jueves, 16 de diciembre de 2010

Omenaldi xume batzuk

Xabier Lete joan zaigu. Aspalditik gaixorik zegoela bagenekien. Hala ere, euskal kulturarako oso kolpe latza izan da heriotza. Xabier Lete geure kulturaren ikur handienetariko bat izan da. “Izarren hautsa” edo “Xalbadoren heriotza” kantu ospetsuak dira gaur egun, edozein herriko jaietan entzuten direnak, alegia. Dena den, hau ez da artikulu xume hontan azpimarratu nahi nuen aspektua. Neuri benetan harritu eta hunkitu egin didana, zera izan da: Lourdes Iriondo-ri zion maitasuna. Hori izan da aspalditik Xabier Leteren miresgarri iruditu zaidan alderdia. Nik ez nuen bera ezagutzeko aukera, baina egunkarietan leitu dudanez, Lourdes Iriondorekin txundituta zegoen. Bere emaztearen heriotza bere gaixotasuna larritu zuela ei da. Nire “abuela” zendu ostean, nire aititea ere arinago hil zen. Hori da, azken finean, gizakiok faltan duguna: bizitzeko beste pertsona bat, orekatzen gaituen beste adiskide, lagun eta min bat, berarekin amildegian behera abiatzeko prest gaudenarekin.

Biak, beste asko bezala, istorio erromantikoei bizitza ematen zieten eta eroi erromantiko bezala, maitasunak hil zituen. Ezin zituzten beraien ametsak egi bilakatu, betirako amodioak joan baitzitzaizkien. Hauxe da Xabier Leteri eskaini nahi nion omenaldi xumea eta, horren harira, nire Abuelori ere. Batek euskaraz idatzi diren olerki sakonenenetakoak izkribu ditu. Besteak bere senidea aurrera ateratzea lortu zuen. Biak ez ziren eroso bizi, halere besteon bizitza errazago eta erosoago izan zitezela ahalegin handi egin zuten. Batek poesia erabili zuen, besteak bere buruak eman zituen baliabideak. Letek bere poesiarekin geure kezka denak zerikusiak dituztela erakutsi zuen. Kontraesanak, heriotza, bizitzeko premia denon buruhausteak dira. Horri esker, mundu bakarti honetan horren bakarrik ez garela bizi eta denok, era batean, antzekoak garela aditu nuen. Hori da, azkenean, erabateko bakardadetik ateratzen digun poesia; non hitzak geureak bailitzan irakurtzen diren. Xabier Leteren bertsoak guk konposatzen jakin ez ditugunak izan dira. Horregatik, hainbatetan kantatu ditugun estrofak bihurtu dira.

Eskerrik asko Xabier Lete, eskerrik asko Abuelo

Goian begoz

lunes, 13 de diciembre de 2010

Nos arrepentiremos

Es paradójico que en una sociedad democrática a quien se dedica a publicar secretos oficiales se le acuse de abusos sexuales en otro estado y le busque la INTERPOL con mayor ahínco que a Osama Bin Laden. También resulta contradictorio que los países más democráticos del mundo respondan a la defensiva cuando sus vergüenzas son sacadas a la luz. Si se ha intentado tapar el asesinato del fotógrafo José Couso por el único delito de informar; la culpa es de quien lo descubre y no del que asesinó al periodista en Irak.

Otro ejemplo, si se espía a Ban Ki Moon, cuando se sabe que la ONU pinta poco o nada en la política internacional, la culpa es de Wikileaks por atacar la “soberanía estadounidense”. No importa que se haya seguido al dirigente de las Naciones Unidas; sino capturar a quién ha permitido una plataforma para hacerlo, por lo que concluyo que el problema no es el fondo; sino las formas. Lo fundamental no es que el mundo esté pivotado por intereses ajenos a la mayoría de la ciudadanía; sino que la ciudadanía se entere de ello. El poder crea poder y cuando deja de ser un servicio suele convertirse en una tiranía. El problema actual es que el actual poder está lejos de los Sarkozy, Merkel u Obama y recae en las manos de las diferentes multinacionales que juegan con el mundo como si de un tablero de ajedrez fuera. Ya no somos personas; sino números para cuadrar balances.

Hace menos de una semana el mundo contemplaba con estupor cómo Liu Xaobo no podía recibir el Premio Nobel de la Paz. La silla vacía era el reflejo de la tiranía china; un estado comunista que emplea las armas del capitalismo para vencerlo y que, como sigamos así, lo conseguirá. Puede que ese día nos demos cuenta del valor que tienen los Estados Unidos de América para los occidentales como nosotros y del valor que tienen la libertad o la igualdad en nuestra sociedad. Cuando ese día llegue, veremos qué importancia tienen los Derechos Humanos que tan fuertemente pisoteamos ahora que nos sentimos libres. Nos acordaremos de esa vida privilegiada que hemos llevado hasta que llegaron los chinos y nos colonizaron; nos convirtieron en sus peones.

Es por eso que me pregunto, ¿quién se sentará en la silla de Julian Assange? ¿Quién le dará un Premio Nobel de la Paz? No son preguntas banales; sino estructurales para una sociedad que dice ser democrática. Porque habría que preguntarse si nosotros, que somos el reflejo del liberalismo, estamos listos para ser autocríticos con nosotros mismos. No vale únicamente con decirlo, hay también que hacerlo. La reacción de las Instituciones que nos representan es la contraria; no se admite que en la política actual todos somos peones y que cada gobierno hace lo posible por sacar tajada del panorama internacional. ¿Por qué Zapatero, que acusaba a Venezuela de cobijar a miembros de ETA, les vendió armas? Nadie responde.

Hace mucho tiempo que la sociedad y los políticos van en direcciones opuestas. Hablan dos lenguajes diferentes; los políticos pretenden, los unos, entender el complejo lenguaje de la política (con sus telarañas de intereses) con el fin de ver prosperar a su sociedad y, los otros, amarrarse al poder para ver crecer su propio bolsillo, y los ciudadanos, los unos, salir adelante como puedan antes de pensar en un mundo mejor y, los otros, salir adelante sin pensar en los demás para crear un bolsillo más amplio. Vivimos, en definitiva, en una sociedad en la que los políticos no creen e los ciudadanos ni los ciudadanos en los políticos y en la que la palabra libertad ha sido sustituida por “libertinaje”.

La masificación de la opinión pública ha permitido la entrada de todos, pero también la errónea creencia de que toda opinión es válida. No es cuestión de legitimidad; sino de criterio, ya que yo tengo derecho a hablar de salud, pero un médico, entiendo yo, sabrá más y habrá que entenderle. Con la política, la economía o el fútbol pasa igual. Es por eso que antes de hablar deberíamos escuchar, en lugar de matar al mensajero. Wikileaks ha hablado y nadie ha querido escucharle; sino directamente censurarle. Nos arrepentiremos.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

El valor del silencio

No sé si será por la socialización de las minicadenas o porque nos sentimos solos, pero es casi imposible, hoy día, tener un momento de silencio. De hecho, cuando éste llega suele ser bastante inesperado. El silencio, hoy día, es sinónimo de incomodidad o de trabajo forzado. Sólo ocurre en clase o cuando te olvidas del mp3. En los demás momentos, aun habiendo silencio externo, siempre suena algo. Hay gente que duerme con música u otros que la utilizan para llegar al sueño. Es algo que es frecuente en los jóvenes. Razones puede haber muchas: desde la costumbre, hasta falta de sexo (eso lo defendería Freud). Yo, sin embargo, creo que es porque tenemos miedo a estar solos.

En la sociedad actual parece que existe una carrera a ver quién tiene, de cara al público, la vida social más animada. Los Tuenti/ Facebook son los escaparates y nosotros el producto. Y como muchas veces, la calidad es antónimo de la calidad: tenemos muchos contactos, pero pocos amigos. Es por eso que buscamos todo el rato compañía (televisión, radio...). No queremos que nos vean solos, porque no queremos que piensen que estamos marginados, que vivimos al otro lado de la sociedad. Queremos estar integrados y, aunque eso no sea del todo negativo, esforzarnos por ello puede llevar a negarnos a nosotros mismos. Son muchos los que se perdieron a sí mismos por buscar a los demás. De ahí su frustración al ver su doble derrota: se habían perdido y no habían encontrado a nadie.

Negar la soledad y ahogar el silencio es antinatural. Como individuos que somos, necesitamos estar a solas con nosotros mismos para reflexionar sobre cómo encarar los avatares de la vida. Es algo habitual en todos, aunque hoy día la continua mercantilización del ocio nos haya llevado hasta el extremo de subordinar la reflexión personal a la diversión personal a través de la virtualidad del “otro”, lo que muchas veces significa jugar con uno mismo creyendo que hay “otro”. Es el desdoblamiento del ser entre lo “real” y lo “virtual”. También pasa que, en una conversación, siempre tenga que haber alguien hablando. Es como en las “nívolas” de Unamuno, cuando el autor introducía diálogos para evitar silencios. De ahí que cada vez que nos tumbemos en una cama y empecemos a reflexionar en silencio nos quedemos dormidos. No toleramos el silencio.

El silencio es símbolo de paz. Es, además, el mejor camino para llegar a la concentración y, si encuentras el camino, a la paz interior. El silencio ayuda a reflexionar, lo que conlleva ver la vida desde otros prismas distintos y dar rienda suelta a la cabeza. El silencio es también símbolo de dormir, de duelo, de respeto, de incredulidad... El silencio es, ante todo, un símbolo paradójico, que habla sin abrir la boca. Es un símbolo humano que dice más que mil palabras. El silencio es, ante todo, imprescindible y reconfortante. Es relax.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

El coñazo de siempre

Nos quejamos de que todo sigue igual. Nos lamentamos de que los jóvenes no tenemos oportunidades, de que somos el “último mono” para cualquier empresa, de que nuestra temporalidad nos condiciona nuestro futuro. Este sistema no nos gusta, pero para olvidarlo compramos. Odiamos al jefe, pero no nos atrevemos nunca a plantarle cara. Decimos que no hay alternativas, pero no nos preocupamos por construirlas ni por darles vida. Todo está muerto, todo es una mierda, pero nos gusta. Somos cómodos. Nos gusta un estercolero con tal de tener cuatro cosas que nos distraigan. Nos inhibimos. Da igual lo que ocurra alrededor. Puede caer la Muralla China, pueden morir todos los niños de África que sólo nos acordaremos por la televisión o por un evento de Facebook. Total, ellos no han hecho nada por mí.

Me toca las narices que nos quejemos por todo, pero que no aportemos nada. Las alternativas participativas no nos gustan, nos resignan y ni siquiera participamos. El esfuerzo de mucha gente por cambiar los lugares en los que vive es en balde. Como nadie puede cambiar todo de la noche al día, nos dedicamos a la demagogia barata, al “¿y qué hay de lo mío?”, al destruir. Somos conservadores, egoístas y hasta un punto reaccionarios y eso siendo jóvenes. Queremos practicar sexo, pero insultamos a quién nos lo da. Nos queremos liberar, pero criminalizamos al que quiere cambiar. Pensamos que por renovar el móvil, el iPod o el ordenador estamos a la última y progresamos. Pues quizás, pero puede que también nos dé la sensación de que avanzamos, aunque en realidad lo que hagamos es retroceder. Lo peor es que lo sabemos de sobra. Pero nos da igual. Quejarnos sirve. Lava nuestra conciencia, aunque no nuestros pecados. Total, viviremos peor que nuestros padres. Eso sí, entretenidos.

sábado, 23 de octubre de 2010

Sobre la Construcción Humana

Ocurre muchas veces que por culpa de la institucionalidad que instruye nuestras vidas, pensemos que nuestras libertades emanen de las Constituciones o Leyes establecidas para organizar un territorio y nos cortemos las alas. Pensamos que son estos papeles los que encierran qué podemos y qué debemos hacer para ser unos buenos ciudadanos. De la misma manera, pensamos que para ser buenos ciudadanos hay que cumplir con ellos sin rechistar. De hecho, los intelectuales orgánicos ya se encargan de recordárnoslo con apelaciones apocalípticas a la desintegración de tal o cual cuerpo político o satanizando a quien pone una pega al orden establecido. ¿Y qué?

Ocurre que cuando un hombre queda subyugado a unas leyes, que es dominado por ellas y que su naturaleza queda determinado por estas, se convierte en un hombre encadenado, reprimido y dominado. Parece paradójico, pero pensar que por vivir en una democracia formal, vivimos realmente libres es un error. Porque la libertad es una lucha diaria, en la que a veces se gana y otras se pierde. Pero es una lucha a la que estamos condenados, un camino que se construye día a día y vivir en un estado que tenga unas condiciones más o menos democráticas es simplemente una ventaja a la hora de encarar nuestro compromiso con la libertad. ¿Acaso no es libre el Hombre por naturaleza? ¿No sería injusto, siguiendo la institucionalización y las buenas formas con las que debemos vivir, pedir la excarcelación de los presos políticos cubanos o chinos? ¿O sólo es justa para separar a los “malos” y a los “menos malos”?

