viernes, 28 de agosto de 2009

Martín (I)

En su pueblo no era muy conocido, como tampoco lo fue posteriormente en la ciudad. En Bilbao, más concretamente. Era un chico formal y taciturno. Tenía su grupo de amigos, a los que apreciaba y por los que luchaba, y también tenía a su familia, a la que honraba y respetaba. Martín era, por lo tanto, un chaval anodino. No era muy alto, pero tampoco bajo. De pelo castaño y ojos claros pasaba indiferente para las mujeres. No era conocido por sus grandes amoríos. Quizás había tenido un par o tres aventuras con chicas que conoció en fiestas de pueblos. Pero no había destacado por sus conquistas, algo que no le molestaba, pero que le punzaba el corazón y algo más abajo también. Él veía cómo se portaba bien con los demás, sin embargo, no veía que la Justicia Divina fuera honesta con él. No es que Martín fuera especialmente religioso, aun teniendo un tío párroco. No obstante, creía que existía una especie de Ley por encima de los hombres que repartía Justicia. De ahí que una de sus frases favoritas era “el tiempo pone a cada uno en su sitio”. También solía repetir, en momentos de mala uva, que “a todo cerdo le llega su San Martín”. Quizás por llamarse así, pensó que él era una especie de juez divino. Eso le consolaba, ya que justificaba su falta de fortuna con las mujeres. Martín representaba la sentencia de la Justicia Divina en forma de mujer. Pensaba Martín, y lo hacía en repetidas ocasiones, que quién tenía una buena mujer era alguien que había sido bueno. Luego, no se explicaba la violencia de género. Decía que la excepción confirmaba la regla, que había mucha bruja y loco suelto o, directamente, evitaba el tema. No quería que su balanza se desequilibrase. ¿Cómo consolarse si, ni siendo bueno, se va a ser feliz? ¿Para qué vivir entonces?

Había salido del pueblo en busca de trabajo y lo encontró. Trabajaba en una tienda de ultramarinos en la calle Iturribide en el Casco Viejo de Bilbao. Era una calle estrecha y algo oscura, en la que los bilbaínos se dedicaban a “chiquitear” (beber vinos y cantar). La tienda no era muy grande y ofrecía un poco de todo; desde alimentos hasta artilugios para limpiar el hogar. El dueño era un señor mayor que era primo de su padre y paisano suyo. Se llamaba Enrique de Larrabide, aunque Martín le llamaba “On Enrique” o, directamente, “Jauna” (señor). Además, el joven se dirigía a su jefe en “berorika” (fórmula eusquérica que sirve para mostrar respeto), en lugar del “Zu” que utilizaba en casa. Don Enrique tampoco es que fuera una persona arisca, era más bien de trato fino y amable, pero infundía respeto. Físicamente representaba al aldeano elegante. Vestía con estilo e iba siempre como “un pincel”. Olía a colonia y tenía maneras. Llevaba la tienda desde hacía 20 años, cuando vino a Bilbao de “hacer las Américas”. Don Enrique estuvo trabajando unos años en Estados Unidos como pastor e hizo allá mucho dinero. Era un trabajo duro y tuvo más de un problema con bandidos. Por eso, en cuanto pudo, volvió a Vizcaya, dónde, con el dinero ganado en ultramar, abrió el ultramarino en el que trabajaba en la actualidad. Sin embargo, aun yéndole bien, echaba de menos su pueblo y sus costumbres. No se hacía a la vida de ciudad, aunque tuviese grandes amigos y no le fuese del todo mal.

Martín aprovechaba el tiempo libre que tenía para distraerse. Paseaba, leía o quedaba con algún amigo. Normalmente solía ir al bar Melilla y Fez a degustar los pinchos de tortilla que ahí servían. El bar estaba en la misma calle en la que trabajaba y le conocían todos. Martín solía llegar después de trabajar. Tomaba una cerveza o un vino y charlaba con sus dos amigos Peru y Antón y con quién se pusiera por delante. Peru era como él, un hijo de aldea. Alto, fuerte, rubio, de ojos claros, era el terror de las mujeres que conquistaba sin casi desearlo. No obstante, su timidez, símbolo ancestral de los vascos, le impedía rematar la mayoría de las conquistas y sólo lo hacía con las más fogosas y descaradas. Al ser de otra zona de Vizcaya diferente a la suya, hablaba otro dialecto vizcaíno. Antón, en cambio, era bilbaíno de pura cepa. Criado en la Plaza Nueva había vivido siempre en la villa Liberal. Hijo de comerciantes de la Ribera, apenas hablaba vasco, que había perdido al mismo tiempo que sus padres aprendían el castellano. Por eso, Antón, Peru y Martín discutían sobre lo divino y lo humano en castellano, aunque a veces, las más, acababan a grito pelado en vasco. Sobre todo, cuando había desavenencias políticas o insultos de por medio. Por lo que visto, la fogosidad que no les despertaban las féminas en sus seres, lo hacía la política.

