aspiraciones, los sentimientos, los pensamientos y hasta la respiración de toda esta gente que por el azar han sufrido tal desgracia. Son humanos muy dispares que sólo coinciden en que han muerte por la mala suerte de una negligencia o un fallo. De entre esa gente que fallece, la que más me conmueve es la más joven: los niños. Estos están llenos de vitalidad e ilusión y son arrastrados sin piedad de la vida, como quien arranca una flor de un jardín o niega un sueño a otra persona. Hace poco otro suceso parecido sacudió mi conciencia. Un forero de Aupa Athletic nos dejó. Era un chico de 16 años al que no conocía que murió no se sabe por qué. Parece ser que empezó a vomitar y se quedó en los brazos de su padre. El “sinsentido”, que hace tan misteriosos tanto al Hombre como a la vida, se lo llevó. Como ese, muchos casos más: muertes repentinas de gente que no ha llegado ni siquiera a la flor de la vida. Lo más desesperante es que no sabes a quien le puede tocar. Esta clase de misterios son los que preocupan al Hombre desde el amanecer de los tiempos, antes se pensaba que era Dios quien movía los hilos y ahora, ¿quién?

La vida lo es todo: es cruda y real. La vida no tiene piedad, se lleva a quien quiere por delante. Así quise retratarlo en mis Crónicas de Vista Alegre. No sé si lo conseguí, pero sucesos como estos muestran la otra cara de la vida, los contrastes de la vida. Porque una muerte vale más que mil palabras en vida.

viernes, 15 de agosto de 2008

Los peces de la amargura

Ya he vuelto de Alemania con un grato recuerdo y una recomendación literaria. Es extraño que en mis entradas al blog haga recomendaciones literarias. Estas las suelo hacer, más bien, en privado, a mis amigos o conocidos y sobre todo a mi novia. Pero jamás había recomendado un libro por una tribuna en la red. Como bien he dicho en otras entradas: no sé quién me lee, pero espero que quien lo haga tome en serio esta recomendación literaria que les hago: lean “Los peces de la amargura” es un libro que devoré durante mi estancia en Munich. La obra cuenta 10 relatos sobre E.T.A. y su marca social. Escrito sin ideología política, aunque se nota que el autor (Fernando Aramburu) no tiene gran aprecio al nacionalismo vasco, narra las historias de víctimas de E.T.A., etarras o familiares de presos o víctimas colaterales de esas que no salen en los periódicos más que el día después del atentado. La primera narración, que da nombre al libro, cuenta como un padre se aferra a sus peces para superar el atentado que sufre su hija cuando va a sacar dinero. Ella, como muchos otros, es una de esas personas que pasaban por ahí cuando explotaba una bomba. Otras narraciones, en cambio, cuentan el sufrimiento y los traumas post-mortem. Por ejemplo: un joven que no puede entrar a un cine porque en los aledaños de uno asesinaron a su padre o como una madre tiene que beber un ‘lingotazo’ para explicar a sus hijos que deben marchar de casa tras el asesinato de su padre. Pero no sólo las víctimas de E.T.A. son narradas, los propios etarras o familiares son también relatados. El primero, cuenta los periplos de una madre para visitar a su hijo, que en un atentado ha matado a un crío, y su sufrimiento por salvar el alma de su hijo. Además, describe el cinismo del mundo radical a través del personaje de la novia que deja medio tirado al preso. En el segundo, cuenta cómo un hijo de un trabajador extremeño acaba siendo de E.T.A. por la influencia de un compañero de clase.

Como bien he explicado antes, estos relatos son pequeñas historias que han sido más o menos corrientes en nuestra patria. Una patria que ha vivido amordazada por la barbarie de E.T.A. y que, poco a poco, se va liberando. Aun así, Aramburu es crítico con esa gente que pasaba del tema y con los nacionalistas vascos. Esa actitud queda clara en varias narraciones, como la de los vecinos que un ataque de kale borroka sufren desperfectos y responsabilizan al concejal socialista o con la triste historia de Zubillaga que relata como un rumor se da por hecho en un pequeño pueblo vasco. A pesar de estas críticas a cuentagotas, el escritor se ciñe más a los hechos que a opinar sobre ellos e intenta describir a una sociedad vasca acomplejada ante la violencia de E.T.A.. Porque el autor no parece olvidar que los primeros que sufrimos a la banda terrorista somos los propios vascos, cosa no muy frecuente en otros ‘expertos’ en el tema. En el ámbito del lenguaje, cabe destacar que utiliza un castellano con muchos vasquismos lo que muestra su interés por calcar el idioma de la calle. No obstante, se echa en falta algún relato en euskera, aunque sea traducido, que muestre la realidad bilingüe vasca.