Estas son preguntas que deberían rondarnos la cabeza. Pensar o creer, sería más lógico, que por tener derecho a voto somos libres es un error. También pensar que el Bienestar Social está en la mente de todos los dirigentes de es te planeta. La perfección no existe, ya que como todo idea abstracta, se ha de adaptar a una realidad contradictoria que impide una visión formal de ésta. Los estados supuestamente democráticos o libertarios han sido muchas veces los verdugos de otros pueblos (o de sus propios pueblos) en nombre de unas virtudes que ellos mismos desechaban y han hecho proselitismo de una visión del mundo, erosionando y destruyendo su pluralidad interna. Quienes creyeron que por eso eran patrones de la libertad o de la Justicia se equivocaban. Querer importar un modelo concreto de vida, una ideología que funciona en un territorio, e imponerlo a la fuerza es, al fin y al cabo, caer en la opresión de la que se busca liberar.

Siendo todos iguales como somos, resulta chocante la asimetría en las soluciones que se dan a los problemas que asolan nuestro mundo. Donde nosotros tenemos intereses, existe gravedad. En los otros lugares del globo, aun habiendo dramas, no ocurre nada. Además, nuestras soluciones son las únicas válidas. Es algo humano, terriblemente humano. De hecho, sigue habiendo un proselitismo entre quienes son salvadores y quienes son salvados. Como en el cine, hay un héroe y unos desvalidos y aunque muchas veces el primero no busque más que notoriedad, siempre ha de ser aplaudido. Lo grave es que muchas veces quienes son críticos con ello, caigan en la misma trampa.

Los dirigentes de este planeta lo saben: es cierto que no existe una receta única para arreglar el mundo. Sus contradicciones siempre nos llevarán hacia nuevas contradicciones. De una solución, siempre saldrá algún problema. Aun así, el progreso es constatar que la nueva contradicción es proclive al bienestar común que la anterior. En el Primer Mundo, vivimos una contradicción menos grave para nuestra supervivencia que en los Países Empobrecidos. Sin embargo, no debemos pensar que hemos llegado al final del camino: a la felicidad absoluta. De nuestro avance, han surgido rémoras, como el talibanismo constitucional, que nos llevan a una nueva dictadura liberal que, con más derechos y obligaciones que los totalitarismos del siglo XX, nos condena a un sistema eterno.

Ahora cabría preguntarse entre quienes tienen inquietudes, qué se puede hacer para transformar este sistema y esta sociedad en algo más justo y digno, para seguir avanzando en la construcción de la Humanidad. Primero, creo, habría que cambiarse a uno mismo, porque tanta condescendencia nos ha hecho perder la perspectiva de que, aunque nosotros corramos, hay alguien que sin verlo, está en el mismo lugar que nosotros y que únicamente puede andar. Segundo, habría que escuchar a quienes, desde otros puntos de vista y otras experiencias, pueden aportar. Seguro que así podemos demostrar(nos) que nos somos tan libres ni tan buenos como creemos; sino que hemos tenido más suerte.

martes, 5 de octubre de 2010

Ajustar el motor ante los nuevos tiempos

La revisión técnica de uno mismo lleva a la introspección del propio ser. Es el recuento de las derrotas y de las victorias que se han cosechado durante la última fase, de cara a preparar las condiciones para poder adaptarse uno a la siguiente. También exige un planteamiento claro y práctico para los nuevos contextos; eso es construir un claro plan vital que pueda ser flexible ante las inclemencias existenciales que azotan nuestras vidas. Hay que saber prever, dentro de lo posible, lo que puede ocurrir y todas las variables que ello acarrea. Así, se estará preparado tanto para la alegría como para la resignación, ya que aunque suene extraño, la alegría muchas veces puede llevar al desengaño y, directamente, al dolor. Es el capricho del tiempo que nos mece. Es la matriz que nos da forma y hay que ser fuerte para poder ajustarse a ella sin perder la propia naturaleza. Es cierto que el mundo nos cambia, pero hay que saber conservar la esencia y mantenerla a pesar de los pesares.

En estos momentos de cambio de ciclo, es en los que el vacío aparece de manera más nítida. Una vacuidad que va de un momento concreto a otro momento concreto, pero que no es más que la expresión de un cambio de camino. Es un descanso para renovar esperanzas y buscar nuevos retos, dar un salto cualitativo y evolucionar como ser. Suena muy abstracto, pero en la relación e interrelación entre la teoría y la práctica está la base del éxito. El hecho de que la realidad se acerque lo máximo a los sueños y que esto tenga un desarrollo constructivo es la meta de cualquier individuo. Construir un camino lleva a soñar con las piedras que uno ha de colocar. Es por eso que hay que tener un diseño de éste antes de ponerse a ello; reflexionar ante cómo representarlo y cómo llevarlo a cabo y ponerse a pensar en el siguiente. Al fin de al cabo, hay que estar preparado para las sorpresas que da la vida, pero también hay que tener claro que se espera de ella. Las revisiones técnicas sirven para ello y es por eso que de vez en cuando conviene mirarse el motor para ajustarlo a las nuevas carreteras.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Conversaciones entre amigos del alma

K.: ¿Tú crees que algún día seremos felices?

Z.: Pues supongo. Por ahora sólo tenemos palos, pero seguro que de ahora en adelante las cosas irán mejor.

K.: Claro, porque peor no pueden ir. No he tenido descanso, no tengo grandes esperanzas. Lo poco que tenía se ha esfumado.

Z.: No exageres. Siempre puede ser peor. Mira los niños de Ruanda. Tú comes, bebes, vives. Ellos sobreviven.

K.: Ya, es verdad, pero de alguna manera yo también sobrevivo. Sé que soy un privilegiado porque tengo las necesidades básicas cubiertas, pero me siento vacío de espíritu. Y eso no se compra...

Z.: ¿Es una chica?

K.: Sí, bueno... Ella sólo es la punta del iceberg. En realidad, son muchas cosas. Ya sabes ciclos que empiezan, otros que terminan. El problema es cuando ves que algo nuevo viene y no estás preparado. Además, está la desgana, el cansancio... Desilusión lo llamaría yo. Dentro de poco será frustración. Sentirte el perdedor de siempre. Lo de siempre, vamos. El “buen amigo”, el segundón...

Z.: Sí, te entiendo. Pero no focalices todo en una mujer, porque sólo te va a traer problemas.

K.: Ya, ya sé. Pero sabes de sobra que es la “contradicción principal”. Es lo que nos mueve. Por encima de todo, o casi todo...

Z.: Ya, ¿y? Hay que ser fuerte y mirar hacia delante. Quedan muchos años para que encuentres a alguien. Nunca se sabe.

K.: Claro, pero hay cosas que no se pueden parar, sobre todo cuando las cosas no marchan bien. Es como una esperanza irracional... Duele más, porque es lo que te hace estar triste sin querer, lo nostálgico...

Z.: No seas moñas. Hay que pelear, luchar, saber responder. ¡Nadie dijo que fuera fácil, joder!

K.: Que sí, que ya lo sé... (suspiro) Si al fin y al cabo, primero quiero encauzar mi vida. Estoy algo perdido. Por eso veo que necesito a alguien. Creo que una mujer es lo que necesito para equilibrarme.

Z.: No digas tonterías. ¡Si sólo traen problemas! ¡Mírate! Como sigas así va a ser la sombra de lo que fuiste. Además, si no te equilibras tú solo, nadie lo hará en tu lugar. La mujer debe ayudarte, pero no debe ella todo el esfuerzo por ti. La lucha es personal.

K.: Tranquilo, sabes que no soy así. Además, las mujeres también pueden hacer la vida maravillosa. Lo que pasa es que tú eres un poco misógino.

Z.: ¿Quién, yo?

K.: Sí, tú.

Z.: Venga hombre... No digas eso...

K.: Sí. Siempre lo has sido. Lo que pasa es que ahora no admites que tú también has cambiado, que empiezas a sufrir por amor y esas “mariconadas”. Que eres “tú”, pero menos “tú” y más “nosotros”. Joder, ¡que todos nos enamoramos y la cagamos alguna vez!

Z.: ¿Yo? Soy el mismo de siempre... Sigo haciendo las tonterías de siempre, con los amigos de siempre...

K.: (corta) Que sí... Pero mira tu forma de vestir, ya no eres el de antes. Has cambiado, has evolucionado. Sin querer, pero queriendo, porque el tiempo es así. Te haces mayor. Con las mujeres te pasa igual...

Z.: Eso es porque he cambiado de ambientes, lugares... Pero sigo siendo el mismo chaval de siempre. Con más años, más golpes y más experiencias. Mírame, sigo escribiendo las mismas tonterías, algo mejoradas, pero al fin y al cabo las mismas. Y sigo sufriendo por esas cosas que no importan a nadie, pero nos importan a todos...

K.: (corta de nuevo) Que sí, joder... ¡que ya lo sé! Lo que te quiero decir es que los años pasan y nos amoldan, quieras o no.

Z.: No sé... Yo creo que la gente no cambia, sólo cambia su actitud ante la gente porque se amolda de diferente manera a distintos contextos.

K.: ¡Qué cabezón eres! ¡Qué ya lo sé! ¡Sólo quería decirte que la nueva ciudad te ha cambiado algo, no por completo!

(Silencio)

K.: Cómo necesitamos a una mujer que nos enderece...

Z.: Pues sí, pero una buena. No hay que liarse con la primera que pase. No vaya a ser que nos lleve por el camino de la amargura. Es mejor estar solo que mal acompañado. Es difícil encontrar a una mujer como para encontrar a “La Mujer”. Paciencia.

K.: (Suspiro) En fin, ¿vamos a tomar una cerveza?

Z.: Sí, vamos.

sábado, 25 de septiembre de 2010

No fiutxur

Prólogo: En estos momentos en los que uno desearía no sentir, es en los que la vida cobra sentido. Vivimos bajo los latidos del corazón. Pasivos, no somos más que objetos. Es por eso que el dolor es bello estéticamente y por eso que escribo estas sandeces. Lo más profundo de nuestra alma florece cuando sufrimos, amamos o nos emborrachamos de verdad.

Texto:
Avanzan lentos los días. Los minutos cargan los pesados párpados. Ojos alicaídos, decaído ante la impotencia de haber fallado en el momento puntual. Quizás te equivocabas o quizás te has equivocado. Sea lo que sea, su imagen aparece en tu mente. Estás enfermo y lo sabes. Vas sin rumbo, perdido. Las calles son iguales y paseas desganado. “El mundo es así” te lamentas mientras imaginas qué feliz hubieras sido. Casi lo tocas con las manos, pero se ha esfumado como el vapor de un tren. ¿Volverá? No lo sé. Sólo quieres olvidar. Deseas volver a ser aquel que iba decidido, directo, que pasaba, aquel hombre independiente construido de las cenizas. Puede que ahora toque volver a reconstruir. Nacer, morir, volver a nacer; reconstruir. Un corazón en ruinas y una mente en blanco y negro con la esperanza estancada en el curso infinito. ¿Y ahora qué?

Pues hay que continuar en la lucha, ser fiel a uno mismo y a los suyos. Hay que volver a las raíces, porque de ahí crecerán nuevas ramas que florecerán. Es primavera, seguro. Ser uno mismo es el primer paso para reconocer a los demás. Las masas deformes no tienen identidad. No saben, no padecen, no disfrutan; sólo dicen “sí” cuando hay que afirmar y “no” cuando hay que dudar. Nunca niegan, nunca admiten que no hay mal que por bien no venga, que hay que sufrir para disfrutar, que las rosas tienen espinas. Otoño. Queremos descanso, confort total. El dolor muchas veces aprecia lo que tienes. Lo básico es lo imprescindible. No es tanto sumar; sino que la resta no salga cara. Hay que llenar el cerebro, el estómago y el corazón y protegerlos. Cuando los vacías viene el crudo invierno. Tiempo de trabajo.

En fin, es hora de desconectar, de apagar por un rato el cerebro. Verano. Es tiempo de vaciar el corazón y de llenar el estómago, correr, hacer deporte. No es cuestión de huir de los problemas; sino de descansar ante los grandes retos para poder retomarlos. La vida es larga y exige paradas. Ahora querrías ser el que la vuelve loco, pero luego piensas, ¿para qué? ¿Acaso no es más importante construir tu propio camino, en lugar de que te lo den hecho? Luego te preguntas, ¿cuándo hemos dejado de valorar nuestro esfuerzo? Queremos todo a cambio de nada, por eso ante la mínima nos desarmamos. Hay que aprender a sufrir, sobre todo con lo que de verdad deseas.