Los tres compartían algunas preocupaciones, a pesar de ser muy diferentes. Mientras Peru o el mismo Martín devoraban libros y periódicos, Antón se dedicaba a construir e inventar cosas. Eran mentes inquietas en una ciudad en la que aquello, aun siendo normal, pasaba inadvertido. No sabían adónde ir, ni cómo explotar sus dudas. Sólo pasaban el tiempo intentando arreglar un mundo que cada día se les hacía más grande y más injusto.

¿Continuará?

miércoles, 26 de agosto de 2009

Bietan jarrai



El marco del propio análisis nos lo ofrece el propio lema de la organización (Bietan Jarrai- Continuar en Dos) donde el hacha, símbolo de la fuerza, y la serpiente, símbolo de la astucia y el engaño, se entrelazan en un objetivo común: la instrumentalización del problema nacional vasco al servicio de una estrategia revolucionaria a escala planetaria”.

Aconsejado por un amigo, decidí leer este libro. Tenía curiosidad por leer la única obra publicada de Joxan Rekondo. Rekondo, actual portavoz foral de Alkarbide en Guipúzcoa, es conocido por haber sido alcalde de Hernani en la época dura de la Kale Borroka, de la que fue víctima en varias ocasiones. Aparte de político, es también un prolífico articulista político. Suele escribir periódicamente en la revista Goiz-Argi y ha colaborado con otros medios. Este libro, escrito hace más de 10 años, pero cuya valía sigue vigente, puede decirse que es una síntesis de sus artículos sobre el mundo del MLNV. Ayudado por Imanol Lizarralde, a quién agradece este gesto en la dedicatoria, intenta explicar de una forma sencilla la estrategia “Oldartzen” y lo que ésta ha conllevado a la sociedad vasca.

El libro se divide en tres partes. En la primera, Rekondo desmenuza Oldartzen y la “socialización del sufrimiento”. Para quién lo desconozca “Oldartzen” fue la ponencia de ETA que abrió paso a la kale borroka, allá por el año 94. Un arma violenta que el MLNV ha utilizado en combinación con la violencia política de ETA. Ambas se utilizaban para amedrentar y coartar a la sociedad vasca. La diferencia entre ambas estriba en que la primera es una violencia “callejera”, utilizada para “socializar” el sufrimiento de ETA a todo el país. Los blancos de ésta eran mucho más variados que los de la violencia de ETA, que únicamente atentaba contra “elementos concretos”. Era una violencia que servía como aviso ante lo que ETA podía posteriormente cometer. De esa manera buscó el MLNV desunir a una sociedad hastiada de su violencia política.

Oldartzen fue, además, la ponencia en la que el MLNV incidió en la “lucha de masas” y se dejó a un lado la cuestión electoral. Esta “lucha de masas” estuvo centrada en el acercamiento de los presos de ETA a cárceles vascas, al igual que hoy lo está alrededor del TAV. A través de éstos se intentó romper el cerco social que limitaba la dinámica del MLNV. Para ello utilizó la táctica de “la zanahoria y el palo”. Esta táctica se sustenta en atraer a grupos sociales, creando espacios de distensión, con los que se puede llegar a acuerdos en políticas sectoriales, mientras a la vez la kale borroka o la misma ETA atiza. El ejemplo es ELA, que decide actuar con LAB mientras ETA asesina a 3 de sus miembros.

En la segunda parte del libro Rekondo se centra en estos “espacios de distensión” creados por el MLNV para romper su marginación política. El autor cita a Elkarri, quien sólo llama a manifestarse contra las decisiones que perjudican al MLNV, aludiendo a estos grupos que, llenos de palabras amables, únicamente cumplen órdenes del MLNV. Explica de forma sucinta como cada vez que ETA atentaba, Elkarri llamaba a “no manifestarse para no agravar la tensión”. En pocas palabras, cómo el MLNV jugaba con los partidos y sindicatos abertzales, gracias a la buena fe de sus dirigentes que pensaban que la paz iba a llegar. Porque el MLNV siempre ha utilizado la violencia para desestabilizar la política y la tregua como elemento táctico, ya que se toma como un gesto de “buena voluntad”, para engañar y ganar tiempo.