“Los peces de la amargura” me parece un relato que explica muy bien el sufrimiento silencioso de una parte de la sociedad vasca. Expone de manera simple y clara el miedo de los amenazados y el desamparo social, sobre todo en ciertas zonas de nuestro país, de los que sufrían la violencia de E.T.A.. No obstante, creo que Aramburu, que habita en Alemania desde hace 20 años, obvia el cambio social de esta última década respecto a E.T.A. y se centra en historias circunscritas a cuando vivía en San Sebastián. Por último, me parece delicioso el guiño a la convivencia de la última narración cuando el aita de un preso pide perdón a su compañero de cama, un socialista de Hernani al que le ha quemado la pierna un cóctel molotov. “Esto es como lo de la botella que tiraron. La tira cualquiera y le da a cualquiera”. Así que si tienen un rato, pásense por su librería o biblioteca y léanlo, no creo que se arrepientan.

miércoles, 6 de agosto de 2008

La inmensidad de la Red

Hace ya un tiempo que tengo este blog. Antes, tuve otros dos: uno de poemas en castellano y otros de poemas en euskera. Ambos los he dejado apartados. El primero porque juré dejarlo tal y como quedó, ya que pertenecía a un época muy concreta de mi vida; y el segundo porque mi nivel escrito de euskera es pésimo, por no decir lamentable, y prefiero no dañar más a nuestro idioma. Me da rabia no saber expresarme en este idioma como desearía. Pero esta diglosia y que mis padres me metieron a un Colegio Francés provocaron esta triste situación. Por lo menos, me digné a estudiar el idioma de mis antepasados: primero en su versión unitaria o batua, y luego el dialecto de mi Amama que es un dialecto del vizcaíno. Además, mi curiosidad y relaciones con gente de Arratia o Zegama han dado un toque peculiar al euskera que hablo, sin olvidar la influencia de Internet donde empecé a leer en euskera y a buscar páginas en aquel idioma y sus distintas variaciones. Aun siendo inmensa la red encontré pocos resultados satisfactorios, ya que la mayoría de las páginas estaban en batua, y decidí volver a escribir en la lengua de Cervantes, mi lengua materna.

Elegí el castellano porque es el idioma que mejor domino, que utilizo la mayoría del día y, además, los lectores de mi blog iban a ser mayoritariamente castellano parlantes. No obstante, faltaban una idea y un nombre con gancho. En aquel instante apareció una chica muy especial que bautizó como Delirios Nui a mi nueva bitácora. El proyecto ya estaba en marcha y sólo faltaba el contenido. Así que, empecé a llenar de letras, espacios y signos de puntuación la página y se lo enseñé a un par de amigos que lo leyeron. Sin embargo, mi propósito era más amplio: quería hacerme un hueco en la red. A pesar de mi ambición inicial, sabía perfectamente que mi blog no iba a ser tan leído como el de Iñaki Anasagasti o el de Javier Ortiz, pero esperaba tener una pequeña repercusión en la inmensa red. Tardaron en llegar los resultados: no había comentarios apenas y no sabía cuánto gente me leía. Hasta que otro compañero de clase me indicó que se podía poner un contador de visitas. Lo instalé y gracias a ello puedo identificar a alguno de mis lectores. Además, descubrí otros blogs que me habían agregado. Eso me llenó de ilusión ya que veía que la gente se interesaba por lo que se me pasaba por la cabeza. También aparecían referencias en Google que llevaban directamente a mi blog. La red era un tejido que entrelazaba a gente con el mismo objetivo: ser leído.

Aun así, sigo sin saber mucho de mis lectores. Pocos suelen dejar comentarios. No sé qué les gusta o disgusta o por qué me leen. Desconozco por qué han caído en mi blog o si lo leen con asiduidad. Por si acaso, sigo publicitándolo. Sonará pedante, pero a uno le ilusiona que en la inmensidad de la red alguien busque su página y la visite gradualmente para leer las entradas publicadas. Te hace sentirte menos solo en un mundo tan grande como la distancia que me va a separar la semana que viene de mi ser más querido. Espero, por lo menos, disfrutar el viaje y que Alemania me guste.

¡Hasta la vista!