Epílogo:
A veces desearías ser marino o preso para saber lo que es amar y sufrir en la lejanía. Querrías tener algo que disfrutar, pero un impedimento para tener algo que anhelar. Te gustaría ser digno y vivir momentos mágicos. Pero eso son cosas de películas, somos de carne y hueso. Su imagen vuelve y te derrumbas. Sólo quieres desintoxicarte, dolor al imaginar lo que no quieres que ocurra, valor ante el futuro, resignación ante el presente, temor por escuchar lo que no quieres oír, una centrifugadora de sentimientos… No fiutxur for as in dat guorld (no está hecho para nosotros)….

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Anclarse

Hay un momento en la vida de cada persona en la que se da cuenta de que hay que cambiar de ciclo. Es el instante en el que uno se da cuenta de que no se adapta a las circunstancias. Es cuando se sabe que uno ha quedado atrás, que se ha anclado en una versión de sí mismo que ha quedado obsoleta, que no se ha adaptado. En esta época posmoderna, quien no se adapta, muere, y aunque a veces sea un símbolo de resistencia, el ser demasiado fiel a sí mismo lleva a uno en larga letanía hacia la muerte; la muerte social. De hecho, ahora los ciclos son más cortos ya que el consumo es tan compulsivo que no tiene medida y buscamos siempre lo más reciente. Es por eso que también consumimos personas, pero también personalidades y es por eso que nuestra identidad está totalmente fragmentada. No hay dioses, ni cielos, ni infiernos, sólo adaptación a las circunstancias; intentar manejar la personalidad sin que se hunda entre las demás, pero sin resaltarla tampoco.

En este mundo el tiempo pasa sin que uno se dé cuenta. Los minutos son iguales y el ayer es un recuerdo. El pasado ya no es la base del futuro; sino algo lejano que ocurrió y sólo queda en la memoria para gozar de él. No importa repetir errores, sólo queda consumir personalidades y momentos hasta que se llegue un punto de felicidad (encontrar a alguien, tener un trabajo...), volver a consumirlo y empezar de nuevo. Así hasta el día del juicio final. Es lo que ocurre cuando se ha perdido el gusto por lo cualitativo y se ha caído en la compulsión por lo cuantitativo. Queremos más y da igual el qué, porque todo es objeto de consumo. De hecho, lo importante no es construir una personalidad; sino tener varias para poder mostrarlas en cualquier espacio tiempo de nuestra existencia e ir consumiéndolas según las circunstancias. No importa que no haya hilo conductor, ni que no seamos felices; lo fundamental es navegar, aunque sea a la deriva y que parezcamos normales, aunque lo confundamos “normal” con “habitual”

sábado, 11 de septiembre de 2010

11-S: La Triple Vertiente

Antes de que a Al-Qaeda se le ocurriera tirar las Torres Gemelas en 2001, el 11-S era conocido por ser el día en el que los Estados Unidos ayudaron al dictador Augusto Pinochet a tomar el poder en Chile. Un golpe que costó la vida y la Libertad a muchos chilenos y que fue un duro golpe para quienes veían a Estados Unidos como a una salvaguarda de la libertad. Su visión de “Sheriff” les llevó, otra vez más, a dar prioridad a la coacción antes que a respetar el libre albedrío de los chilenos. Es cierto que Allende era comunista o de izquierdas, pero era también cierto que no había cometido ninguna ilegalidad para tomar el poder. Es por eso que deberían haberlo respetado. Hoy, se cumplen 38 años de aquel derrocamiento y nadie se acuerda. Es una pena, porque Obama podría aprovechar para pedir perdón por aquello.

Esta amnesia es culpa del 11-S de 2001. Aquel día el mundo volvió a nacer con forma neoliberal. El mercado quedó libre, sin restricciones, mientras que los seres humanos fuimos embridados por el pánico al terrorismo islámico que se convirtió en poco tiempo en guerras en Afganistán e Irán. La primera contra los talibanes y la segunda contra Sadam Hussein, un dictador laico. La seguridad tomó el lugar de la libertad y todo lo que antes pasó quedó borrado y se creó una corriente anti-islámica, en lugar de anti-totalitaria. El Estado de Bienestar o la presunción de inocencia quedaron sustituidos por la matriz del mercado o las guerras preventivas. El Mundo Occidental se ponía a la altura del mundo fanático islámico que había golpeado su corazón: Nueva York. Lo grave es que esta desgracia fue aprovechada por un grupo de “gurús” de la economía que han creado millones de ricos, destruyendo a millones de personas de clase media. Así nos presentamos ante esta crisis en la que los Estados poco tienen que decir. Lo “público” es ahora privado y las multinacionales tienen mayor poder que las configuraciones estatales. Una acción vale más que un voto.

De todos modos, el 11-S siempre ha sido el día de Cataluña. Una reivindicación nacional que este año tiene más sentido por el contexto político. La sentencia sobre el “Estatut” y el anti-catalanismo del centralismo español exigen una contestación fuerte por parte de los catalanes. Es imprescindible respetar su palabra si queremos que se nos tome en serio. Todo lo contrario de lo que ocurre por tierras vascas, donde “Adierazi EH” quiere tapar el hueco de la solidaridad con los catalanes con una manifestación por “todos los Derechos” que ha sido prohibida por los Tribunales. Creo que antes de pedir a los demás que respetemos todos los Derechos (deberían ser más concretos), deberían manifestarse ante varios de sus portavoces que callan ante el asesinato político y que aplauden a los verdugos, en lugar de reconocer a las víctimas.

Como se ve, el 11-S es una fecha con muchas vertientes y todas muestran una pequeña parte de la gran miseria humana. Este año se ha producido una cuarta: la vuelta a San Mamés.

domingo, 5 de septiembre de 2010

El Sustituvon, el invento que cambió el mundo del trabajo

K. es directivo de la empresa Woodstock.S.A., que se dedica a la venta de productos y filosofía hippies. En su andadura profesional siempre ha tenido problemas para mantener una relación sentimental. Su ocupación ha sido un obstáculo siempre para poder comprometerse con alguien y para poder tomar un café con sus amigos. Tiene reuniones semestrales, trimestrales y semanales que cumplir, así como seguir estudiando másteres para poder anticiparse a los cambios del negocio. “Es muy duro y encima caro”, afirma K.. En los últimos meses, sin embargo, gracias al auge del “Sustitutivon” puede cumplir todos sus compromisos y sin tener que pagar un gran cantidad gracias a las subvenciones gubernamentales. “Debería estar en la Seguridad Social”, sentencia K..

“Sustitutivon” es un nuevo servicio desarrollado por la empresa “Amistad S.L.”, ayudados por la Fundación Taylor. Este proyecto es fruto de la colaboración entre el Ministerio de Trabajo y Sindicatos y la empresa de armas “Riffles 4 Freedom”. Preocupados por el aumento de la tasa de paro entre la ciudadanía, la explosión del estrés entre los directivos de la empresa y su proyección en sus ámbitos privados, ambas instituciones han lanzado un novedoso plan para reactivar la familia tradicional y el trabajo. La idea consiste en reciclar a parados para que sustituyan a los directivos en sus tareas cotidianas. Así, estos parados harán la compra, atenderán a los hijos, visitarán a sus madres y, por un precio especial, procrearán también con sus mujeres y maridos y hasta podrán tener hijos. “No es una subcontratación del amor lo que hacemos; sino una optimización de los recursos. Así, la vida familiar ya no será un estorbo para el desarrollo de la economía, ni viceversa. Es nuestra aportación a la sociedad”, explica Will Maiden, portavoz de “Riffles 4 Freedom”. K. así lo reconoce: “antes no podía ir con mis amigos, ahora sí. Mi vida social ha aumentado. Hasta me he casado y he podido acudir a un congreso en Hong-Kong sin tener que elegir y todo esto mientras lo comentaba por Facebook. No sé qué haría sin Ralf”.

Aun así, nunca llueve a gusto de todos. Peter Wayne, portavoz del sindicato de trabajadores de “Sustituvon”, explica que no todo lo que es oro reluce. “Los trabajadores meten muchas horas y no cobran los extras”. Asimismo, organizaciones humanitarias han subrayado la contradicción existente entre sustituir a alguien y suplantarle. “Esto al final va a ser un desbarajuste social, las familias van a estar condicionadas por el trabajo y construidas según la coyuntura económica. Los hijos no van a conocer a sus padres ni los padres van a conocer a sus hijos. Es subcontratar el cariño”, denuncian. El Ministerio de Trabajo y Sindicatos zanja, sin embargo, que si esta nueva actividad es buena para la economía es “buena para la sociedad”. “Al final, todos subcontratamos nuestras actividades: contratamos a alguien que nos traiga la carne, a otros que nos sanen o que nos escriba los discursos. ¿Por qué no la familia o la pareja? ¿Acaso el amor no tiene precio?” defiende el Ministro. “La mejor sociedad es la que está construida a tu medida”, concluye.

Debates aparte, es evidente que el “Sustituvon” ha cambiado la manera de concebir el entorno íntimo. Ahora quien no tenía trabajo tiene una ocupación y quién no tiene tiempo; tiene quien le sustituya. Al mismo tiempo, este nuevo servicio ha supuesto una inyección económica. De hecho, la empresa sigue en esta línea y está pensando en nuevos modelos que optimicen el tiempo empleado por los empleados para comer, acudir al servicio o descansar. “Será difícil trasladar la orina de un empleado al otro”, argumentan desde la compañía. “No hay nada que no tenga precio”, le responde Maiden.

lunes, 30 de agosto de 2010

Vidas públicas

El éxito de las redes sociales ha acentuado el acercamiento y el alejamiento entre los seres humanos, de tal manera que mientras menos conocemos a nuestro entorno real, más conocemos a nuestro entorno virtual. Asimismo, las distancias han quedado “virtualmente” barridas hasta el punto de que es posible tener más relación con alguien ajeno a tu cultura física que con tu propio padre. En sí esto no tiene porqué ser malo; lo pernicioso es cuando se abusa de ello. De hecho, las cosas en sí no son malas; sólo su uso lo convierte en negativo. Así, las redes sociales que han hecho que compartir material “intangible” sea tan fácil, se han convertido también en nuestro espejo y en una manera de proteger nuestra identidad. Vivimos en una época en la que nuestros seres están fragmentados: según el mundo en el que actuemos lo hacemos de una manera distinta y la red sólo se ha convertido en otro espacio público; quizás el más libre o el más utilizado; pero no por ello el mejor.

Al contrario de en la vida “real”, en la red todo queda archivado. Las palabras no son llevadas por el viento y con el material recogido se puede hacer un pequeño esbozo de los vaivenes de la vida; una especie de recorrido vital. En sí tampoco es malo; sin embargo la falta de intimidad puede convertir la vida de uno en un “show de Truman”. Los humanos somos curiosos por naturaleza y es probable que nuestra vida en Tuenti o Facebook tenga mucha más repercusión de la que pensamos. Nuestras fotos pueden ser vistas por gente que no conocemos que pueden montarse una película sobre nuestra vida. Sobre todo, cuando estas redes sociales sólo acentúan nuestro lado más “ocioso”. Así, mucha gente pensará que somos gente feliz, sin preocupaciones y se sentirá sola en su propio mundo con sus propias contradicciones. Nada más lejos de la realidad, ya que todos somos asquerosamente iguales.

Hace más de cincuenta años, George Orwell presentó un mundo controlado por cámaras. Hoy día, tenemos un mundo lleno de fotos y vídeos, en el que el control social es la matriz del sistema consumista en el que vivimos. Los seres humanos estamos sometidos a un control constante de nuestros gustos y hasta de nuestra imaginación. A veces no sabemos si somos nosotros quienes elegimos o son los demás los que nos eligen. Nuestra capacidad de decisión ha quedad diluida de tal manera que no sabemos si es la demanda quien oferta, o la oferta quien demanda. Lo que sí sabemos es la vida del vecino, esa vida que deseamos y que sea convertido en pública en un mundo privado. Al fin y al cabo, a Internet sólo accedemos unos cuantos privilegiados que nos creemos el centro del mundo. Aun así, Internet no tiene porqué ser malo. Internet es un medio para acercar a los que viven más lejos. El problema surge cuando lo de lejos queda cerca y lo de al lado es extraño o cuando nuestra intimidad se publica con nuestro propio consentimiento sin pensar en su utilización. Somos nuestros propios tiranos.

martes, 24 de agosto de 2010

De la lógica de la razón, a la ilógica del corazón

A P.G. y a F.I., a la espera de que pronto nos riamos al recordarlo.