En la tercera parte, se hace un resumen del año 97. Año en el que HB y el MLNV sufrió duros reveses sociales, primero cuando la encarcelación de la Mesa Nacional por difundir un vídeo, y segundo, cuando ETA asesinó a Miguel Ángel Blanco. En el primer suceso Rekondo describe la hipocresía del MLNV, ya que distingue a los presos de ETA que convierten sus juicios en políticos y a los dirigentes políticos, cuyos abogados los defendieron jurídicamente. Además, explica que aquello fue un fracaso, puesto que socialmente no hubo apenas respuesta. En el segundo, cuenta cómo la sociedad vasca respondió al asesinato del edil de Ermua. Pero que, a pesar de ello, se rompió la unidad política contra ETA, ya que el “españolismo” quiso hacer suya la “rebelión cívica” vasca y el desconcierto del nacionalismo vasco.

La obra de Rekondo es, en definitiva, la explicación de la estrategia revolucionaria del MLNV. Una estrategia que, según su autor, “utiliza el nacionalismo como adherente”, pero que responde a una “naturaleza revolucionaria”, que únicamente busca sustituir el orden actual por otro de naturaleza socialista. Así, sentencia que utiliza a los vascos “como los carlistas lo hicieron, haciéndolos luchar por una causa que no es la suya”. En su epílogo ofrece unos jalones de convivencia e integración democrática. Rekondo incide en recuperar el “espíritu del Estatuto”, que han incumplido los españolistas, de manera que se recupere la ilusión y podamos vivir en una Euzkadi para todos.

Es un libro imprescindible para entender a fondo la dinámica del MLNV; muy bien documentado y con interesantes citas que ayudan a entenderlo. En otras palabras, una obra magnífica y sencilla que abrirá muchos ojos y cerrará muchas bocas. Muy recomendable.

viernes, 21 de agosto de 2009

El peligro está en casa: aportaciones vascas a la simbología ultra española (I)

Son muchas las veces en las que a los vascos, sobre todo a los que somos abertzales, nos insultan cantando el “Cara al Sol” o dando “Vivas a la Guardia Civil”. Nos gritan esto, porque saben quienes lo hacen, la mayoría de veces suelen ser aduladores del fascismo, que nos duele escuchar vivas a estos símbolos de la opresión española en Euzkadi. Pero quienes nos gritan estas cosas no saben que esos símbolos de opresión, tanto vasca como española, nacieron en nuestra propia casa. Los fascistas españoles y patanegras adyacentes desconocen que estos símbolos del españolismo más cerril e intransigente, el que ahora es “de centro reformista y liberal”, son casi genuinamente vascos. Es más, me atrevería a decir que euskaldunes, ya que muchos de los creadores eran vascófonos de cuna. He aprovechado el nuevo hilo del Sr. Erkoreka para profundizar sobre tres símbolos hispánicos, que fueron creados o inventados por vascos.

El primer símbolo es la propia Hispanidad. Esta idea es la abstracción de lo “español” e “hispano”, que caracteriza a todos los pueblos “hijos de España”, unido a la tradición católica de España. La idea de la “Hispanidad” surgió de un cura vasco de Abadiño. Zacarías de Vizcarra, así se llamaba, había escrito un breve catecismo en euskera (Cristiñavaren Jaquinbide Labustua) antes de crear el término. El vizcaíno, que hacia 1930 vivía en el exilio argentino, opuso la “Hispanidad” a la “Raza”, comparándola con la Cristiandad que reagrupaba a los pueblos cristianos. Vizcarra quiso reagrupar a todos los pueblos “hispánicos” bajo ese nombre, pero además dotó a su invención un toque tradicionalista católico bastante tenebroso. Vizcarra postulaba que España y su “estirpe” tenía dos misiones para salvar a la Humanidad cristiana; la primera era derrotar al “Anticristo y a toda su corte de judíos en el nombre de la Cruz” y el segundo “cantar un día el Credo de Nicea en la mezquita de Santa Sofía, después de haber rasgado en su pórtico, entre los aplausos de la Morisma bautizada, los falsos mandamientos de Mahoma”. Fue, además, gracias al vitoriano Ramiro de Maeztu que la Hispanidad fue la fiesta española por excelencia.

