miércoles, 28 de octubre de 2009

¿Qué hay después del material?

Cuando nuestros abuelos nacieron, en pocos lugares estaban todas las necesidades cubiertas. La siguiente generación, la de nuestros padres, mejoró sustancialmente, aunque aún hubiera sitios donde se vivía sin tapar lo básico. No obstante, nosotros hemos tenido de todo. Es más, diría que hemos tenido demasiado y eso, pienso, nos ha frustrado. Ante la falta de medios, se pensó que llenarlos iba a ser preciso para que los humanos fuésemos felices. Pero se obvió nuestro afán de conseguir más de lo que tenemos y, en lugar de enfrentarnos al problema, decidimos seguir adelante con la descabellada idea de que el material iba a sustituir a lo espiritual. Se creyó que a través de los objetos iban a gozar los sujetos. Así, cuando se pasaba una mala racha se iba de compras o se compraba tal o cual objeto que iba a solucionar los problemas. Quizá servía durante un tiempo como sedante, lo cual en principio tampoco tiene porqué ser malo, pero el vacío seguía estando presente. Era como una droga, consumir exigía siempre más para ser feliz.

Por eso, me pregunto ¿qué hay después del material? ¿Qué necesitamos para poder vivir de una manera más o menos feliz? Con otras palabras, ¿qué necesitamos para gozar, en el más amplio de los sentidos de las palabras? ¿Cómo alimentar el espíritu?

Es una pregunta que resulta difícil responder. Sin embargo, algunas pistas tenemos. Por ejemplo, una pérdida o falta de algo no tangible no se puede sustituir por algo tangible. Los objetos no hacen feliz, sino las interpretaciones que hacemos de ellos. Eso es que el objeto en sí no tiene mayor valor del que le damos nosotros. Por eso, es harto improbable que nos haga sentirnos realmente felices. Puede que nos entretenga, lo que no es poco, pero únicamente quedará en la superficie del problema. Además, muchas veces sólo aporta nuevas infelicidades. Sobre todo cuando se fija uno en lo incompleto que está ese objeto y los complementos que necesita, muchas veces innacesibles.

De todos modos, no es lo más grave. El consumismo ha deshumanizado al humano. Ha conseguido que utilicemos al humano como fin y como objeto. Esto es algo que venía de antes. No obstante, en tiempos pretéritos no teníamos los conocimientos ni la cultura “igualitaria” en la que habitamos. Y eso influye en nuestro alma. La banalización de los sentimientos ha conseguido vaciar nuestro alma. Hoy en día se oye demasiado palabras redondas como “amor”, “amigo” o “te quiero”. Palabras o expresiones cuya profundidad ha quedado vaciada por superficiales impulsos que confunden al amor con las ganas de probar sexo (lo que no es punible) o el “te quiero” con el “tengo ganas de meterla hasta dentro”. Son sentimientos nobles convertidos en moneda de cambio del día a día, son poesía convertida en reportaje (O jodes o te joden).

Mientras que los modelos sociales sigan siendo ordinarios y surpefluos, y el nuevo Dios sea el consumo seguiremos sin “cultivar nuestro jardín”. Aun así, yo me pregunto, ¿qué hay después del material?

jueves, 22 de octubre de 2009

Fielmente humanos

Muchas veces nuestra cobardía nos lleva a escondernos detrás de la gente. Es algo totalmente humano, pero totalmente criticable. Esa abstracción nos libera de nuestras culpas, nos excluye de cualquier problema del que formamos parte como aquel que cuando hay un examen huye de clase fingiendo que está enfermo. Porque, por mucho que no queramos verlo, formamos parte de esta sociedad, aunque muchas veces hagamos dejación de ello. Es verdad que la construcción social es injusta. Es también cierto que hay una selección natural. Sin embargo, mandar todo a la mierda cada vez que algo falla es, aparte de estúpido, poco recomendable.

Y lo digo porque no nos damos cuenta de que a pasos y a golpes se aprende; del error, más concretamente. Y escondernos detrás de la sociedad cada vez que algo falla es erróneo, aparte de algo cobarde. Es cierto que nuestro comportamiento en comunidad es diferente al individual, ya que se diluye nuestra personalidad en el grupo. No obstante, no implica diluir nuestra responsabilidad en el grupo. Los humanos no somos objetos, sino sujetos y, por ello, somos activos y en gran medida conscientes de nuestros actos. Otra cosa es que no nos interese, pero la mayoría de las veces sabemos lo que, desde el punto de vista ético, hay que hacer. Y somos también conscientes de qué no funciona en esta sociedad. Es evidente que hay disfunciones, ya que no somos perfectos, sin embargo nuestros análisis son parecidos. Todos nos vemos oprimidos por los demás, sobre todo por algún “cabeza de turco” abstracto como la sociedad. Pero no hacemos nada por cambiarlo.