Dicen que en una guerra, se encontraba un grupo de soldados ante dos puertas que tenían que abrir. La primera iba directamente a la muerte, la segunda sólo se sabía que se escuchaban gritos. Así, muchos se decidieron por la primera y murieron. Hasta que un día un aguerrido soldado decidió abrir la segunda y, ante su sorpresa, se encontró ante una minicadena en la que únicamente sonaban gritos: seguía vivo. Esta metáfora ilustra muchas veces el miedo del miedo del humano a la incertidumbre y explica por qué muchas veces prefiere inmolarse antes que lanzarse a una aventura en la que no sabe cómo acabará. Es el miedo al cambio y el pánico al fracaso. Un fracaso que por esa falta de coraje se sabe que llegará, pero que si uno se arriesga aún cabe posibilidad de triunfar. Sin comprar billetes de lotería nunca podrá tocar el premio.

En el amor pasa igual. Es el sentimiento que más pesa dentro de todos los humanos; porque es el más profundo y el que más mueve. Es por eso que hay tanto reparo a expresarlo en público, porque puede convertirse en un símbolo de debilidad. Un “te quiero” o una lágrima supone muchas veces un ridículo más que una liberación. Es lo que ocurre en mundo basado en lo estético, en el que todo está subyugado a la forma. Así, construimos identidad ascetas, basadas en lo superfluo, y que aplasta lo humano. No nos atrevemos a aceptar los retos y preferimos caer derrotados sin batalla. Siempre creemos que el mundo nos lo devolverá, pero lo que no recordamos es que si no luchamos nada vendrá a nosotros. Somos una generación extremamente conservadora, a veces diría que hasta reaccionaria. Por eso, muchas veces perdemos trenes por miedo a arriesgar. Unos trenes que pueden estar llenos de felicidad.

En estos momentos, la distancia es el problema. Creímos en la diosa tecnología, pensamos que con Internet las distancias se habían acabado. Nada más lejos, Madrid sigue a 500 kilómetros y París está casi a 1000. Aun así, esa no fue excusa para muchos que no les importo, cuando no existía teléfono o e-mail que acercasen virtualmente al otro, dar todo por una ilusión. Algunos cayeron, otros triunfaron: pero todos lucharon. Quizás sea hora de recordar la épica. Porque por mucha ropa que compremos, por mucho coche que tengamos, el corazón seguirá pidiendo gasolina. La razón excesivamente utiliza, convierte al corazón del hombre en un ábaco que calcula entre dolor y el amor para conseguir un equilibrio de cero grados: un teórico “ sin frío ni calor” que en realidad deja helado el corazón.

lunes, 9 de agosto de 2010

De la simbología

En la existencia del ser humano la simbología es esencial. Esta esconde, en sus formas, recuerdos y sensaciones que transportan a otros momentos o a otras situaciones; es, muchas veces, la expresión de unos sentimientos o, al revés, sirve como medio para expresarlos. Es por eso que es imprescindible tener una simbología propia, o identidad, pero también una dimensión colectiva de esta. De hecho, es importante saber separar ambas y tener una dispersión de símbolos que permita repartir el peso de estos sin perder la identidad propia. En otras palabras, evitar la centralización de sentimientos en unos símbolos compartidos que puedan ser fácilmente reversibles, pero al mismo tiempo, sin perder los propios rasgos. La falta de referentes puede llevar a una pérdida de lugar en el mundo y a la zozobra existencial. Es por eso que hay que labrar una simbología plural, basada en una estructura fuerte y estable. Hay, por ello, que tallar o adoptar unos símbolos individuales arraigados en la persona que puedan amoldarse a los vaivenes de la existencia. Son explicaciones confusas de cosas habituales.

Hay una forma más fácil de explicarlo: hay que buscar que nuestros símbolos primarios (nuestra ideología, filosofía de vida, equipo de fútbol, aficiones...) estén ajustados a valores perdurables en el tiempo como pueden ser la familia o los amigos. Es evidente que nada es para siempre, pero hay cosas que perduran más durante nuestra existencia. Por otro lado, es comprensible que a la hora de comenzar una relación amorosa existe una tendencia a escorar o adaptar esta simbología a la de la pareja. Es lo habitual en el “quit pro quo” que se supone una relación profunda, más aún cuando las ínfulas del amor hacen perder a uno la conciencia y lo mueven de su centralidad existencial. Sin embargo, existe también el riesgo de caer en la simbología de la pareja o, peor, abandonar parcialmente la propia simbología para adoptar una tercera nueva simbología. Este riesgo puede convertirse en drama cuando la relación se rompe, ya que lo que hace libre al humano es poder elegir sus compromisos o “ataduras”. El haber centralizado lo simbólico en una persona y haberlo perdido lleva a que ese universo en lugar de ser un lugar confortable, se convierta en una pesadilla y éste quede cautivo. Esa canción que antes hacía sonreír, ahora hace recordar la desgracia que supuso la ruptura. Más aún, cuando no existe ya un libro o un paseo que dar para levantar el ánimo.

La vida, al igual que las demás estructuras sociales compartidas, exige un equilibrio entre el universo propio y el compartido. Es por eso que, como en la democracia se necesitan contrapoderes, en la vida misma y en la simbología es imprescindible lo mismo. Cuanto más número de referentes tengamos y más fuertes sean, sin que diluyan nuestra personalidad en un camaleón sin esencia, más probable es que salgamos adelante. Pero para ello hay que trabajarlo y tener claro qué se quiere en cada momento y con qué se identifica uno. Este reto implica también marcar unas líneas entre los diferentes “cubículos” de la vida. No tienen porque ser vallas, pero no puede ser que alguien se las apropie. Al fin y al cabo, vivimos en la contradicción de ser un individuo político y social. Eso es, ser una persona que necesita a las demás, pero que no deja de estar sola ante el mundo. Eso sí, con ayudas y zancadilas.

lunes, 2 de agosto de 2010

Retrato de una generación

No estoy muy seguro, pero puede que la música que escuchamos representa a nuestra generación. Cuando digo representa, hablo de rasgos generales, ya que cada uno es de una forma de ser. Pero creo que sí hay una serie de rasgos comunes que nos identifican a todos. En nuestra generación la música escogida es la “indie”. Creo que nos representa a la perfección. “Indie” proviene de “independent” (independiente) y es la matriz de nuestra generación. En esta época cada uno se ha independizado de su vecino, de su prójimo y hasta de su familia para formar su pequeña república independiente y alternativa. Otro rasgo es la imagen que se da de sí mismo. Los “indie” parecen gente despreocupada estéticamente y que sufren por una existencia vacía. Sin embargo, su estética está medida al milímetro. La ropa, los gestos y hasta la forma de bailar está calculada para dar a entender esa paradoja de que “están atentos” a pasar de todo. En otras palabras, que cuidan el pasotismo. Además, toman unos gestos de sufridos, de gente que agoniza lentamente y tiene una existencia perra, mientras que son sofisticados y cuidan su propia destrucción. Pero su música dice otra cosa y creo que es en lo que representa mejor a nuestra generación: sufrimos “avant la lettre” y queremos desconectar. Creemos haberlo conocido todo, sin haber probado nada. Hemos “chupado” la resignación de nuestros padres hasta hacerla nuestra y nacer derrotados. Por eso, lo único que pedimos, y es lo que es un concierto de “indie”, es bailar, cantar, desfasar y sexo hasta que el cuerpo aguante. Somos unos pijos consentidos, pero no por ello peores que otras generaciones como la hyppie o Mayo del 68 que únicamente querían llamar la atención a la generación de sus padres sobre las contradicciones de un sistema que creían perfecto. La historia, en cierta manera, siempre será cíclica, ya que siempre habrá padres, hijos y hasta abuelos.

lunes, 26 de julio de 2010

¿Y ahora qué?

Suena a los acordes de una vieja canción, pero nos prometieron la juventud eterna en un frasco de jabón. Nos dijeron que íbamos a ligar con desodorante. Era nuestro mayor logro. La felicidad a un poco de disimular nuestro mal olor corporal. También aspirábamos a bellas princesas y castillos, el bien y el mal estaban bien separadas y siempre habría un futuro mejor porque el esfuerzo tenía recompensa. Eso nos dijeron de pequeños. El mundo era un sencillo lugar en el que todo acababa bien. Nos adormecieron con falsas promesas que nos decían que podíamos llegar a ser lo que quisiéramos, pero que no nos contaron que si todos queríamos ser lo mismo que ninguno llegaríamos. Como cuando Franco murió y se pensó que llegaba la democracia pero aparecieron los militares, el 23-F, ETA y el aparato franquista se transformó en una democracia formal, pero que fallaba en lo más básico: pedir perdón por 40 años de sufrimiento.

Nosotros somos la frustración de nuestros padres y seremos la nuestra; la del no poder ser Cristiano Ronaldo ni Brad Pitt y ser unos juntaletras de tercera o un quintacolumnista en la oficina por dos duros. No nos casaremos con Noa ni escribiremos un diario, tampoco saldremos como los de American Pay, pero utilizaremos el alcohol para evadirnos y soñar con un mundo mejor mientras lloramos por dentro nuestra incapacidad para quejarnos. Porque nacimos derrotados. Tampoco viviremos experiencias como en “Salvar al Soldado Ryan”.

Nosotros tampoco hemos tenido una gran guerra que nos hiciera hombres ni una “mili”que hiciese selección. Ha sido por nuestro bien, pero esa guerra y ese servicio se ha convertido en espiritual. Ya no servimos a banderas si no es porque queremos. Ahora nos servimos a nosotros mismos. Somos un átomo en un mundo que para nosotros no tiene fronteras, aunque para algunos sí las tenga. Nos han vendido el “consumo es el bienestar” y nos han separado poco a poco de nuestra humanidad. Nos roban la espontaneidad como lo hicieron con los alemanes o los rusos en sus periodos más oscuros. Somos un número de tarjeta de crédito en el mercado. Nuestro nuevo Dios es el mercado, el Estado únicamente es nuestra salvación en los momentos de agobio, como cuando rezas al pecar. Pero hemos olvidado lo básico: somos humanos y tenemos sentimientos.

Nuestra vida parece más “El Club de la Lucha” o “Clercks” que “Física o Química” o las películas de Disney. De pequeños nos sedaron ante el dolor. Quisieron protegernos tanto que al final nos hicieron muy sensibles a él. Desearon que tuviéramos lo que ellos no tuvieron. Nos transmitieron, no obstante, su frustración también. Así, nacimos sin poder sentir dolor, pero resignados ante un mundo mal construido y fragmentado. De mayores, nos han querido vender un mundo de estereotipos en el que el más cafre es el modelo. No cuenta qué tener sino cuánto tener, de ahí el número de divorcios, maltratos o separaciones. Hemos tenido una involución, porque lo accidental se ha convertido en estructural (beitu, zenbatu, gehitu, ondokoak baino gerri argalagoa, titi handiagoak, mugikor txikiagoa... Libre- Berri Txarrak).

Ahora cada uno llora en su esquina su infelicidad, mientras al mismo tiempo intenta mostrar en la calle que esto le gusta y que está en “la ola”. Es nuestra paradoja, tapar nuestra decepción con una sonrisa. En fin, el mundo es así. Nos dijeron que íbamos a ser felices. Nos enseñaron el caramelo pero sin decirnos lo que costaba conseguirlo y, sobre todo, que podía que nunca te lo llevaras. Nos enseñaron una sola marca entre todos los gozos de este mundo: es la de la imagen construida con dinero. Y así nos va, ahora que vemos que está hueca vamos al psicólogo o de compras a que nos solucionen con dinero lo que el dinero no da: felicidad real. Es el placebo del siglo XXI, es el pensamiento único.

jueves, 15 de julio de 2010

La Foto de la Vergüenza




Poco se puede decir en estos casos; sólo señalar a los culpables y reconocer que una de ellas (Marisa Arrue) se ha arrepentido. Un gesto que le honra, pero que no limpia lo que han hecho los del PP. Una cosa es celebrar la victoria de la selección española y otra provocar. Ellos saben lo que han hecho; sino no habría arrepentimientos. La "euforia hispana" es agresiva, la "no-nacionalista".

Espero que esto sirva de lección para que nosotros no cometamos errores parecidos.

miércoles, 14 de julio de 2010

Días

Apesadumbrados pasan los días. Son pesados realmente cuando no hay nada que hacer. Los minutos entran y salen sin que uno se de cuenta. El aire se vicia y uno siente que está sin fuste, espeso. La gravedad le atrae con mayor fuerza a la tierra y de vez en cuando mira al techo como si ahí estuviera la solución. También pasea y revisa por la venta qué hay fuera: un patio. Sueña con volar, pero sabe que no puede. La “vida real” es así: aburrida, monótona, pesada y solitaria. Los hechos le han llevado a una encrucijada en la que ha descubierto que su único hogar es sí mismo. Lo demás son superfluidades subjetivas. No se tiene más que a sí mismo, los otros pasan y ven, pero también se van. Cada uno coge su camino y hasta otra.