Vizcarra organizó unos años más tarde, con otros “apóstoles de la paz y la concordia”, el “Congreso Eucarístico Internacional” de Buenos Aires en 1934. En aquel cónclave, tomó la palabra el insigne Cardenal Gomá, y en nombre de la Iglesia Española tomó como ideología eclesiástica la Hispanidad de Vizcarra que, entre otras cosas, defendía que América era obra de España y que, por ello, era obra de cristiandad. Aun poniendo reparos, además advertía de cómo hacer más “eficazmente raza” y trabajar por ella. Goma, entre otros, fue de los curas que estaban allanando el terreno para la sublevación franquista del 36, que tildó de lucha contra los “Sin Dios”. Vizcarra, que fue luego colaborador del obispo de Toledo, antes de fallecer escribió otra obra llamada “Vasconia españolísima” en la que defendía que los vascos, de ascendencia cántabra, éramos los fundadores de la actual España, ya que poblamos castilla y les dotamos de una dinastía. Postulaba también que el euskera era la lengua de la España indígena y que el País Vasco Continental era “la primera colonia española”. Aunque lo más delirante era que Vizcarra opinaba que el nacionalismo vasco era cosa del “malvado francés” y que era utilizado éste por el marxismo. Aparte, escribió 4 letras para el himno de España, de las cuales una era religiosa, otra española y las otras dos hispanoamericanas.

Fuente: Biografía de Vizcarra, Discurso Gomá, y Wikipedia

Continuará...

miércoles, 19 de agosto de 2009

Maltrecho caballero

Decía el filósofo británico Thomas Hobbes que “el hombre era un lobo para el hombre”. Y aunque tenía razón, podría haber apostillado que “en el sexo no hay amigos ni caballerosidad”. Porque el mundo sexual es una auténtica guerra, en el que las concesiones se pagan caras. Quien quiere “meterla en caliente” debe de luchar contra viento y marea, debe jugar sucio para poder disfrutar del fruto prohibido.

En el aparejamiento no hay lugar para la caballerosidad o la amabilidad. Este ritual animal no entiende de leyes más allá de las leyes animales que lo sustentan. Los modales poco importan, porque las cosas entran por los ojos y sólo los clichés sociales pueden evitar un apareamiento deseado. Idea que reforzaría la impresión de que la moral aún pesa demasiado. No somos tan “modernos” y “liberales” como pensamos, sino más bien reaccionarios. El sexo sigue siendo un tabú, fuente de vergüenzas y tormentos, que seguimos sin ver con naturalidad. ¿Quién no ha estado descontento con su sexualidad? ¿Quién no se ha avergonzado de tal o cuál fantasía? ¿Quién no ha dicho esta polla no me cabe o este cura no es mi padre?

Pero quizá esto no sea lo más duro. Puede que nos hayamos equivocado de siglo y los románticos estén muertos (no lo creo así), porque tendemos a mitificar tiempos pretéritos. Aun así, lo que está claro es que los valores sexuales siguen tendiendo más a la astucia y a la entrepierna que al “corazón y los sentimientos”. Los hombres que suelen comportarse de manera caballerosa, que dejan su entrepierna a un lado, suelen quedarse más solos que la una. Es lo que hay. La honestidad sólo sirve para la amistad. El ser bueno es razón de sobra para que te coman la tostada y quedes con cara de imbécil. Como se sabe que el caballero siempre estará ahí, se puede errar porque habrá segundo plato. Aunque el caballero sólo piense en bajar bragas. Sin embargo, quien le echa morro y es buen retórico tiene plato seguro. Aunque sea el mayor pendejo de la Historia, aunque las mujeres juren y perjuren no haberlo hecho nunca con él.

Este es el sino de nuestros tiempos; predicar la bondad para practicar la maldad. Lo admito; ser egoísta es malo a la larga y mi férrea conciencia me impide comportarme como un truhán. Soy así de sincero, idealista e ingenuo, por eso me va tan mal.¡Malditos caballeros!

lunes, 17 de agosto de 2009

El liberalismo bilbaíno

He leído con suma atención el artículo escrito hoy por Josu Erkoreka en su blog. En él habla de la tertulia del “Lyon D’Or” y, más en concreto, de Pedro Eguilleor, que era quien lo llevaba. Debo reconocer que me ha gustado que el Diputado aborde este tema, porque somos muchos ya los que pensamos que este “liberalismo” que pregonan algunos, no es más que pulsiones totalitarias en nombre de la unidad española. Yo supe quién fue Pedro Eguilleor gracias al excelente libro de Gregorio Morán titulado “Los Españoles que dejaron de serlo”. La verdad, a pesar de su talla intelectual, me extrañó que tuviera una calle en Bilbao. Morán lo presentaba en su obra como a un hombre rico, que vivía por y para la cultura y bastante “facha”.

