Comparto totalmente las afirmaciones de Urkullu cuando dice que la bandera española no es la suya. Las comparto abiertamente ya que tampoco es la mía. Yo me siento vasco únicamente y mi bandera es la ikurriña de los hermanos Arana, mi himno el Gora ta Gora y mi patria Euzkadi. Además, sueño con ver algún día mi país libre de imposiciones, que tengamos la posibilidad de poseer una identidad nacional múltiple o por lo menos flexible. En definitiva, deseo un día poder decidir la relación de mi país con Francia y España y a partir de esa base decidir de cara a las autoridades qué nacionalidad es la mía. Sin restricciones judiciales ni condicionantes violentos. Por eso, me ha sentado como una patada que la bandera española ondee en el Parlamento Vasco. No por el hecho de ser la bandera española en sí, si no porque es una enseña que aquí crea conflicto ya que no es aceptada por la mayoría de la sociedad ni siquiera por los que se siente españoles que prefieren la tricolor. Tampoco creo que a Izaskun Bilbao le haya sentado mejor la sentencia del Tribunal que le obligaba a colgarla. Es otro atropello contra el autogobierno vasco que además mancha la imagen de la presidenta.
Empezando por que esta guerra de las banderas me parece un debate estéril, ya que ocurren cosas mucho más transcendentes en este momento, esta decisión creo que está hecha para marcar el territorio. Es como un “estoy aquí” enviado por quienes desde una perspectiva unitaria no han sabido gestionar la asimetría del Estado. España es un estado plural aunque muchos no lo hayan asumido aún. Y es que quienes diseñaron el modelo constitucional pensaron que la autonomía era una concesión más que un reparto de poder. Creyeron que España posee una soberanía absoluta sobre su territorio sin darse cuenta de que ese poder estaba fuertemente cuestionado en Cataluña y Euzkadi. Quizás por eso, 30 años después, estas naciones sigan sin encontrar un lugar cómodo en España. Leía hoy un artículo de Daniel Innerarity en Hermes y tiene razón cuando afirma que el Estado Español no ha explotado las posibilidades de la Constitución. Quienes han dirigido España han mermado su potencial desde la LOAPA paralizando las transferencias pendientes a la CAV lo que, por ende, muestra una desconfianza o miedo hacia la soberanía vasca. El pacto tan celebrado que fue el Estatuto de Gernika no puede ser interpretado como algo unilateral, si no como algo multilateral ya que perdería, si no, su carácter integrador. Un pacto es el acuerdo entre por lo menos dos partes. Este incumplimiento del acuerdo propició la Propuesta del Gobierno Vasco para la convivencia que tanto rechazo produjo en la sociedad española.
Y es que si el Estado Español no se toma en serio el Estatuto de Gernika y las aspiraciones que tenemos los nacionalistas vascos tiene un grave problema que puede agravarse con el tiempo. La solución completa o parcial del conflicto político vasco va a depender de la actitud española. Su cerrazón sólo puede llevar a un enquistamiento entre las dos partes. Encima decisiones como esta no ayudan mucho aunque no sea más que la punta de un iceberg de un desencuentro histórico que dura desde la abolición de los fueros. No puede parecer que la reivindicación estatutaria sea un “capricho secesionista” ni los Derechos Históricos un “chollo”. Tampoco tiene por qué suceder que los nacionalistas vascos tengamos que acatar una Constitución que no consideramos nuestra mientras que los dogmáticos la incumplen sistemáticamente. Sin un cambio de mentalidad del nacionalismo español en cuanto a la vertebración de su estado no se puede salir de este atolladero en el que llevamos atascados desde tiempos de la República en la que Telesforo Monzón, Manuel de Irujo o José Antonio Aguirre defendían la soberanía vasca ante Calvo Sotelo, Gil Robles o Chapapietra.
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Hace 1 día
1 comentario:
Vamos, que estamos en lo mismo de siempre.
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