Tumbado en la cama se pone a pensar en un mundo en el que estuviera protegido. Qué bien sería esto y aquello. Podría estar bien. Y envidia a los que lo tienen. Cosas de la edad. También se pone a recordar lo bien que vivió en su casa, con sus amigos de siempre y sus lugares de siempre. Qué recuerdos. Aún puede haber nuevas aventuras, pero nunca volverá a ser lo de antes. Cada uno tiene su camino. Es lo que hay. Cada se ven menos y según parece así seguirá. Lo dicho: la gente pasa y ve, pero también se va.

Con el tiempo, las necesidades apremian; salir, estudiar, trabajar, conocer a alguien, buscar la felicidad, una borrachera, el amor, la ansiedad por la incertidumbre, resacas, independencia... Miles de experiencias que se emborronarán en nuestro ser hasta el día en el que sentemos la cabeza. Será cuando cada uno ya tenga su camino decidido: un trabajo, un piso, boda, críos, una pensión, veranos, llegar a fin de mes, los niños crecen, “nos hacemos mayores”, jubilación, artritis, pensión, Benidorm y RIP.

Estas son algunas de las muchas cosas que vivimos en esta existencia en la que esperamos haciendo cosas hasta el día en el que crucemos el mar de la muerte, aquel que equipara ricos y pobres en el desierto infinito del olvido. El día en el que nos dirán lo que valemos y en el que daremos definitivo paso a los demás. Mientras tanto, disfrutemos de lo que tenemos. Siempre podría ser peor.

sábado, 10 de julio de 2010

A mí tampoco me gusta este mundo (tonterías de un resentido social)

¿Qué quieren que les diga? No me gusta el camino que llevamos. España llega a la final del Mundial y nos bombardean con el españolismo reinante. El fútbol es algo secundario, lo importante es agitar los símbolos patrios al son del “yo soy español, español”. Pues yo no me siento tal, aunque sea cierto que la selección española sea la mejor actualmente chutando un balón. La crisis económica ha muerto, “que se la coman los alemanes con patatas” decía alguno. Veremos en septiembre. De hecho, tampoco me gusta que se abra un telediario con la predicción de un pulpo. Es la metáfora perfecta del ocaso de nuestro modo de vida: buscamos en un animal irracional una salida a nuestro problemas. Somos una sociedad escapista. Nos hemos centrado tanto en nuestro ombligo que intentamos huir de él. La mitad de este mundo no ha hecho una llamada de teléfono en su vida y nosotros los consideramos el paradigma de la “pureza” humana. La corrupción es inherente a nuestra naturaleza y nuestra petulancia nos hace amar un imposible.

Tampoco me gusta el papel que adopta la mujer en nuestra sociedad. Esa falsa independencia, ligada fuertemente a su cuerpo y a su monedero, es la nueva forma de esclavitud femenina. Como diría aquel “cambiaron las preguntas cuando teníamos las respuestas”. Es indignante la subasta continua de cuerpos y el hedonismo al que se está llegando. Las cosas tienen un límite y la importancia de lo estético también. Las tetas caen, las patas de gallo aparecen y la próstata queda triturada. La vida no es una juventud perpetua. No aprendimos de Dorian Gray y su espejo, porque queremos tapar nuestras carencias afectivas y emocionales a base de gimnasio y sexo. El hombre ha dejado su inteligencia por músculos y así lo retratan los medios. Las relaciones de pareja cada son más tensas. Es una involución total: los macarras y las “chicas florero” vuelven a mandar. Las niñas van a ver a los futbolistas en la Donosti Cup. Lo peor de todo es que ambos prototipos están basados en la negación de la espontaneidad humana. Gente totalmente válida se esconde tras prototipos ligados al libido y a la hormona. Los mismos estereotipos que superamos.

No me gusta, en definitiva, que nos traten como a robots. Somos esclavos con ordenador. Creemos vivir en una metáfora de libertad con unos grandes condicionantes. Nos han pensado para exprimirnos y lo peor es que quien lo ha pensado ha caído en su propia trampa, ya que también se exprime a sí mismo. Considero que viajamos hacia la obsesión por el trabajo y el “just in time”. No hay tiempo que perder. Sólo nos acordamos de nuestra humanidad cuando alguien fallece, cuando deja todo atrás. Vemos su rostro, pensamos en que se esfumó tan rápido como podemos hacerlo nosotros. Nos da miedo, pero tocamos el cielo y el infierno a la vez. Es la verdad. Después, todo vuelve a la normalidad y escondemos nuestras emociones en la cartera y nuestro corazón en casa.

Los años pasarán y, por fin, nos preguntaremos el día del Juicio Final qué hicimos en nuestra vida. Entonces “no habrá flores ni descansar en paz” porque habremos pasado como un número más. Diremos que “vivimos”, pero al echar la vista atrás vimos que nuestro ocio fue condicionado por la terca necesidad de conseguir más y más. Fuimos unos meros observadores de lo que pasó alrededor sin llegar a nada. Tímidos, no nos atrevimos a realizar nuestro sueños. Ni siquiera los más simples. La determinación volverá: los que ganan lo harán siempre y los que pierden también lo harán. Al final, volveremos otra vez a empezar: los ricos serán más ricos y los pobres más pobres.

¡A la mierda con la Justicia Social si podemos comprarnos un dinosaurio!

miércoles, 7 de julio de 2010

Retales de melancolía

En los instantes en los que la soledad acosa, uno recuerda lo que tenía. Compara y rememora con cariño al pasado. Se apoya en momentos puntuales que fueron gozosos y que quedan guardados en la selectiva memoria. Hay veces en las que parece que vuelven. De hecho, es curioso de qué modo el embudo de la memoria traga lo negativo y regurgita lo positivo. Así, épocas que objetivamente fueron malas, se convierten en buenas, cuando se recuerda con cariño aquel mal trago o se subrayan los buenos momentos. Por un lado, la memoria es sabia. Lo doloroso muchas veces nos hace más fuertes. Por el otro, es audaz, hasta soberbia. El sufrimiento en aquel momento incidió en lo más feo de nuestro ser, pero parece olvidado. Aun así, una vez superado, aquello ensambló retales, descosidos, de una personalidad en constante construcción. Paradojas.

Ya decía Mao que para hacer una nueva casa había que tirar la vieja. Yo discrepo. Pienso que hay que rehacer la vieja. El emplazamiento ha de ser el mismo, sino se pierde la identidad. Uno debe renovarse, reconstruirse, pero sin obviar quién fue. Aunque el pasado duela o aunque sonría tanto que hiera. Por eso las tardes de melancolía hacen renacer, aun pareciendo otra paradoja, a uno mismo. Recuerdan a uno que tiene la virtud de poder ser feliz y que es capaz de ello. Albergan también una pequeña esperanza, quizá inconsciente, por convocar de nuevo a aquellos tiempos. Es la añoranza por lo querido que ha ido para no volver. Nadie echa de menos lo que hace o va a hacer al día siguiente; sino a aquello que sabe nunca volverá: aquella canción con recuerdos íntimos, aquella noche en la que se lo pasó tan bien y otras tantas cosas más que se evocan en momentos en los que algo pincha la memoria.

Ahora mismo el recuerdo es arma de doble filo; es un oasis, pero también puede ser un espejismo. No bebamos demasiado agua ni nos tiremos a la piscina, no vaya a ser que esté vacía o nos absorba. El tiempo nos lleva a cambiar de perspectiva. Aun así, no siempre esa nueva perspectiva es mejor que la anterior; la ingenua y primeriza. Cuando se elige un camino y se mira atrás, no siempre se ve con los mismos ojos aquello que se evoca ni se puede retroceder o anclarse. La vida continúa para todos, construyéndose a base de retales de melancolía que nos unen y nos dan fuerza para continuar esta solitaria carrera hacia la muerte segura. Somos asíntotas, aunque pensemos converger en algún lado, sólo son espejismos.

viernes, 2 de julio de 2010

Se apagaron las luces

Llegó el final de junio. Las luces de las habitaciones se apagaron y la gente marchó. Nosotros nos quedamos, guardianes, hasta el próximo septiembre. Se acabó otro curso. Ya son muchos los que he dejado atrás con sus correspondientes recuerdos, alegrías y decepciones. Otro año más que parte para no volver y otro año nuevo que viene para también dar paso a otro. Es el sino de la vida, que marcha sin que nos demos cuenta. Es la dictadura del presente continuo, aquel que siempre tenemos encima. Llega el verano con la cantidad de horas muertas que acarrea y la soledad que incentiva. Más aún, cuando quedas en tu exilio, rodeado de tiempo libre.

El otro día conocí la culpa de las gallinas. Son caprichosas y te hacen desear más. Miras al vecino y le odias por tener algo que tú no tienes. Ahora tengo miedo de conocer la culpa del tiempo libre, que te invade y te noquea hasta convertirte en su títere. No quiero perder el norte, ni siquiera quiero pensar que puedo tirar a la basura los mejores años de mi vida. Es hora de afrontar el futuro, solo y acompañado, porque es así como es la vida. Creo que es tiempo de nuevos retos y de crear las condiciones necesarias para que todo salga adelante. Aunque no haya un rumbo fijo, aunque haya que marcarlo.

La gente empieza a hacer sus vidas y yo, aunque a veces parezca mentira, sigo ese camino inexpugnable que son los años. Sin darme cuenta, ya estoy con unos cuantos y la cuenta sigue. Puede que un día dentro de unos años, al leer esto, piense “qué pesimista fui”, pero hay que tener en cuenta que las cosas con perspectiva se ven mejor. De hecho, la experiencia es la mejor perspectiva y aún queda mucho por hacer y por vivir. Quizá llegue al objetivo o quizá no. Todo está por hacer, la incertidumbre planea. Hay que luchar, hasta que se enciendan las luces y cuando se vuelvan a apagar.

martes, 29 de junio de 2010

Justizia sozialaren alde, beti

Ni ez nago sindikatuekin guztiz ados. Batzutan politika sindikagintza baino egiten dutela pentsa dut. Hala eta guztiz ere, gaur geure eskubideak, bai langile gisa, bai pertsona moduan, aldarrikatzeko aukera paregabea da. Neoliberalismo honek ez dauka ez hanka ez buru ezta geure jokaerak ere. Gu ere egoera honen erantzunle gara. Geure bizimodu zoro hau guk sortu dugu. Hori ezin da ukatu. Hori dela eta, guk, geure buruaren jabe eginez, paratu behar dugu. Buelta eman diezaiogun geure egoerari, pertsonak izaten has gaitezen, bestela geureak egin du.

Gaur, gizakiak garela gogorazteko unea heldu da. Geuk aisialdi eta bizitzeko ere eskubidea badaukagu: diruarekin bai, ez diruaren menpe, ordea. Gaur, ekainak 29ean greba egin beharra dago. Ez da batere normala aberatsen kopurua biderkatzen den bitartean, txiroena neurri berean egitea. Hori lehenbiziko kontua izan behar izango litzateke.

Estatu soziala defenditzen dugunok ezin gara geldi geratu. Ongizatea ez da ezker-eskubiko eztabaida; baizik eta denon betebeharra.

domingo, 20 de junio de 2010

La máquina de los sueños

Muchas veces soñamos con atravesar la realidad. Esta, muchas veces, se nos queda corta. Nuestros deseos y pulsiones van más allá. No se quedan encerrados en la realidad. Buscamos romper las cadenas y salir; escapar. La monotonía nos hace aburrirnos, no obstante, queremos divertirnos: experimentar sensaciones. Nos gusta cambiar, evolucionar; no queremos estancarnos. Por eso, crecemos y maduramos, probamos nuevas cosas. Si nos quedamos siempre en el mismo lugar, el tiempo no tendrá sentido. Por mucho que pasase, nada cambiaría y entonces perderíamos la noción temporal. Sería como estar encerrado. Viviríamos desorientados. Sin ningún rumbo, ni esperanza; sólo la muerte.

En el pequeño pueblo de Schilförg, en un valle suizo, vivía el Alex Von Zindler. Este joven científico habitaba en su pequeña casa alpina, rodeado de la salvaje naturaleza que se imponía al hombre y su hormigón. Lo hacía solo. Alex dedicaba la mayoría del día a sus pequeños inventos y descubrimientos y la otra parte en divagar sobre un futuro incierto. Desde que hacía 10 años que había terminado la carrera de Física y Química, Alex había perdido progresivamente contacto con la realidad. Sus visitas al pueblo se circunscribían únicamente a compras, ir a la Iglesia y visitas esporádicas a sus familiares y amigos. Desde hacía unos 8 años, además, estaba encerrado en un proyecto que le cambiaría la vida: una máquiana de sueños. Este aparato tenía la virtud de cumplir todo aquello que el dueño deseaba y quitaba el sueño a nuestro científico. Así, tras 15 años de pelea consiguió terminarla.