Según describe Morán, Eguilleor y sus demás compañeros de tertulia eran “inequívocamente de derechas” y de formación germánica. Por si esto fuera poco halagüeño, tanto Eguilleor como otros que pululaban por el café bilbaíno, vieron el ascenso de Hitler como el “renacimiento de la vieja Europa”. Formaban parte de una “corriente ultrarreaccionaria que iba de Splienger a Maeztu”. Y, para acabar con el personaje, trae una cita del propio Eguilleor “nunca soy lo bastante español”, que se describe por sí misma. Pero él no estaba solo. Con él estaba Lequerica “el carguista”, quién era pronazi y al que un periódico estadounidense describió como “Heil Lequerica”, Manuel Aznar, que pasó de Sabiniano ortodoxo a historiador del franquismo, Pedro Mourlane y Jacinto Michelarena, que redactaron la letra del “Cara Al Sol” o Sánchez Mazas, uno de los fundadores de la Falange, y como no, el ínclito Areilza, que pasó de afirmar en su época de alcalde franquista que “Bilbao había sido redimida con Sangre” y “conquistada por las armas” y dando gritos a favor de la Falange, a un demócrata "de toda la vida" homenajeado recientemente por García de Cortázar.

Vamos, eran todos unos angelitos. Ya se ve que en el Bilbao “celoso guardián de su propio espíritu, del reposado progreso que camina sobre el comercio, cual guardián de su propio orden” (Paz en la Guerra, Miguel de Unamuno), el liberalismo poco tenía que ver con el “Liberté, égalité, fraternité” y era asociado a los bolsillos de la burguesía industrial y la aristocracia. Lo que es una aberración, porque si quien postula totalitarismos es alguien liberal, no quiero imaginar qué fue un falangista o un fascista. Parece que hay miedo a decir las cosas cómo son, pero en Bilbao el “liberalismo”, en el sentido oficial de la palabra, ha sido poco amigo de las libertades. No hay más que ver la cantidad de liberales que adhirieron la causa franquista y la cantidad de liberales que aún se niegan a condenarla aduciendo que “Franco no mató a nadie”. Qué triste es el liberalismo bilbaíno, qué triste que no hace más que fabricar fascistas y qué triste que no les llamemos por su nombre.

jueves, 13 de agosto de 2009

Jodiendo la marrana en Aste Nagusia

Queda poco para el inicio de Aste Nagusia y los bilbaínos ya calentamos motores. Aun así, la triste noticia que ayer anticipaba Gara debería dejarnos con el cuerpo helado. La designación de Sonia Polo como txupinera ha sido polémica estéril y artificial. El hecho de que sea hermana de un preso de ETA es algo circunstancial y querer privarle de lanzar el txupin en fiestas es algo que sólo a alguien con un sentido democrático bajo se le puede ocurrir. Porque que un familiar o amigo sea miembro de la organización terrorista no contamina a los demás, aunque éstos sean partícipes de otras actividades del MLNV.

Pero parece que para el PP y el PSOE esto no es importante, ya que lo básico es fastidiar las fiestas a la ciudadanía con polémicas que no llevan más allá que a alimentar a los más ortodoxos del MLNV y a contaminar el ambiente festivo que reinará cuando Mari-Jaia aparezca en el Teatro Arriaga (se me ponen los pelos de punta de pensarlo). Aunque quién más ha calentado el ambiente ha sido el Correo Español, que desde el primer momento se dedicó a hacer sensacionalismo con la noticia y apuntó con el dedo a la txupinera. Y así pueden ocurrir desgracias. Siguiendo los argumentos de otro blogger, si criticamos al Gara por señalar a la Ertzaintza y a Ares, deberíamos criticar también, y con mayor dureza aún, al Correo Español del Pueblo Vasco y al dúo PPSOE.

En fin, ahí se ve de que viven algunos. Desde que Patxi López ha llegado a Lehendakaritza todo ha sido fotos de bondad y campañas mediáticas contra ETA y el “entorno”. Quizás así piense que podrá engañarnos, que podrá hacernos creer que su Gobierno desgobernado es eficiente y casi Txema Oleaga es alcalde de Bilbao.

