sábado, 30 de abril de 2011

Ibiltari erratuak

Euria da kalean, zorua bustita dago. Zorionez, guk etxerikan badaukagu, bestela geure ileak busti egingo lirateke, baita geure buruak ere. Izan ere, askotan ez dugu eskertzen guk dauzkagun bizitzeko baldintzak. Beste herrialdeetan gaixorik jarriko ginateke; pitinka-pitinka hiltzeko. Hala ere, hortaz jabetu beharrean, beste zera hori erosi nahian gabiltza. Erostea da, azken finean, geure patua, mundu Eroski erraldoi bat bailitzan.

Ezer ez daukana materialarekin maitemintzen dela esan zidan lagun batek eta arrazoi osoa dauka; guk orain jabetzen duguna besterik ez gara. Horixe da garai honen arazoa: gatazkak diruaren bidez ixildu dituenak ohitura txarra hartu du eta orain diruarekin konpondu ezin diren arazoak konpontzeko baliabiderik ez dauka eta horrexegatik triste dago. Eta triste gaude. Euria, lainoak, eguzkia eta natura geure menpe baleude bezala hartzen ditugu, oro har. Edertasuna erosotasunaren truke oparitu dugu eta halakoak bihurtu gara: gu gara tristeak, bizitza honen aurrean buru-makur mugitzen diren ibiltari erratuak.

Arin goaz, baina denbora ez dakigu ondo erabiltzen eta setatiak gara. Ondo pasatzeko denpora, pertzeptzioa eta inoraezean artean ibilteko erabiltzen dugu eta ikasteko astia gela batean atxiloturik ematen dugu. Denpora etengabian badoa, aitzitik. Eta ez dugu aprobetxatzen, ez dugu profitatzen. Egunero pozten gaituzten uneak alde batean uzten ditugu, geure amets potoloak betetzeko. Baina handiak izateko txikiak izan behar garela ez gara ohartu oraindik. Hori dela eta, mundu hontako ibilitari erratuak bihurtu gara; zoru hontan oinez ibiltzen ikasi baino lehenago kotxea gidatzen irakatsi nahi dutenak.

jueves, 28 de abril de 2011

Le Grand Meaulnes o en busca del momento perdido (I)

He de reconocer que en el colegio fui un mal alumno. A pesar de sacar los cursos, nunca fui una persona muy rigurosa en cuanto a los deberes. De ahí que haya unos cuantos libros en francés que pululen por mi cuarto sin pena ni gloria. Son historias, la mayoría, que me mandaron leer en el colegio y a las cuales les he hecho poco o ningún caso. Salvo 1984 de George Orwell, el cual por cierto no encuentro, y W ou Le Souvenir d’enfance de George Perec, el cual espero releer pronto, los demás están ahí como trofeos de mi educación francófona. Una de estas obras es Le Grand Meaulnes de Alain Fournier que decidí leer a raíz de la curiosidad que me suscitó un artículo de Santiago Alba Rico en el que citaba la obra. El escrito titulado “¿Dónde ocurren las cosas?” ponía como ejemplo de la búsqueda de los momentos perdidos a la obra de Alain Fournier, ya que Augustin Meaulnes, personaje principal de la trama, se pasa la primera parte de la obra en busca de una finca perdida en la que conoce a Yvonne, mujer de la que pronto se enamora y que también persigue con ahínco. La verdad me sentía inseguro al leerla, porque mi nivel de francés ha menguado durante los últimos años, aun esforzándome por que esto no ocurriera.

La Finca Perdida

Le Grand Meaulnes es una trama dividida en tres partes. La historia está narrada por François Seurel, hijo del maestro de Sainte-Agathe y que ve como el tiempo pasa y el se queda. Éste es el guardián de la historia que comienza en el momento en el que un chico alto llamado Augustin Meaulnes atraviesa la puerta de su casa para quedarse a vivir con ellos en una habitación. A partir de ahí, su vida cambia totalmente y más aún desde el momento en el que Augustin desaparece del pueblo y reaparece con un propósito: reconstruir el camino que hizo desde Sainte- Agathe a ese extraña fiesta en la que participó y en la que conoció el amor. Así, los dos muchachos se pasan tiempo revisando mapas en busca de la finca en la que Augustin apareció por casualidad y en el que conoció a Yvonne; mujer que representa su amor platónico perdido y que intenta recuperar. De hecho, en este tiempo Augustin y François mitifican los hechos hasta el punto de que su único objetivo es reencontrar, de la misma manera que en los cuentos infantiles, la misteriosa finca en la que aterrizó y la princesa que conoció. Durante ese tiempo, François se convierte en el escudero de Augustin, quién le promete no irse a la aventura sin él. En esta pareja, de hecho, se complementan el espíritu rebelde de Augustin y la nobleza de François que admira a su compañero. Ambos recuerdan al Quijote (Augustin) y Sancho Panza (François).