Para celebrar su hazaña, Alex decidió invitar a sus amigos a cenar a su hogar. Pocas veces habían estado en sus aposentos y esta invitación sorprendió a sus amigos que, sin embargo, acudieron encantados. Creía que, una vez terminado el invento, se acabaría la locura que encerró a Alex en sí mismo. Además, sus amigos pensaban que esa máquina era otro trasto inservible, como tantos otros, que había fabricado Alex desde que tenía uso de razón. Sin embargo, estaban equivocados y la máquina funcionaba. Alex encargó la cena y ésta la hizo. También recogió la casa y limpió hasta el último cubierto de la cena. Sus amigos estaban realmente asustados ante el invento. Creían que era cosa de brujería. Aun así, quién más padeció su propio invento fue Alex.

El joven suizo, que se encontraba tan solo, pidió una mujer. Era lo que más deseaba, pero lo que más le inquietaba. Anhelaba una mujer que le hiciera compañía desde los 15 años y la máquina se la proporcionó. Era una chica morena, de ojos claros y de estatura media. Era amable, simpática y trabajadora. Era, en pocas palabras, lo que Alex llevaba esperando toda la vida. Así, empezaron a salir y tuvieron un hijo: Johann. Alex gozaba con su hijo que, aunque no tenía abuelos por parte de madre, era feliz en su inconsciencia. Sin embargo, las cosas empezaron a torcerse. La perfección de su mujer ponía de los nervios a Alex que sólo podía regañarle por hacerlo todo bien. Así, Alex cayó en una depresión. Se sentía inferior a su mujer y su hijo lo percibía. De tal manera que para acabar con ese mal, Alex decidió pedir a la máquina que le quitase la depresión. La máquina cumplió y Alex volvió a su estado normal. En el corazón, no obstante, sintió una punzada.

Los años pasaron y su hijo Johann creció. Empezó los estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Basilea. Tuvo buenas notas y conoció a una mujer: Georgina. Esta mujer no era del gusto de su padre. Le molestaba su imperfección y, sobre todo, su olor. Odiaba la fragancia de fresas. Así que, para evitarla, decidió pedir a la máquina que cambiase el olor. Johann se dio cuenta y se enfadó con su padre. Le dijo que no podía adentrarse en su vida y que debía respetar sus gustos. Alex, en un arrebato de furia, pidió a la máquina que su hijo se callase y la máquina lo volvió mudo. Alex, aliviado, sintió otra punzada en el corazón.

Al tiempo, su mujer se dio cuenta de que Johann era mudo. En su perfección decidió no decirle a Alex nada, ya que sabía que si se lo decía le iba a enfurecer. Así, calló para siempre el dolor de su hijo que sollozaba ante una madre que no iba a hacer nada por solucionar su problema. Alex, además, cada vez se comportaba de manera más extraña. Sentía en sus entrañas la culpa de que su hijo quedara mudo, pero la falta de respuesta por parte de su mujer ante sus dudas le hicieron olvidarse de su hijo. Hasta que un día, cuando Alex se sintió de corazón que quería oír a su mujer quejarse, su mujer le echó en cara que Johann estuviera mudo. Alex se enfureció y, en un arrebato, ordenó a la máquina que matase a su mujer. Y la máquina así lo hizo. Alex quedó viudo. Sintió otra punzada en el corazón.

En el funeral de su mujer, sus amigos no reconocieron al viejo Alex. Estaba mucho mayor que ellos. Los años habían pasado por su cara y por sus manos. Su hijo no quiso estar en el sepelio. Sabía que el asesino era su padre, pero también sabía de su arrepentimiento. Alex no se atrevía a revivir a su mujer. Se sentía culpable y decidió encerrarse en su habitación. Así, pasaron los días hasta que en uno alguien tocó a la puerta. Era Johann. Quería hablar con su padre. Alex abrió y ante la imposibilidad de escuchar a su hijo, al que había dejado mudo, se dio cuenta del daño que le había cometido y pidió a la máquina que le devolviera la voz. La máquina cumplió su deseo y le dio a Johann su voz, aunque no le devolvió su lengua. Sabía que Alex no quería escuchar lo que su hijo le iba a decir. Se sentía culpable por dejarle mudo, pero no quería sentirse culpable por el asesinato de su mujer. Sintió otra punzada en el corazón.

Así, pasaron los días hasta que Johann consiguió recuperar su idioma y entenderse con su padre. Lo pudo hacer gracias a unas traducciones que había escrito en un libro de Zubiri. El hijo lo aprovechó para escribir una nota a su padre: “Papá, parto de aquí. Después de ver lo que le hiciste a Madre, temo por mi vida. Sé que no quieres matarme, pero tus arrebatos me asustan. Te echaré de menos, Attmente: Johann”. Alex, harto de rabia, pidió a la máquina que matase a su hijo; y así lo cumplió.

En el funeral, Alex se volvió a encontrar con sus amigos. Estos le vieron aún más viejo y solo. Tenía la cara llena de angustia y dolor. Al volver a casa, Alex se sentó en el sofá y cayó rendido al sueño. Al despertarse, sintió una nueva punzada en el corazón. Había soñado con su familia. Acelerado, se acercó a la máquina de sueños y le pidió que le quitase ese dolor que le arrasaba el pecho. La máquina así lo hizo y Alex se sintió aliviado. Ya no sentía punzada alguna. Se sentía libre y ligero. Era una persona nueva, con una vida nueva.

Un día, un amigo le tocó a casa. Hacía años que no se veían. Le fue a pedir dinero para honrar a otro amigo que había muerto. Alex, sin dudarlo, le dio el dinero y tras una larga conversación su amigo partió. Al de unos días en el funeral, Alex se acercó a la Iglesia. El cura que oficiaba el sepelio, era un hombre alto, de talante serio, con una voz grave. Condenaba y maldecía a todos aquellos que no sentían piedad y daba al muerto como ejemplo de persona que se había desvivido por los demás. Alex quiso sentir pena por la muerte de su amigo, pero no pudo. Quería llorar, pero era imposible. No tenía ningún sentimiento de lástima en su cuerpo. Asustado, se levantó azorado y partió a casa a toda prisa. Abrió la puerta a toda velocidad y se encerró en su cuarto. Se quedó dormido en el sofá y se puso a soñar; recordó a todos los seres amados que habían pasado por su vida: sus padres, sus amigos, su familia y todos los buenos momentos que había vivido. Sintió un tremendo gozo que, de repente, se paró. Se despertó sudado. Fue un golpe seco: donde debía haber pena, había un vacío.

Su corazón estaba hueco. Alex sólo percibía el gozo. Sólo distinguía sentimientos positivos y no recordaba haberse encontrado mal consigo mismo en ningún instante. La punzaba ya no estaba y él la echaba de menos. Era ese impulso que le faltaba. Ese gozo que al principio había sido tan gratificante, se estaba diluyendo. Ya no sentía esa ilusión del principio. Pensó que eran los años. Aun así, percibía que algo raro había. No sabía qué era, sólo se daba cuenta de que le faltaba algo, que no sentía lo que debía sentir alguien que había perdido todo lo que quería.

Así, fue a donde la máquina de sueños y le preguntó qué ocurría. Ésta le respondió: “tus sueños, por los que tan poco luchaste y que tan poco apreciaste, te han llevado a la soledad. Aun así, tu comodidad te ha llevado a no sentir nada por pánico al sufrimiento. Te has convertido en lo que no querías; en una máquina de sueños que no ha cumplido ninguno; ahora tú no eres capaz de disfrutar porque no quieres sufrir. No sabes lo que es pasarlo mal, pero tampoco bien; tu conciencia la tengo yo, ya no eres humano, eres máquina; yo soy tú y tú eres yo. Te has convertido en lo que creías que te ibas a convertir si no me inventabas; tu ilusión se ha fundido con el miedo y te ha matado. A veces las soluciones no son tan fáciles”.

Alex se sintió extraño. Pensó en lo que la máquina le había dicho. Era lo que sabía desde hacía tiempo, pero que no quería escuchar. Aun así, no sintió pena. En un arrebato de valentía, Alex decidió romper la máquina. Quería recuperar todo lo que la máquina le había robado. Así, cogió una maza y destruyó la máquina de sueños a porrazos. Una lluvia de espíritus le acogió y en un momento toda la pena que había administrado su conciencia en la máquina le envolvió. Se volvió loco. El golpe fue tan duro que perdió el norte. Alex empezó a sollozar en una esquina por todo lo que había perdido. Se sentía desdichado, angustiado y sin ilusión. Lo había perdido todo y lo había hecho él. En otro arrebato, corrió desde el pasillo y se tiró por la ventana. Su muerte dejó sin habla al pueblo. De él, sólo encontraron un cuerpo empotrado en la nieve y una pequeña nota escrita a mano: “He muerto como he vivido, en cobardía; por miedo a vivir, he conseguido morir”.

martes, 15 de junio de 2010

Pequeños gestos que hacen la Historia

De la Historia se recuerdan los grandes nombres. Aquellos que cambiaron el devenir de los tiempos. O, mejor dicho, aquellos que marcaron un cambio. La Revolución francesa marcó un antes y un después para los estudiosos del pasado. Fue la primera vez en la que quedó claro que eran los pueblos los que cambiaban el devenir de los pueblos y no los dirigentes. Éstos únicamente dirigían, pero sin los que tenían detrás no eran nadie. Es una pena que nadie se acuerde de los pueblos y sólo se acuerde de los dirigentes. Es una pena porque quizás con los miedos de aquellos valerosos luchadores por la libertad solidaria afrontaríamos con valentía el futuro. Hoy un amigo me ha dicho que le hubiera gustado saber qué pensaba un gudari en la trinchera. A mí también me hubiera gustado saberlo. Por suerte, tenemos libros como el “Quiero morir por algo” o los libros del Lendakari Aguirre que nos cuentan qué pasaba por las cabezas de aquella gente que supo elegir la libertad entre la Revolución y la Represión.

Lo peor es pensar que la Historia está llena de “arribistas” que llegan a lo más alto de la sociedad. Humanos sin escrúpulos que son capaces de vender a su madre por un puesto en la foto o un cacho de pastel. Individuos que parecen ser felices, que cumplen con todos, menos con ellos mismos. Por eso, hay que recordar al luchador caído, al trabajador tenaz y a todo aquel que ha sido fiel a sí mismo. Son estas personas, muchas veces ignoradas por la masa por su honestidad, las que hacen la Historia y no todos aquellos vendedores de humo que nos presentan recetas milagrosas que esclavizan al hombre en aroma de libertad. Hablo del empresario que hace no sé cuántas horas por sacar adelante a su empresa y a su familia y que tiene la amenaza detrás, hablo de aquel agente que sigue en supuesto de trabajo, aunque se juegue la vida todos los días o aquel trabajador que vive en precario para salir adelante con los suyos. Son pequeños héroes cotidianos que no llenan los periódicos y que tampoco tienen glamour para contar sus intimidades en la televisión.

Hace unos años en clase me explicaron que en la I Guerra Mundial los soldados volvían a casa muy tocados por la dura vida bélica y que aquello contrastaba con la “Belle Époque” de París. Me pareció la imagen que explicaba perfectamente la diferencia entre quién piensa en sí mismo y quién lo hacen en los suyos. Tenía que ser muy duro ver que mientras tú luchas por la libertad, la solidaridad o el bienestar común, otros se divierten a tu costa a sabiendas de que pase lo que pase saldrán adelante. Es también duro ver cómo trazas un camino honesto, o, por lo menos, sincero, y ver cómo los demás te adelantan por los lados sin jugar limpio. Aun así, lo importante será darte cuenta en tu lecho de muerte de que has sido fiel a ti mismo. Son estos los pequeños gestos que hacen la Historia: la tuya y la de todos.

jueves, 10 de junio de 2010

Quemando y creando etapas como máquinas

Entre los psicodélicos efluvios del alcohol y la noche acabó otro curso más. Este es el tercero. Ya sólo queda uno para despedirme de la Universidad y saludar al mundo laboral. Es el último año de grandes juergas y salvajadas hasta empezar el camino a la formalización. Se empieza a quemar esta etapa y se comienza a crear otra nueva sin que haya descanso. Este año no tengo vacaciones. Es lo que hay.

Por suerte, me han acogido en un lugar que parece apacible y en el que, por lo menos, tendré tranquilidad. El futuro es pura incertidumbre.

Los años pasan y yo también. La gente sigue también pasando a mi alrededor. Veo que la gente empieza a hacer su vida; primeros trabajos, primeros proyectos, primeras parejas y yo sigo entre dos mundos. Existe el peligro de quedarse en medio; “medio-solo”, “medio-lleno”, “medio-aquí” o “medio-allí”. Es lo que hay.

Nadie dijo que fuera a ser fácil, lo más temible es que veo que nos convertimos en máquinas. Ya no importan nuestras ilusiones, nuestros sueños. Sólo aguardan algunos pocos oasis llenos de esperanzas y algún espejismo en tiempos de desesperación. Lo demás es aburrimiento.