Pero no nos engañan señores socialistas, que sabemos que ustedes juegan con esto. Porque nadie criminalizó a su compañero Benegas cuando la candidatura de su hermana estuvo a punto de ser ilegalizada, ni tampoco a la familia O’Shea porque un familiar suyo pasó un tiempo en chirona. Así que dejen de criminalizar y joder la marrana, que la gente que tiene memoria sabe que a ustedes también les ponían las pistolas. Sino que pregunten a los familiares de Josu Muguruza y Xabier Galdeano, dos periodistas asesinados de los que Surio se olvidó el día de su elocuente discurso de presentación en EiTB, o por Lauaxeta y esto va por los “Basagoiti’s boys”.

lunes, 10 de agosto de 2009

La moraleja de las "guitarritas y vocecitas"

Anoche estaba viendo la típica serie americana que gusta a las mujeres. Me refiero a ese tipo de series con tíos y tías buenas, de “echar cohete” que dirían por el Goiherri guipuzcoano, que mezcla a chicos buenos con rebeldes de corazón puro. Vamos, lo típico de chico malo que se enamora de chica buena y ambos sufren porque éste es, en ciertos momentos, incapaz de evitar comportarse como un salvaje. Ya se sabe, la típica paliza para defender a su “chica” de los demás, mientras luego jura y perjura, entre sollozos, que se portará bien, mientras un juez está a punto de enviarle a la silla eléctrica, aunque al final todo queda en agua de borrajas entre nuevos sollozos, sonrisas y besos. En definitiva, una pastelada americana destinada a ganarse los corazones de las chicas. Nosotros los hombres, aunque a veces las veamos y no lo admitamos, somos “duros”.

Lo que más me gusta de estas series es el momento filosófico. Es ese instante en el que, cuando todo parece que se va a la mierda, llega alguien ajeno y da una lección de vida entre “guitarritas y vocecitas”. Me refiero a ese momento incómodo de sonrisas falsas y gestos de “te he salvado el culo chaval” o “he arreglado el pasado oscuro que me atormentaba”. Por ejemplo, cuando pillan a una alumna excelente copiando en un examen, pero la amnistían porque “todos cometemos un fallo”. Es en ese instante cuando sale la filosofía americana del bien, la de la autosuperación del chaval negro que vive en las calles, pero que puede conseguir la Beca para la Universidad americana encestando balones, la del que, desde el sufrimiento que da la experiencia, tutorea al joven inexperto que está a punto de cometer un grave error que él también cometió de joven. Es, en otras palabras, esa filosofía paternalista de la sonrisa de tres pesetas con los besos definitivos y achuchones con música melosa. Ésa que parece indicar que siempre habrá alguien que te “salve el culo”, aunque ellos adviertan lo contrario; ésa que convierte a los “chicos malos” en chicos buenos, ya que todos tenemos un buen corazón (aunque tengamos malas intenciones).

La socialización de esas series, que son infinitas, ha derivado en que creamos que esas cosas son reales. Todos tenemos en mente esas “guitarritas y vocecitas” cuando aconsejamos a alguien sobre qué debe hacer en cierto momento. Todos nos hemos visto como aquel “ajeno” que llega, aconseja y salva el pescuezo a alguien por bonhomía y altruismo. Y es que nos quieren hacer pensar que todos somos altruistas o que, por lo menos, podemos serlo. Es algo cierto, pero también ingenuo. En un mundo de tiburones, ¿quién va a ser la gacela?

Que no liguemos y que haya tantos divorcios es culpa de las “guitarritas y vocecitas”. Las mujeres nos comparan con esos "superhombres", "super" pastelosos, "super" musculosos y "super" atentos y quedamos a la altura del betún.

Que les jodan, siempre nos quedará "Padre de Familia" o "Mallrats".

domingo, 9 de agosto de 2009

Desvirtuando al poeta

La poesía carece ya de significado positivo. Las nuevas tecnologías lo han tirado por la ventana con la escenificación del poeta como a un cursi y patético perdedor (Fran Perea). Además, para muchos la poesía ha pasado de ser la expresión de los sentimientos más íntimos, a ser una cursilada superflua. El poeta, sino corresponde al estereotipo antes citado, es oportunista y ofrece sus versos a cambio de favores; una transacción de sentimientos por sexo (la canción Noche de Sexo), bien diferente al bardo errante y sufridor de antaño.

Porque, aunque exista esa tendencia generalista de magnificar tiempos pasados, hubo un tiempo en el que los poetas buscaban aventuras (Iparragirre), se comprometían socialmente (García Lorca) o morían de suplicio (Becker). Eran tiempos de romanticismos y locuras, la esencia de la lírica, muestras de un espíritu rebelde y transgresor que buscaba ir más allá y explicar lo que llevaban adentro de una manera diferente (Rimbaud). Eran grandes esperanzas que acabaron frustradas, pero que enseñaron a la Humanidad entera que el sufrimiento puede ser bello, que la generosidad del poeta podía enamorar a otros humanos. Seguro que más de un bardo pensó que iba a enamorar a alguna chica con sus palabras, que emanaban sincera pasión. Y seguro que se frustró al ver que ese esfuerzo era en balde. De hecho, su frustración sería mayor, y al mismo tiempo satisfacción, al saber que sus versos han hecho felices a mucha gente.