El ladrón de rosas

Érase una vez en una pequeña ciudad de mi país, un chico enamorado de una chica. El chico era hablador, sociable y muy gracioso, pero también tenía un lado solitario y silencioso. La chica era alegre, cándida y vergonzosa, aunque también algo triste y melancólica. Ambos se amaban y sufrían el uno por el otro. La distancia pesaba. A pesar de ello, la convivencia no era fácil. Se veían poco y cuando se encontraban no podían disfrutarlo como querían ya que solían pensar en el momento de la despedida o llegaban cansados. Eso los entristecía. Otras veces, el chico se quedaba dormido para recuperar el sueño perdido la noche anterior. Eso molestaba a la chica tanto como su difícil despertar. Estaban poco tiempo juntos y encima lo pasaba mirando cómo dormía su novio. Así pues, un día esta se lo dijo. El novio se excusó, pero siguió haciendo lo mismo semana tras semana. No podía parar sus ansias de dormir. La chica callaba ya que comprendía a su novio, pero seguía disgustada con él. Además, el novio tenía un mal despertar e increpaba, sin llegar a insultos ni vejaciones, a su novia. Recordaba más bien a un niño pequeño que intenta zafarse de su madre con gritos como “Joooooooooo”, “Jolin” o “No me des la txapa” en un tono muy poco jovial. La chica se enfadó y se fue a hacer el desayuno soltando improperios y dando un portazo. El chico se quedó en la cama, dormido, mientras pensaba en lo que había hecho. Pensó en todo lo que ella había hecho por él: le había preparado la comida, hecho la cama y aguantado sus flatulencias. Y él se lo agradecía así.

El chico estaba muy enfadado consigo mismo. La idea de perder a la chica por una estupidez así le partía el corazón. Enfadado, cogió la puerta y se fue entre las demandas de la chica: quería que él se quedase. Ante la negativa, se puso a llorar desconsolada en la cocina pensando en que jamás volvería. El chico, en cambio, tenía otra idea. Quería ir en busca de una floristería para comprarle una rosa y recibir su perdón. Pero no encontró ninguna. Sorprendentemente, vio una rotonda donde había rosas y pensó “esta es la mía”. Así pues, se acercó y, tras mirar a los lados para evitar coches, se subió a la rotonda. En medio, había un jardín y, en una esquina, rosas. Las miró y contempló buscando la idónea para su novia. Y ahí estaba en un costado, entre varias pochas, una rosa roja y la cogió. Tras meter un pie en el seto, arrancó la flor de las demás para dársela a quien se la merecía: su novia. Deprisa, bajó de la rotonda pensando en qué pasaría si le paraba la policía. ¿Le tomarían por loco? ¿Por romántico? ¿Se convertiría en Ladrón de Rosas? Enfrascado en esos pensamientos cruzó la carretera y volvió a casa de su novia. Ahora tocaba repartirla. El chico quería darle una sorpresa y que no viese el presente y se le ocurrió tocar a otro piso. Así lo hizo y tras hacerse el vecino el remolón, subió. El chico se quedó en la puerta de la chica expectante. Quería hacerlo bien y ser perdonado. Se le ocurrieron mil fórmulas y conjeturas: que si le iba a dar un tortazo, que si se había liado con el vecino, todo eso mientras la escuchaba hablar a través de la puerta. Pensó “ahora o nunca” y tocó suavemente al timbre. Escuchó los pasos de la chica al acercarse y, tras respirar hondo, abrió la puerta. El chico enseñó y la rosa y la pedió perdón.

La chica quedó pálida. No se lo esperaba de ninguna manera y ambos se besaron. Luego fueron al cuarto donde se abrazaron y la chica empezó a llorar: estaba emocionada. El chico comprendió enseguida que ella le hacía muy feliz. Tras decirse lo que sentían, ambos se fueron a desayunar con Phil Collins de fondo. Ahora, un tiempo después, el chico está en su cuarto escribiendo esta historia acordándose de lo que quiere a la chica, mientras que ella le escribe por internet a pesar de que mañana tiene que levantarse pronto para estudiar. Él no quiere que llegue mañana si no es con ella.

lunes, 4 de agosto de 2008

Democracia vengativa

De Juana Chaos quedó el sábado libre y la gente pide sangre. La incompetencia de una ley ha convertido a muchos en vengativos justicieros. Es cierto que 21 años son muy pocos para alguien que ha asesinado a 25 personas, sobre todo teniendo en cuenta que jamás ha mostrado arrepentimiento y que el último año y medio ha estado encarcelado por un delito de opinión. Fallos como estos escuecen pero hay que aprender de ellos. Pero en vez de eso, los modélicos vendedores de democracia claman venganza. No se cortan un pelo. No les importa pedir cadena perpetua y alguna hasta le desea que se pudra. Son bonitas esas palabras viniendo de gentes de bien, de esas modélicas que nos venden la Constitución como salvavidas y hablan sin parar del honor de las victimas. Creo que el verdadero favor que podrían hacer a las víctimas de De Juana Chaos sería dejarlas en paz y no hacer negocio de su sufrimiento no vaya a ser que acaben a tortas como unos que conocemos en Euzkadi. O pero aún, que acaben pidiendo banderas de España y homenajes en cada uno de los pueblos vascos. Cada día se parecen más a quienes tanto critican. Dan tanto bombo a las víctimas que los periódicos parecen más sensacionalistas que informativos. Encima, echan la culpa a Zapatero, Ibarretxe y a quien les lleva la contraria. ¿No están la justicia y el poder legislativo y ejecutivo separados? ¿A dónde quieren llegar?