La nada nos absorberá y seremos pasto de los gusanos. Ahora queda pensar cómo queremos hacer ese tránsito y con quién. La vida merece ser vivida, a pesar de que nos queme como a las etapas que pasamos del día que nacemos al día que morimos sin dejar totalmente de existir. Las oportunidades vuelan y el mundo se va poco a poco configurando. Cada uno está escogiendo su camino y ahora me tocará elegir el mío. ¿Estaré preparado? Nadie lo sabe, pero la vida tampoco pregunta; sino que escoge.

Beti hegian dantzari (Jainko Ateoa- Berri Txarrak)

martes, 1 de junio de 2010

Estamos todos locos

Hay veces en el que los actos te ponen contra la realidad. Ves que lo que muchas veces has intentado defender (la legitimidad del Estado de Israel) se mancha por las salvajadas de sus fuerzas armadas y queda en un segundo plano lo legítimo y pasa al primero lo negativo; las formas de actuar del Estado judío. Se ve que a Israel, que juzga a los palestinos detenidos como prisioneros de guerra, le ha superado la situación y lo bélico se ha impuesto a la democracia. Se supone que un Estado occidental debe dar ejemplo en una zona que se supone por “civilizar” y hace imponer su fuerza desproporcionada contra la población civil. Bien es cierto que Hamás actúa igual y que esconde a sus lideres entre sus propios ciudadanos y que también utiliza a la población civil como escudo, pero si algo tenemos que hacer los que defendemos los Derechos Humanos es actuar en consecuencia. No hay excusas, cada uno responde a sí mismo.

Debe quedar claro en el contexto internacional que acabar con Hamás no es acabar con Palestina ni acabar con los Ultraortodoxos es acabar con Israel. No se deben confundir a la “parte” con el “todo”; ni todos los palestinos son “terroristas” ni todos los israelíes son “opresores”. Esta confusión llevaría a un recrudecimiento aún mayor del conflicto. La espiral se cerraría aún más. De hecho, el problema político o étnico que supuso el nacimiento de Israel se ha convertido en un conflicto religioso con los peligros que ello acarrea (integrismo). Es el espejismo de la derrota de la Política Internacional que utiliza a humanos como peones. Israel es acusada de tener detrás a Estados Unidos o a los lobbys judíos, pero Palestina también tiene sus “guardaespaldas” árabes. Además, los aliados de cada parte son incapaces de reconocer los errores que cometen los suyos y les quitan peso, dejando los Derechos Humanos como un aspecto secundario ante la política internacional.

Resulta realmente vomitivo leer a Turquía que critique a Israel. Los turcos aún no han reconocido el genocidio turco ni recuerdan que gasearon hace años a los kurdos. Irán, otro país enemigo de Israel, no tiene homosexuales entre sus ciudadanos ni reconoce una de las mayores masacres de la Historia: el Holocausto judío. Hamás llama a la Intifada. Por el otro lado, Estados Unidos no parece querer romper con su papel de “centinela del mundo” ni la Unión Europea ser más unión y europea. Así está el mundo de loco. Cada uno a lo suyo y nadie a lo de todos. No hemos aprendido del pasado y parece que el futuro se repetirá. Nadie puede dar ejemplo, pero tampoco quiere darlo. Como decía Gabriel Aresti: “porque quitan tierra a los vivos y se la dan a los muertos”. Hay que arreglarlo.

jueves, 27 de mayo de 2010

Cómo somos (Un alegato humano)

Resulta curioso, a la vez que sospechoso, que ahora que la crisis agudiza, se expanda el fútbol a todos los días de la semana. Parece que el viejo paradigma romano del “Pan y Circo” funciona. Llega el Mundial y se acaban la crisis y el paro. El fútbol lo invade todo. Aparece en los medios hasta la náusea y seda a los ciudadanos. Este oasis durará hasta que a España se le elimine de la competición. Ahí volverá el complot del mundo contra “La Roja”, el “éramos los mejores” y los rumores sobre los fichajes del Real Madrid. Será la patada que devuelva a los españoles a la dura realidad de la Liga española. Qué aburrido es no haber humillado a los demás. La situación es desastrosa; no hay liderazgo ni soluciones claras y todo apunta a que España será el próximo Grecia si nadie lo remedia, pero mientras hay fútbol no importa. Los sindicatos no responden, la gente vive del “negro”, en Andalucía el PER es bajado a los 25 días por año y en Extremadura 8 de cada 100 ciudadanos es funcionario. Una oda al esfuerzo (y no lo digo por los funcionarios).

La especulación en el fútbol ha llegado a tal extremo que los equipos de fútbol gastan millones como si fueran fichas de Monopoly. Cristiano Ronaldo cuesta 96 millones de euros. Así, uno se entera de las deudas del Barcelona o del Valencia y se echa a temblar. Y muchos de estos equipos deben dinero a Instituciones públicas que, encima, les patrocinan. Todo esto mientras el Numancia, que cuida sus cuentas, está en Segunda división por no haber fichado “galácticos”. Es la escenificación del “culto al despilfarro” tan impregnado en España, un país que ha vivido mirándose al ombligo mientras Europa se desarrollaba cultural y económicamente. Se ha desechado la cultura del esfuerzo, de la reflexión y de la tenacidad y se ha adorado a ese “falso ídolo” del Carpe Diem. Este nuevo “tótem” nos ciega ante el abismo. Aun así, por mucho que se cierren los ojos; el abismo sigue delante y está dispuesto a tragar. El sistema de la hidalguía española, aquella que vivía de sus apellidos, está agotado. La globalización económica ha ofrecido al mundo una competición a muerte en la que la única regla es triunfar. Así se ha impuesto la obsesión por el “Just in Time” o la obsesión por llenar nuestros vacíos con baratijas.

Esta evolución se ha dado sacrificando las enseñanzas de nuestros mayores, no son más que un estorbo, y dándonos a dilapidar todo lo que su esfuerzo construyó. Crearon un Estado de Bienestar para que quién menos tuviera, cubriera las “necesidades básicas” sin necesidad de sacrificarlas y nosotros nos lo hemos cargado por pensar que el dinero era para siempre. Y, encima, cuales niños, acudimos a él en los momentos en los que el dinero escasea. Queremos que “Papá Estado” solucione nuestros problemas, como si las causas y las soluciones nos fueran ajenas. Pura cobardía infantil. Somos responsables de la crisis actual, como la seremos de la siguiente. Somos nosotros los que compramos “la casita en el campo”, los que nos tomamos aquellas vacaciones paradisiacas, los que nos gastamos lo que no teníamos. Nosotros nos hemos cargados las condiciones de vida que nos ofrecieron nuestros mayores; les hemos escupido y encima pedimos que nos solucionen los problemas. ¿No es desgraciado?

El punto más triste de este drama es que no hemos aprendido la lección. Mientras nos obsesionamos fútbol nos olvidamos de los problemas que hay afuera. Y quién dice fútbol, puede hablar de las series como Lost, de portales como Tuenti, Facebook u otras herramientas interesantes que llevadas al extremo alienan al ser humano. Hay que saber diferenciar al pasatiempo de la obsesión, lo malo en sí y la mala utilización. La tecnología lo invade todo, pero no por eso tiene que ser buena o mala; sino todo lo contrario, ya que depende del uso que nosotros le demos. Nosotros damos valor a las cosas.

Todos somos culpables de esta crisis. La deshumanización que hemos sufrido nos ha llevado a olvidar que sentimos y padecemos. Hemos sido nosotros los que hemos abandonado el arte de la conversación, el paseo por el parque o de perder el tiempo mirando por la ventana. Somos nosotros quienes queremos amores de película o triunfos épicos y aborrecemos lo de “carne y hueso”. No queremos sufrir, ya que hemos nacido con la cicatriz del desaliento de nuestros padres. Por eso nos mostramos escépticos y apáticos ante la incertidumbre y nos centramos en los medios en lugar de en los fines. Es placebo.

Decía Hannah Arendt que “el verdadero espíritu puede ser destruido sin llegar a la destrucción física del hombre”. Cuando nos convertimos en máquinas y abandonamos nuestra espontaneidad dejamos de ser humanos. Es esa la principal diferencia entre los regímenes totalitarios del siglo XX y los del Antiguo Régimen. El nazismo, el comunismo o el franquismo consiguieron entrar en nuestra vida privada y obligarnos a comportarnos de una manera mecánica, negando nuestra naturalidad. Es lo que consiguen también los medios que orientan los debates: nos hacen ver lo de lejos y nos impiden apreciar lo de cerca. Una espiral que ahoga nuestro espíritu crítico y que, añadida al espectáculo que nos brindan, nos hace olvidar quienes somos.

Nola garen...

lunes, 24 de mayo de 2010

El "ser" y el "tener"

Sorprende realmente que un “dandy” como Oscar Wilde defendiese el socialismo. Quizás lo hizo porque desconocía que ese régimen se iba a convertir en una pesadilla para gran parte de la humanidad. La URSS, Camboya o Corea del Norte son un mal sueño. Representan la decadencia del hombre y eran un nuevo modelo de explotación de la humanidad. Esta vez las castas no eran económicas; sino políticas y el asesinato eran tan deformado que se convertía en un arma de Justicia. De hecho, la propaganda consiguió tapar los ojos al corazón humano y convertirlo en piedra. El totalitarismo logró deshumanizar al asesinado y reverenciar al verdugo; lo que convirtió al ciudadano en autómata del crimen. En aquellos tiempos tuvo que ser duro tener que elegir vivir entre la “represión” (fascismo) y la “revolución” (comunismo), que en el fondo no eran más que dos caras de la misma moneda. Es difícil encontrar un túnel en la oscuridad.

Oscar Wilde defendía que bajo el socialismo el hombre desarrollaría el “individualismo perfecto”. Algo paradójico para un régimen que subraya lo común y disuelve lo individual. Para el poeta irlandés es en el individuo donde se encuentra la perfección y el que debe desarrollarla. Wilde denuncia la propiedad privada porque lleva a que el hombre sea “lo que tiene” y no “lo que es”. Es ahí donde, en mi opinión, estriba lo más interesante de su obra. Y es ahí donde acierta al afirmar que Jesús pediría hoy día “ser tú mismo”, ya que en “el tesoro de tu alma” hay cosas “infinitamente preciosas” que “no te pueden quitar”. Se podría deducir que la clave de esta obra sería: “la belleza está en el interior”. Una hermosura que Wilde exigiría desarrollar para uno mismo y por uno mismo. Para ello pone como ejemplo al artista y postula que cuando éste hace un recargo se “desnaturaliza”. Asimismo, le exige que sea sordo a lo que dice el público y que cuánto más alto sea el disgusto de éste, mejor será su obra, ya que la opinión pública “no tiene valor”. Una alegoría a la identidad propia y un alegato en contra del condicionamiento social.

Estos no son los únicos puntos interesantes de la obra. Wilde también habla de Utopia: “el país en el que la Humanidad está siempre desembarcando”. Es la apología del soñador perpetuo que lucha por conseguir lo que se propone. Toca también el tema de la piedad. Dice el poeta que somos solidarios con el dolor “por miedo a que nos ocurra lo mismo”. Quizás tenga razón, aunque la solidaridad exige estar “a las duras y a las maduras”. Es bien cierto que ser solidario con el dolorido no le va a quitar un ápice de su mal. Aun así, el no verse solo ante el abismo ayuda a afrontar el problema y puede, a la larga, ser un acicate para superarlo. Pero es verdad también que hay que estar también en el gozo. La alegría compartida es doble: primero, por uno mismo y; segundo, por compartirla con los demás. Es la dualidad.

“El alma del hombre bajo el socialismo” enseña que el cambio empieza por uno mismo. Estoy convencido de que si empezásemos a valorar lo que somos es el fin y a considerar que lo que tenemos es un medio, seríamos mucho más felices. La belleza interior nadie nos la puede hurtar; no es un bien tangible. Pero hace tiempo que perdimos el norte. Estamos decididos a convertirnos en lo que representamos; sin saber diferenciar ese triunvirato entre el “ser”,el “parecer” y el “tener”. No puede ser que “el pasado es lo que el hombre no debió haber sido”, el presente “no tiene importancia” y que el futuro lo que debamos ser. Sin pasado no hay presente, sin presente no hay futuro y sin alma no hay humano; hay un monstruo.

Para el que tenga un rato: El arte del hombre bajo el socialismo.

martes, 18 de mayo de 2010

"No sé volver"

Jokin salió de casa a la biblioteca a las 9 de la mañana. Era un día soleado, de los paradisíacos en los que ansias ir a la playa. Pero él no podía ir, se dirigía al duro estudio. Tenía dos exámenes y un trabajo. El tiempo no le sobraba. Por eso, se mentalizó para aprovechar el tiempo lo máximo posible. Ya tenía hecho el calendario cuando se sentó en una mesa. Estaba solo con demás gente. Cogió los apuntes y los colocó en la mesa. Llegó el primer bostezo y con él, el recuerdo de la añorada cama. ¡Cuánto la echaba de menos! Quería volver. Sin embargo, sabía que tenía que evitar esas ensoñaciones porque tenía que recuperar el tiempo que había perdido. Juró que daría cualquier cosa por tener un día más para estudiar más tranquilo, mientras que se lamentaba por dejar todo para el último momento. Segundo bostezo, este de resignación por no haber cambiado.