Por eso, reivindico la figura del poeta. Existe gente que tiene una sensibilidad especial y que, además, es capaz de transmitirla con claridad (Kirmen Uribe). Humanos que conocen los mecanismos que unen pluma y alma, que se funden en un papel con garabatos que expresan sentimientos íntimos e individuales; que no únicos (Juaristi). No seré yo quien diga que soy poeta, pero seré yo quien afirme que más de uno se sentirá identificado con la frustración de quien, dando belleza a sus palabras, ha intentado hacer sentir algo a alguien. Puesto que, en teoría, los estereotipos premian las sinceridad. Aunque sea mentira y el poeta siga siendo alguien solitario y, en cierta medida, asocial.

miércoles, 5 de agosto de 2009

El Café

Leo en muchos medios que antaño en Bilbao existían clubes y cafés donde la gente se juntaba para discutir sobre la actualidad, el arte o cualquier tema con una trascendencia social o cultural. Pequeñas o grandes tertulias que pretendían arreglar el mundo. Compruebo, además, que de ahí surgieron diferentes grupos artísticos como el ALEA (Asociación Libre de Ensayos Artísticos) en la que militaron Lauaxeta, Azaola o Blas de Otero. Además, en esos clubes se tenía la oportunidad de escuchar a la élite intelectual de la época. Unamuno o Pío Baroja no fueron ajenos a éstos, tampoco Azorín u Ortega y Gasset, quienes se juntaban alrededor de una mesa para conversar. En la actualidad, desconozco si estas prácticas continúan o si la era cibernética ha convertido a estos cafés en foros. En Bilbao sería incapaz de nombrar un solo café de este tipo, donde se discute de filosofía o literatura. En Madrid está el Café Gijón, que según lo que entendí parece más una reliquia.

Pero no sólo eso. Ahora sería incapaz de nombrar a una élite intelectual que pudiera sustituir a aquellos nombres. No digo que no los haya, ya que desconozco si es el paso del tiempo quién ilumina las “luces” o si es que aquellos intelectuales brillaban tanto que socialmente estaban ya reconocidos como tales. Hoy en día, lo que se aproxima a un intelectual está más cerca del escribiente que del hombre de sabiduría que realmente opina lo que siente. Los foros públicos ahora son púlpitos en los que cada uno suelta su rollo sin ninguna interacción o interrelación. No se recuerdan grandes discusiones más allá del “he venido a presentar mi libro” de Paco Umbral. Además, los medios de comunicación están llenos de nombres que escriben artículos planos y que, a pesar de su más que probada valía en algunos casos, se dedican a escribir lo que el grupo comunicativo desea transmitir. No digo que todos sean iguales, pero sí que hay coincidencias. Podría dar nombres y apellidos, pero me desviaría mi preocupación: mi desconocimiento total de la vida cultural de mi Villa.

Sin un estímulo cultural es imposible que la sociedad avance. Sin una vanguardia que vaya un paso avanzado es imposible descubrir algo nuevo. Y como en los deportes, ésta necesita campos de barro donde entrenarse hasta poder debutar al estadio. Pero además, esta cantera debe ser visible y fácilmente accesible y permeable, porque sino se convertirá en un reducido grupo de intelectuales que poco o nada dirán a la sociedad. Porque para transmitir un mensaje, aparte de adecuarlo al receptor, hace falta estimular a un público que es cada vez más apático. ¿Dónde quedan aquellos cafés en los que se arreglaba el mundo a golpe de puro? ¿Y aquellas discusiones sobre los diferentes modelos sociales y culturales? ¿Acaso los olvidamos o son simples leyendas históricas?

martes, 4 de agosto de 2009

La derrota del tiempo

La realidad es dura y arrolladora. Es inexorable, no hay quien la pare. Es un absoluto dentro de la relatividad vital. Cada uno la percibe de diferente modo, pero ella sigue en movimiento, aunque inmutable a la vez. Es como el río de Heráclito ("no es posible descender dos veces al mismo río, tocar dos veces una substancia mortal en el mismo estado, sino que por el ímpetu y la velocidad de los cambios se dispersa y nuevamente se reúne, y viene y desaparece"), que fluye mientras permanece. El tiempo pasa sin que uno se dé cuenta, lo que imposibilita que lo valoremos hasta haberlo perdido. Como leí hace tiempo en una revista, cuyo autor no recuerdo, quién afirmaba que “uno sólo nota el tiempo que pasa por la huella que deja”.