La búsqueda

La estancia de Meaulnes en Sainte- Agathe se tuerce a raíz la aparición de unos bohemios en el pueblo. Éstos les tienden a una emboscada y consiguen marginarlos en la escuela. Además, con la ayuda de chicos del pueblo, el bohemio, de nombre Frantz, roba a Augustin el mapa en el que intentaba reconstruir el camino que le llevaría hasta la finca misteriosa. Sin embargo, al poco tiempo se lo devuelve y le facilita la dirección de Yvonne en París, a cambio de que los chicos le juren amistad y acudan a su llamada. Inmediatamente, Augustin parte hacia París y deja a François en Sainte- Agathe. Es su segunda gran aventura en la que intenta recuperar la primera. Durante ese tiempo, François recibe tres cartas de su amigo en las que percibe la desesperanza y el desasosiego de Augustin que se pasa el día debajo de la ventana de Yvonne sin que ésta asome la cabeza. Y es debajo de esa ventana cuando conoce a otra chica que está en la misma situación que él: esperando a que alguien, a quien ama y quien debería estar al otro lado del cristal, aparezca por esa ventana. Su desesperación es tal que es consciente de que está perdiendo la cabeza ante una ventana de la que está seguro nada saldrá. Aun así, como le ocurrió a Penélope en Itaca, su inquebrantable fe en el amor le impide despegarse de ese banco y pasa el tiempo fantaseando con un encuentro romántico con su amada. Es su única esperanza. De hecho, Augustin escribe a François que quizás la muerte le ofrezca “la llave, la continuación y el fin” de esta aventura fallida y le pide que se olvide de él y de su aventura.

Continuará...

viernes, 8 de abril de 2011

La posmodernidad, ese gran 'glotón'

Reflexión para la asignatura de Filosofía


Exhalaba Harry Haller, alter ego de Hermann Hesse en El Lobo estepario, que la vida de un ser humano se convierte en “verdadero dolor” cuando “dos épocas, dos culturas o religiones” se cruzan y que por eso, algunas generaciones pierden “toda naturalidad, norma, seguridad e inocencia”. Algo así ocurre hoy día con lo que se ha denominado la Posmodernidad. Es evidente que desde la Ilustración, las condiciones han cambiado, pero en el último siglo las condiciones han mutado a gran velocidad y nos encontramos en un mundo totalmente diferente al que vivieron nuestros padres. Aun así, la pregunta es si la Posmodernidad existe o si es la prolongación de la Modernidad. Ulrich Beck, por ejemplo, defiende que este cambio tiene por detrás una ideología. En su trabajo Dadas las circunstancias, el filósofo no niega que exista un cambio en el modelo de producción; pero defiende, creo que con razón, que es la vuelta al capitalismo más puro. Porque es innegable que desde la caída del Muro de Berlín, el marxismo ha sido prácticamente marginado en las sociedades occidentales, por lo que el método de análisis de la lucha de clases ha quedado postergado a ámbitos académicos y también la única alternativa que hacía sombra al capitalismo. De hecho, la afirmación de Beck de que esta etapa es un “capitalismo más puro”, se puede unir perfectamente a lo que desarrolla Jameson en su Lógica cultural del capitalismo tardío. El capitalismo defiende la supresión de las aduanas y en la Posmodernidad esta idea se ha trasladado a otros campos. El peligro atómico ha demostrado que, al final, las fronteras son sólo líneas pintadas y que hay riesgos que son mundiales.

Estos cambios en la lógica social, ha traído cambios de pensamiento y ha conllevado la caída de lo que se llamaron los “grandes relatos”. Ya no hay quien legitime las grandes narrativas que describían de manera científica cómo liberar al Ser Humano. De hecho, esos movimientos han quedado en evidencia por su tendencia a provocar catástrofes como los Gulags, Campos de Concentración o los genocidios que han sido las más formas más racionales de asesinar que se han inventado nunca. De este mismo modo, el método científico en general y el sistema democrático han quedado también debilitados, ya que se han mostrado falibles ante ciertos problemas y únicamente persiste un modelo basado en la omnipresencia del mercado y la apatía social. Así, no es extraño que ante las crisis actuales, los seres humanos se muestren escépticos y se encojan de hombros ante la incertidumbre que se descubre en el futuro. Es normal, porque lo que se ha intentado vender como infalible, se ha demostrado que es imperfecto. Es también por eso que la sociedad ahora mismo es “empírica, caótica y heterogénea” (Jamenson) y las personas que la habitan tienen como interés supremos su propio bienestar. Esta visión no está muy alejada del Romanticismo, ya que el romántico era individualista y algo egoísta. Tampoco la atomización de las “emociones sociales” es algo propio de la Posmodernidad. Alguien identificado con la Modernidad como Elliot afirmaba que la poesía era una fuga de la personalidad y de la emoción.

Estas razones dan a entender que, como defiende Callinicos, la Posmodernidad se ha apropiado de los rasgos de la Modernidad. De hecho, parte de nuestra confusión viene realizamos una metonimia con esta época. Confundimos una parte de la Modernidad con toda. Porque la Modernidad, al igual que la Posmodernidad, es una época plural, ya que no se han puesto en práctica de la misma manera en el Planeta Tierra. De la misma manera, la Historia es una metamorfosis constante: nada se destruye; sino que se transforma. La Modernidad no es ajena a esta ley y está en plena mutación. Aun así, no se podría decir que haya desaparecido, porque la sociedad industrial o los Estados-nación siguen existiendo. Es por eso que creo el Postmodernismo significa que estamos en la época final del Modernismo, ya que sus propias instituciones están transformándose y su papel y posición en la sociedad está cambiando.

Hoy día puede que vivamos el crepúsculo de la Modernidad. Sin embargo, no creo que seamos capaces de atisbar cuál va a ser el nombre que pondremos a la época que venga para distinguirla de la actual. Sólo los Ilustrados fueron capaces de identificarse ante la Historia. Del mismo modo, los rasgos que aplicamos a la Posmodernidad son apropiaciones o mutaciones de los que definieron a la Modernidad. Dicen que hoy día el hombre por dentro está “roto en mil pedazos”, porque ha perdido los grandes referentes. Harry Haller, el alter ego de Herman Hesse en El Lobo estepario, era también un “ser mixto”: por un lado era un lobo estepario y por el otro una persona “normal”. ¿Será característica de la Modernidad o era Hermann Hesse otro precursor de la Posmodernidad?