Arde Troya

En estos tiempos de exámenes es cuando nos acordamos de por qué no hemos hecho las cosas antes de por qué no lo hemos preparado todo para llegar a tiempo. Es ahora cuando me pregunto por qué me cuesta tanto concentrarme delante de un libro. Desconozco qué me ocurre pero no me gusta un pelo. Me gustaría ser diferente, más aplicado e inteligente, más tranquilo y guapo. Hay veces en las que no me gusta ser yo mismo. Es algo común a cualquier mortal, no es nada excepcional. ¿Quién no ha soñado jamás con ser otro? ¿Quién no ha sentido envidia sana o ha querido ser un personaje creado por su mente? La perfección no existe.

Necesitamos periodos más largos de reflexión. Coger lápiz y papel y desmenuzar nuestros sentimientos más internos. Sacar de ese pozo oscuro en el que están encerrados e ir desanudándolos uno a uno intentando entender cómo nos sentimos, qué deseamos y detestamos. Muchas veces pienso que por qué el mundo no se detiene un segundo para que podamos respirar, por qué esto no es una imagen fija y estamos cambiando sin parar. Por qué no encuentro equilibrio en mi vida, por qué no aprendo a convivir con mis virtudes y defectos. Quizás así el mundo sería algo mejor o quizás sería aún más complicado, ¿quién sabe? El mundo es complicado por culpa de sus moradores. Somos complejos aunque intentemos ser simples. Cada cuál somos un mundo y no tenemos tiempo para conocer a los demás. Por eso tenemos prejuicios.

El ser humano creo que es el único que es capaz de sacar de una pregunta otra. Las dudas son como una muñeca rusa. De la primera, salen más y seguimos aún sin saber cómo somos. Y ahora toca estudiar. Mañana examen y otra vez en blanco. ¿Habrá milagro? ¿Quién sabe? Lo único que sé es que como no estudie arderá Troya porque siempre quiero más.