Jon Juaristi explicaba en una entrevista el “síndrome de tercera generación”. Él lo situaba en el franquismo y explicaba que ellos habían “desarrollado la locura” de sus abuelos, que eran aranistas e intransigentes. Dejando a un lado el sesgo político, el bilbaíno tiene razón, ya que somos muchos quienes sentimos curiosidad por las “circunstancias” de nuestros abuelos. Más aún los que sentimos haber roto con su mundo, pero que deseamos reconstruirlo. Por eso, quizás, buscamos volver a las raíces y admiramos el mundo en el que se criaron los padres y tratamos de mezclar esas raíces con la realidad actual. Queremos unir nuestra huella rural con nuestra realidad urbana, deseamos ensamblar nuestro universo euskaldun con nuestra realidad castellano-parlante. Añoramos ver cómo era el pasado, para poder pescar algo y traerlo al presente.

Pero no nos engañemos, eso es imposible. Viajar en el tiempo es aún una quimera y los recuerdos no son más que imágenes y palabras. Son virtuales, por lo que, por muy reales que sean, jamás volveremos a vivirlos. Todos quisimos beber de otros manantiales, por eso no apreciamos nuestro abrevadero. Otros tiempos no sé si fueron mejores, pero nos toca vivir los nuestros que igual algún día querrán para sí nuestros nietos. Aunque siempre podremos soñar despiertos.

domingo, 2 de agosto de 2009

La violencia excusa al violento

Vivimos en unos tiempos en el que ser pacifista es un deber social. Hay que odiar las armas y ser demócrata porque sí y para sí. Asimismo, tenemos que amar al prójimo como nos gustaría ser amado y deseamos lo mejor de lo mejor a todo el mundo para que ellos nos lo deseen igualmente. Somos así de altruistas. Pero he aquí que todo ese “buen rollo” social se acaba cuando un hecho extremo ocurre. Porque en ese momento puedes ver a católicos extremos deseando que bombas exploten en manos o a demócratas liberales clamando al Gobierno que tome las armas contra los secesionistas, y ya de paso, contra todo aquel que no sea tan firme como ellos y atente contra la unidad de vete a saber qué. Vamos, en el momento de la disidencia ideológica ante un hecho terrorífico sale la verdadera bestia que algunos llevan dentro. La cual, por cierto, les deja a la altura del betún.

Y es que somos unos hipócritas. Porque vendemos unos valores que no respetamos. Nos creemos por encima del bien y del mal para luego bajar a los infiernos. Y lo peor, nos excusamos en los demás para actuar mal, lo que es doblemente cobarde. Es la manera de anestesiar nuestro remordimiento, escudándonos en que “él pegó primero”. Así ocurre en nuestra sociedad occidental, cuyos valores están cayendo en manos de gente ortodoxa e intolerante. Así la idea de España ha quedado circunscrita al “España 1 y no 51” y la de Euzkadi a un nido de “violentos galos” que van con metralletas por la calle. Por eso, cuando el Estado golpea los españoles son “hijos de puta”, mientras que si lo hace ETA somos los vascos los descendientes de “mujeres de moral laxa”. Puro prejuicio que se convierte en juicio porque lo afirma una elite que se ha apropiado de los valores y la ética social, aunque en realidad lo que ha hecho ha sido berrear en lugar de hablar y construir discursos populistas y autocomplacientes, que se aprovechan de la ignorancia social, de la cual me siento parte.

Lo más trágico es que, en lugar de juzgar a quien crea estas fobias, los valoramos como luces sociales. No hay más que ver que, cada vez que se toca a uno de estos “arquitectos sociales”, salen de repente miles de hooligans, que jamás habrán leído un libro del susodicho, a defender a capa y espada discursos que difícilmente se sostienen por sí mismos. Palabras llenas de fobia escondidas bajo un manto pseudo-demócrata. Todo porque la violencia excusa al violento, como la fobia excusa al “-fobo”. Corremos el peligro de ceder los debates públicos a “agricultores del odio”, que únicamente buscan la confrontación social. Nunca la difamación fue tan gratuita ni estuvo tan reconocida. Nos reímos de Irán, de la Alemania nazi y nos preguntamos, ¿cómo pudo ocurrir? Pues muy fácil; “muevan y agiten”. Ya está.