Pasaban las horas y poco a poco iba cogiendo el tono. Pasaban también las hojas y las cosas empezaban a cuadrar. Jokin relacionaba unos temas con otros y al final les sacaba una ilógica lógica que le hacía recordar qué tenía que responder al día siguiente. Súbitamente, como ocurría siempre que se concentraba, perdió el hilo. Sintió una punzada en la vejiga: era orín. Raudo, se levantó de la silla y avanzó firme hacia la puerta que abrió con mirada desafiante a las chicas que cruzaba. A ellas les daba igual que pasase, cuchicheaban. No obstante, para Jokin era importante “pasar de ellas”. Quería mostrar que era asceta y creerse que estaba centrado en el trabajo. No era así, estaba más a que creyesen que lo estaba que al trabajo en sí. Luego, dio a la bomba y salió del baño. En la puerta, se encontró con Maite. Estuvieron hablando. Comentaban los entresijos de la asignatura y lo enrevesada que era. Al lado, una pareja se daba el lote como si el mundo se fuera a acabar. Jokin sugirió la idea de una espátula. Maite le sonrió y Jokin se creyó ingenioso. Volvió a sentarse. Flotaba.

Llegó la hora de comer. El estómago de Jokin aullaba. Comió y departió con dos compañeros rezagados que estaban tan apesadumbrados como él. Se lamentaban de no merecer tal suplicio mientras que comentaban la jornada liguera y arreglaban el mundo. En fin, se daban ánimos para no caer en la depresión nerviosa previa de los exámenes que convierten el mundo en un pozo negro de ansiedad y libros. Eran gente apacible. Además, con sus chistes y ocurrencias habían exaltado a las chicas que había sentadas detrás. Ellos no lo sabían, pero las mujeres pensaban que los chicos estaban como cabras. Y no se equivocaban. Uno había sugerido hacer la presentación de un trabajo en calzoncillos, mientras otro defendía dejar la taza del váter levantada como símbolo de insumisión al poder femenino. Era este, y no los exámenes, quién preocupaba a los jóvenes. Jokin lo sabía, por eso lo disimulaba.

Más tarde, cada uno se fue por su lado. Jokin volvió al sitio. Sintió como los dos platos y los dos yogures hacían efecto somnífero en su estómago y entró en un estado de trance en el que luchaba por no cerrar los ojos. La lucha fue dura, pero al final venció Jokin. Aun así, perdió tres cuartos de hora en la batalla. Todo un mérito. No sabía que el suplicio venía ahora: tenía que estudiar lo que le faltaba y hacer el trabajo. Además, estaba seguro de que sus compañeros lo iban a hacer mejor que él. Sabía que era difícil ser más vago. Así que se puso a pasar páginas mientras miraba alrededor. Había gente cuchicheando, mujeres, parejas estudiando de la mano (extraña manera), el bibliotecario que estaba harto de los arrumacos, mujeres, un amigo al que saludó y más mujeres. Al final, Jokin se centró y se puso al trabajo.

Tras dos horas sin parar salió a tomar el aire. Estaba perdido. Se sentía pesado, pero ligero al mismo tiempo y la temperatura de la cara era la de una cafetera y la de las manos la de un congelador. Andaba dando tumbos. No sabía dónde estaba el norte ni el sur. Se encontró a un amigo. Le dijo que la publicidad le salía por la cabeza y comenzó a andar. Cruzó todo el pasillo exterior y luego siguió por la cuesta. Salió de la Universidad y se dirigió recto hacia el mar. Pronto dejó atrás la Estación de Tren y se plantó en la Playa. De ahí siguió andando hasta la antigua plaza de Toros y dio vuelta a la playa. Estaba anocheciendo. Decidió seguir recto y cruzar el casco antiguo de la ciudad. En el camino comió algo o eso recuerda. Estaba como ebrio. Luego siguió a pie hasta la otra playa. Ahí sintió un pinchazo en el estómago y se sentó. Jokin se relajó y quedó somnoliento. Cayó seco. Empezó a luchar entre el consciente y el subconsciente. Pensaba en ciclismo mientras abría los ojos. Era una sensación extraña; sentía una realidad virtual. Estaba cómodo y se durmió.

La gente pasó sin darse cuenta de que ahí estaba Jokin. Amaban tanto su playa que eran incapaces de reparar en aquel elemento ajeno a la idiosincrasia de la ciudad. Era como si aquel cuerpo formase parte de la arena de la playa. Al de un rato un policía municipal se acercó. le tocó con la mano y le susurró algo al oído. Jokin se despertó entre bostezos. Era un hombre nuevo. El policía le preguntó a ver dónde vivía; Jokin le respondió “no sé volver”. Había perdido la noción del espacio y del tiempo y dijo lo primero que tenía en la cabeza. Estaba tan relajado que se sentía mareado. No recordaba estar en la playa. Pronto se levantó y se dio cuenta de lo ocurrido: había dejado todo en la biblioteca y, encima, tenía el ordenador sin la batería puesta. Se acordó de “todo lo acordable” y con paso ligero volvió por el paseo hasta su casa. Pensó en lo rara que es esta vida que te da tregua cuando menos quieres antes de afrontar la batalla final.

viernes, 14 de mayo de 2010

Consumir tanto, ¿para qué?

La confusión de los medios con los fines nos ha llevado a un estado en el que el dinero se ha convertido en el objeto más cotizado de la sociedad. Es el tótem al que todos veneran, el nuevo Dios y el Estado ese nuevo padre que ha de protegernos de las rabietas divinas. La fragmentación interna del ser humano, más allá de su simple división interna, le hace consciente de este hecho, pero le ciega ante sus actos. Se sabe que vivimos apegados al billete y a la moneda, que todo está encaminado al consumo. El valor del dinero se ha absolutizado al mismo tiempo que se ha relativizado el goce que nos proporcionaba. El ser humano es consciente de esta inversión de valores, pero no lo refleja en sus actos. Hay una frustración general, un susurro en el viento que que nos hemos perdido en este caos de valores, medios y fines. La cantidad de mensajes que recibimos diariamente ha agudizado esta sensación de pérdida. Su falta de jerarquización y categorización, encima, nos ha hecho zozobrar en un mar de incertidumbre. ¿Qué pasará mañana? Es el precio de la era tecnológica y del acceso al universo de datos que suponen las nuevas tecnologías.

La escala de valores que regía a generaciones anteriores se ha disuelto en una marabunta de referentes que vagan por el inconsciente social haciéndonos creer que somos impermeables. Pensamos ser más independientes de lo que somos; creemos que la interdependencia es una quimera y no nos damos cuenta de la influencia que hacen los demás en nuestro ser. La libertad está por encima de todo; una libertad restrictiva e incisiva: que nos recuerda que somos libres para decir lo que deseamos, pero que nos hace sordos ante las aportaciones de los demás. Creemos tener la razón. Es un egocentrismo generacional. Pensamos que hemos vivido todo sin haber vivido nada. No tenemos una cultura del sufrimiento profundo o del gran esfuerzo. Tenemos la obsesión por el “aquí” y el “ahora” que nos ha hecho perder la perspectiva del tiempo. El presente lo invade todo; “carpe diem” es el grito de guerra. La comodidad nos ha invadido y así despreciamos de manera indirecta el esfuerzo de otros sin antes haber intentado comprenderlo. Todo lo que ocurre, sea malo o bueno, tiene sus razones y sus causas. No hemos avanzado, nos han empujado y no queremos verlo.

La actual crisis es una buena oportunidad para reflexionar sobre el camino que llevamos. El modelo actual es insostenible. La ansiedad por el “Just in Time” agotará a los trabajadores y eso lo pagaremos los jóvenes. No vemos el peligro que tienen los recortes sociales que proponen las instituciones internacionales como el FMI o el Banco Mundial. No somos conscientes de que los Estados cada vez tienen menos peso y de que son las empresas, que no tienen unos fines humanistas; sino mercantilistas, las que están tomando el poder político en esta comunidad humana. Certificamos que este bienestar es para siempre y no decidimos quién dirigirá nuestras vidas. Nuestro poder social se ha diluido en esa salsa difusa llamada mercado que no es más que una vuelta a la ley de la selva sólo que con apariencia civilizada. Y nos resignamos.

Ya no importamos. Los seres humanos somos un número con una carga de trabajo que tiene cumplir con las necesidades del mercado. Vivimos inconscientes en una rueda que gira con nuestro esfuerzo, pero que nos es ingrata. Nos han desnaturalizado; el primer paso de la destrucción del sujeto. Nos han hecho creernos humanos, dejando de lado al “ser”. Nos han obligado, y hemos aceptado, confundir el bienestar económico con el social; como si el crecimiento de la economía de un país significase un reparto justo de esos beneficios. El trabajo antes estructuraba a la persona; ahora la agota. No hay ilusión ni productividad; ni sensación de que el trabajo es una necesidad natural. Tenemos que amueblar nuestra cabeza, ya que vacía se autodestruye. Por eso, cada vez que nos quieran confundir el bienestar con el mercado y nos pidan consumir, habrá que pensar: ¿para qué?

Somos cómplices de este desastre.

sábado, 8 de mayo de 2010

"Ze ondo bizi giñan!"

Askotan atzera begiratzeak ez digu onik egiten. Orain baino hobeto bizi ginela pentsatzen dugun arren, amets infinitura bultza gaitezke gogoeta horrek. Hori oso arriskutsua da. Baliteke bai, errealitate ustelean eskegita egotea. Aitzitik, hori horrela izateak edo ez izateak, ez gaitzake asko lagundu gaurko oztopoak biharko baliabide bilakatu daitezen. Iragana joan zen eta etorkizuna jokoan dago; beti orainaldia zubi etengabea dela presente izanaz noski. Hori dela eta, ezin dugu egun guztia iraganera begira igaro, “ze ondo bizi giñan!” bezalako amets galduei so, denborak jango baikaitu bestela. Lo naturalaren zartadak pairatu behar ditugu; kosta ala kosta. Bizitza ez da sinplea ero erraza izaten. Izaki, izate edo izaera oso konplexuak dira eta guk geuk ez ditugu geure mugarriak ondo finkatzen; bizitzen irakasten ez digutelako. Egunero, mundu honetan bizi-irauteko klase magistralak jasotzen ditugu eta bide okerraren sarrerek bide egokiarenak baino politagoak dirudite. Lilurakeriaz estalitako harrerak besterik ez dira! Denboraren joanean, bide argia zena ilundu egiten da eta itzalen artean amatatzen gara egonezinera iritsi arte. Gauzak nola begiratu ez digute esplikatu. “Disfruta ezak!”, esan ziguten, baina inork ez zigun galdetu nola gozamenik nahi genuen, ze motatako gozamenik nahi genuen. Horrexegatik, gaurko poza, biharko tristura bilakatzen da oso maiz.



Denbora neurtu behar dugu. Oso gazteak gara eta oraindik bidea egiteke dago. Oztopo handiak aurkituko ditugu, bai, baina arestian aipatu bezala, bizitzen jarraitzeko traba horiek gainditzea beste erremediorik ez zaigu gelditzen! Orain, bizi edo iraun egin nahi dugun hautatu behar dugu. Aukera erraza ematen du, baina uste dugun baino askoz sakonagoa da. Pasibo ala aktibo? Ze jokabide hartu? Gehienok aktibo aukeratuko genuke, baina aldi berean, pasibo jokatu. Guzti horrek, geure baitan hausnarketa sakona bat egitea eskatzen du. Hori, berandu baino lehen etorriko zaigu. Egunak zenbatu, kontatu ea zertarako bizi zeran asmatzen duzun. Galdera ez da erraza eta erantzuna, hil arte ez daiteke aurkitu! Inguratzen gaituen maitasuna eskuekin ukitu nahi dugu. Nik baldintza guztiak sortu beharko nituzkeela badakit. Lan nekeza! Lotsak edo ganora faltak ahalegin berezi bat eskatzen dit. Koldar ausarta? Agian, baliteke. Dena den, bizitzaren ikusle soiltzat dut ene burua. Besterik irakatsi ez zidatelako, liburu eta besteen istorioetan ezkutatzen naizelako... Koldarkeriaz koldarkeria nire bizitza eraiki dudalako besteen bizitza bizi nahian. Niri begira egoten naizenetan ze egin dezakedan galdetzen naiz. Erantzun asko ditut, baina ez didate balio; nik entzun nahiko nukeena ez baitut aditzen. Horrexegatik, kexatu baino lehen, isilik hobe nago!

PD: Eskerrik asko Aitor!