Y es que nos venden un modelo de democracia vengativa. Una forma de ver cuyo eje es el “conmigo o contra mí” que a mí parecer es de acomplejados. A muchos les tiene que escocer haber reído las gracias a E.T.A. durante unos cuantos años y ver en lo que se ha convertido el monstruo, por no hablar de aquellos demócratas orgánicos hoy convertidos en modélicos. A estos últimos se les ve el plumero nada más abrir la boca. El problema es que muchos ciudadanos toman a esta gente como ejemplo sin contrasta información. Porque nosotros conocemos las noticias de manera indirecta y los filtros son muy diferentes. En la era Aznar se dio veracidad a unos filtros muy simplistas que clamaban aquello de que el enemigo no era E.T.A. sino al PNV y que había que meter a todos en el mismo saco. Ese espíritu descendiente del españolismo más rancio y la derecha más arcaica sólo busca que se confundan a los no violentos con los violentos porque el problema real de esta gente es que haya ciudadanos que no se sientan españoles y quieran ser independientes. Por eso, muchas veces hablan de Ibarretxe como terrorista o del tripartito como amigo de E.T.A.. Esto último me hace mucha gracia porque Balza, el consejero de Interior lleva no sé cuántos escoltas. Por no hablar de Juan Mari Atutxa que pasó de héroe a villano y vive rodeado de escoltas.

Acabar con E.T.A. es muy complicado. No obstante, si algo no ha funcionado es el método vengativo. Franco no pudo acabar con ella. El Dictador utilizó toda su máquina represiva y sólo consiguió que E.T.A. tuviera más adhesiones, por no hablar del GAL, la transformación de un Estado de Derecho en Estado Terrorista o la ilegalización de HB que sólo consiguió más voces a favor del partido aparte de pasarse la libertad de expresión por donde amargan los pepinos. Muchas veces, el camino que parece el más fácil, como es acabar por la fuerza, provoca el efecto contrario. Creo que la única manera de acabar con E.T.A. es que la sociedad vasca le dé la espalda. Eso no incluye venganzas, sangre ni muertos, sino paciencia y tesón: se vence convenciendo y llevamos muchos años haciéndolo porque cada día son menos.

viernes, 1 de agosto de 2008

Divagaciones nocturnas

Ciertas noches apagas la luz y tienes ganas de evadirte, otras te quedas con la luz encendida y escuchando música como si el tiempo no pasase. A veces lo deseamos: queremos que el mundo se detenga y disfrutar el instante. No es un simple carpe diem, sino un instante de comodidad espiritual. Todos conocemos las luchas internas y por eso intentamos alagar esos momentos. Son pequeñas treguas que da el cerebro. Son momentos de asueto, de descanso donde nada ocurre: ni bueno ni malo. Parece que flotamos en la nada existencial, sin rumbo y sin movimiento. Estamos como en un sueño, pero nos sabemos despiertos y respiramos. No hay preguntas en la mente, está en blanco. No obstante, nada es para siempre. La máquina vuelve a funcionar. Piensas sobre el pasado, el presente y el futuro. Te ves condenado a tu existencia, pero sabes que mejor no podría ser. Has pasado al lado de los vicios, ¿has vivido? Muchas veces se piensa que para vivir hay que cometer errores y haber tenido algún vicio. Quizás fuimos un poco sosos.

La vida va poco a poco enseñándonos el camino. Levanta el brazo y nos muestra qué debemos hacer aunque a veces no lo entendamos. Además, pone a cada uno en su sitio. De una manera o de otra se hace justicia. Todos sufriremos como perros hasta el día del juicio final. Algunos existencialmente, otros no tendrán que comer, puede que les abandone hasta el perro. La vida es así, impasible. No entiende de nada que no sea sí misma. Nuestros pensamientos no le importan, es capaz de arrollarlos sin piedad. No van con ella. Nuestros pensamientos son nuestros, son íntimos y sólo nosotros los comprendemos. Muchos no sabemos de dónde vienen, pero la vida no los tomará en cuenta, ni la vida, ni los demás.

Cada uno vivimos encerrados en nuestra verdad. Pensamos saber todo cuando conocemos muy poco. El conocimiento es más extenso de lo que pensamos. El hombre no podría alcanzar a imaginar cuántas cosas pasan que dejamos pasar. Nuestra percepción nos engaña, no somos más que individuos y punto.