Y es que es muy fácil la queja sistemática; la crítica corrosiva y destructiva. Es también fácil abocar a nuevos regímenes y nuevas construcciones abstractas, pero en teoría más justas. Aun así, la realidad es más compleja. No concebimos que las cosas no se destruyen, sino que se transforman. Por lo que, para que ahonden socialmente los valores democráticos se necesitan muchas generaciones. Además, si no cambiamos nuestro comportamiento individual es imposible que cambiemos el comportamiento grupal. No olvidemos que la sociedad es una suma de individuos que, aunque diluyan aspectos en el grupo, siguen tomando parte en él. Es la interdependencia.

domingo, 11 de octubre de 2009

Musika pertsonala

Azken asteotan Berri Txarrak-ek bere azken diskoa aurkeztu du. Payola izenarekin datorkigu azken lana. Disko gordin ta azkar, Jaio.Musika.Hil-etik oso aldenduta. Ta diskua bezain potente zuzeneko emanaldiak datozkigu; Basauriko hain zuzen ere. San Migueleko jaietan jo zuten naparrek ta oso kontzertu ona eskeini ziguten. Lehen birakoak baino azkarragoa izan zen emanaldia. Kitar zorrotzak, aho sakona ta giro berezia. Bertan azken diskoko abestiak jotzeaz aparte, zaharrak ere jo zituen taldeak. Jenteak kontzertua disfrutatu zuen, halaxe esaten zuten gure arpegiak.

Kerobiak ere emanaldi oso onak eskeintzen ditu. Ezberdiñak dira, agian nostalgikoagoak. Hala ere, oso elektrikoak. Ahotsak kulunkatzen gaituen bitartean, kantantearen hezurrak dardaraka ari dira eszenatokian, abestieen sentipenak helarazi nahian. Izan ere, pianoaren kutsua nabaria da. Musika nostalgikoakoa, ta aldi berean hunkigarriagoa, bihurtzen du instrumentuak. Giro intimoa sortzen da, geure penak ta ilusionak elkarren alboan zintzilik, geure desio ta oroitzapenekin eskegita. Agian letraren batek lehortuko ditu. Nork daki?

Euskal eszena Nafarroatik pasatzen da. Niretzako dauden bi talde onenak bertakoak direlako. Oso letra onak, poesia dela esaten ausartuko nintzateke, ta musika sakona. Zerbait esaten digute Kerobia ta Berri Txarrak-ek kantatzen dutenean, zerbait pertsonala, polit bezain erakargarri. Harrigarria azken finean, ze erras ikutzen dituzte gure baitango hariak!

PD: Parkau nire euskera makala

miércoles, 7 de octubre de 2009

Tropa de élite; una lección de ética

Hace ya tiempo que vi en el cine la película “Tropa de élite”, que trata sobre el BOPE, el cuerpo de élite de la policía brasileña. Una película que me dejó un sabor agridulce, dulce porque vi un cuerpo que no se doblaba ante la corrupción y agrio, porque utilizaban la violencia indiscriminada para combatir a las mafias de las favelas. Pero aparte de esos temas desgrana otros como la corrupción política y policial que hay en Brasil y el que a mí más me agradó: la demagogia juvenil sobre el tema policial. Sé que lo que voy a exponer suena a carca, pero me parece injusta la visión que se tiene sobre la policía en general. No seré yo quién defienda sus brutalidades ni quien pondere su perfección, pero creo que la policía hace un trabajo sucio que muchas veces no es reconocido (en parte, gracias a esa visión anti-sistema de la izquierda moralista, que sólo se acuerda de la brutalidad policial cuando les perjudica) y que da una mala imagen de ella. Es una concepción muy común entre los revolucionarios de salón, aquellos que sueñan con barricadas mientras ven su televisión de plasma.

En la película esta visión “bobo” (bohemia-burguesa) queda definida en los compañeros de clase de Matías. Recordemos que éste es un policía de raza negra que estudia derecho rodeado de hijos de magnates y clase media brasileña, que no paran de quejarse de que “paran sus coches y los tratan con vehemencia”, en lo que tienen razón. Pero la paradoja aparece cuando se descubre que éstos son drogadictos y colaboran con las bandas, pasando droga a la universidad, y que sólo se manifiestan cuando matan a uno de los suyos. Esa actitud me recuerda a muchos revolucionarios que conozco (no todos, evidentemente). Son gente, por lo normal, culta e inteligente pero que peca de vanidad. Son los típicos que se quejan de la policía cuando les quita sus “litros” y que afirma que el Gobierno les alienta mientras se fuman un canuto; ¡bendita paradoja! Son los mismos que hablan sin parar de la opresión de los trabajadores mientras que ellos colaboran consumiendo productos de marcas que explotan en el tercer mundo o son indiferente al sufrimiento del prójimo. O los que, y esto es lo más sangrante, alardean de “anti-imperialismo americano”, pero pasan sus vacaciones en EE.UU. o consumen como locos sus productos, aun siendo ellos tan anticapitalistas, a la vez que postulan por un “bloque anticapitalista” al estilo soviético, que lo único que hacer es pisar los derechos individuales de los ciudadanos (mucho más que en EE.UU.).

Por eso, “Tropa de élite” me parece una lección de ética. Ya es hora de desenmascarar a estos moralistas de tres al cuarto, que no hacen más que hablar de lo que no hacen y hacer lo que no dicen. ¡Basta ya de creer que la policía es mala en sí y no porque los policías son malos! ¡Basta ya de tanto pro-totalitario pseudo-demócrata! ¡Basta ya de anti-sistema sistemático! Y, en fin, ¡Basta ya de tanta estupidez! Seamos serios y tengamos criterio.