“Más
que la sierva de la pasión, la razón es su jefe de la prensa.”
(Jonathan Haidt)
La
semana pasada Martín vino a cenar. Le invité a ver mi casa y, de
paso, nos pusimos al día. Me contó que había conocido a una chica.
Era inteligente, guapa y divertida. Hablaban mucho, casi todo el día,
y de todo, pero no conseguía quedar con ella. “Parece que sólo
quiere mi atención” se quejó triste. Lo había intentado un par
veces y en ambas le dio ‘largas’. Además, ella tuvo un detalle
muy feo, quizás involuntario, que le llevó a tomar la decisión de
‘terminar la relación’. “Ya me he visto esta película y acabo
mal” zanjó. Por eso estuvo ausente las últimas semanas. Luego, ha
intentado decírselo, pero no ha visto la ocasión. Lo peor son los
posos: “ha despertado en mí sentimientos que parecían olvidados,
como querer tener pareja”, me confesó. Había vuelto el Martín
melancólico y sensible, aquel que parecía haber pasado a un segundo
plano. “Es un fastidio esto de tener los sentimientos disparados”,
sonrió resignado.
Como
cada vez que se juntan dos viejos amigos, Martín y yo alternamos
novedades con ‘batallitas’ y recuerdos de juergas varias. Me
contó que había estado releyendo sus confesiones y que le habían
hecho mirar las cosas con perspectiva. “Esta vez no se me ha caído
el mundo encima”, subrayó. “Ahora estoy muy bien, me he
independizado, tengo un trabajo que me gusta, una familia maravillosa
y un montón de amigos y de planes, es lo que siempre he querido y
voy a disfrutarlo” añadió seguro. Un discurso que viene de una
reflexión más profunda: “antes tenía tendencia al drama, pero
las cosas hay que tomárselas con naturalidad e intentar estar de
buen humor el mayor tiempo posible”. Parece que va en serio, porque
durante la cena no paramos de decir tonterías, nuestro pasatiempos
favorito.
También
hubo tiempo para charlar de libros, del Athletic y de viejos amigos,
y hasta para volver al tema de la chica. Admitió que era una pena,
pero estaba contento por cómo lo había afrontado. “He visto que
he crecido como persona” dijo sonriente. Me explicó que había
desarrollado varias tácticas para no darle demasiadas vueltas a las
cosas. Por ejemplo, si estaba receptivo, respondía a sus
pensamientos destructivos con argumentos racionales; sino,
directamente oía en su cabeza un “bla, bla, bla...” hasta que
pasaba a otra cosa. Martín quería seguir en esa dinámica positiva
y marcó su próximo objetivo: ser más seguro con las mujeres. “Soy
un tío cojonudo, soy inteligente, culto y divertido, ¿sería
una pena que por mis inseguridades alguien se perdiera este
partidazo, no?” resumió. Luego nos miramos y, entre risas,
brindamos por lo que brindan dos viejos amigos: por ellos, por tener
salud y por verse más a menudo. Hasta la siguiente, Martín.