lunes, 28 de febrero de 2011

Internet, móvil, esclavitud y otras cosas más

La lógica unilateral actual provoca que asociemos a unas ideas algo positivo y a otras algo negativo. Sin embargo, nos equivocamos porque las cosas no son buenas ni malas; sino que su empleo las califica. La Razón, una de las bases de nuestro pensamiento actual, llevó al ser humano a atrocidades como el nazismo o el comunismo que exterminaron al humano en nombre de una perfección imposible. Asimismo, esos nazis o comunistas asesinos no tienen porqué ser malas personas. De hecho, las circunstancias nos condicionan tanto que sería difícil vaticinar quién de nosotros no hubiera sido nazi, franquista o estalinista en aquellos tiempos. Lo grave es que en lugar de pensar en esto, nos dedicamos a reírnos del pasado sin reflexionar sobre qué dirán de nosotros en el futuro. Nos creemos la vanguardia intelectual de la Historia y sólo somos un eslabón más de la cadena humana. Lo políticamente correcto nos cercena como personas y coarta nuestros derechos y obligaciones. La lógica aplastante del mercado nos pone precio y nos distingue: por un lado están los que tenemos papeles y por el otro los que están esperando que se los concedamos. Una locura que en un planeta lleno de fronteras naturales y artificiales.

Lo admito, soy un afortunado. He nacido en un lugar en el que tengo papeles, un hogar que me ha tratado bien y en un ambiente acomodado. He crecido en un mundo que ha sido bastante cómodo en el que, aunque haya tenido que buscar diferentes equilibrios y haya sufrido profundamente en repetidas ocasiones, he tenido lo básico cubierto. Soy, en definitiva, una persona legal. Sin embargo, también tengo un precio. El mercado nos ha igualado a todos, aunque dentro de esa igualdad siga habiendo más y menos iguales. Además, soy también una parte de un sistema económico que nos da la posibilidad de elegir productos, pero que nos exprime como personas. El teléfono móvil se ha convertido en el nuevo dispositivo de esclavitud. Ahora se está todo el día controlado. El Gran Hermano no era tan exagerado como se cree. El seguimiento continuo al individuo se da gracias al empleo perverso de diversos aparatos como el GPS o el móvil que fueron teóricamente inventados para facilitar la comunicación entre humanos, pero que se han convertido en un nuevo elemento de control social. Y nosotros tan felices con poder navegar en Intenet desde el móvil...

martes, 22 de febrero de 2011

Nuevas preguntas con viejas respuestas

Ya estoy harto de que se diga que somos unos vagos, que no tenemos ideales y que no salimos del sofá. Me toca las narices esa autocrítica snob del vago que por lavar su conciencia busca equiparar a los demás con su ineptitud. Cuando ves los ERE’s, las listas del paro, la explotación laboral, (la Blackberry es una herramienta muy útil de esclavitud) y el nivel de infelicidad de la gente te da qué pensar. ¿No será que esta sociedad no ilusiona? ¿No será que ya no soñamos más que con huir de esta lánguida monotonía? Muchas veces se habla del consumo como matriz del comportamiento social, pero pocos se preguntan por qué se busca en lo material las respuestas espirituales. ¿No será por qué la Iglesia no tiene credibilidad y por qué es duro vivir sin un Dios, un Cielo o alguien que te diga lo que tienes que hacer? La libertad es una responsabilidad y eso da mucho miedo.

Este no es el único punto que me molesta. Parece que la sociedad es tonta, que es una masa que es guiada por una “mano invisible”. Pues lo primero lo dudo y lo segundo también. La sociedad está descohesionada. Cada uno hace la guerra por su cuenta porque defiende lo suyo (nos guste o no) y es cierto que nos guían con “relatos” sobre el mundo. La Revolución, la “Pureza de Raza” y esos macrorelatos sobre la perfección en el orden social ya no tienen credibilidad ninguna. La sociedad ya no cree lo mismo que hace 60 años. Es comunismo o el fascismo, como en parte el catolicismo, han perdido el valor apostólico con el que se fomentaron durante tantos años. Hoy día somos un “poco de ahí y otro de aquí”, pero no por ello somos tontos. Lo que pasa es que la gente está cansada de no colmar esas grandes aspiraciones que nos intentan vender por la televisión, pero que sólo están al alcance de los más dotados. Y es por eso por lo que pasa de todo y va a lo suyo. Tan simple como eso.

La sociedad actual se ha vuelto totalmente pragmática. Busca lo tangible, porque ha absorbido la frustración de los mayores. Aquellos sueños que fabricaron nuestros abuelos se han pinchado y no hemos sabido darles otra forma y explicar que las cosas son más complejas de lo que parecen. Pero es igual, porque lo más fácil es echar las culpas a los demás y decir que somos unos lánguidos y unos pasotas. Lo difícil es decir que para estas nuevas preguntas, que son fruto de los cambios de circunstancias, no hemos sabido fabricar aún herramientas para darles respuesta. Y es que es muy difícil reconocer las propias debilidades. La frustración no da votos, pero sí otorga cuotas de poder a quien sabe pescar en río revuelto. Es lo que hay, o parece haber.

martes, 15 de febrero de 2011

Revueltas por San Valentín

Este San Valentín el amor a la libertad está de moda. Las diferentes revueltas en el mundo árabe nos estimulan a creer en un mundo mejor. Los regímenes de Egipto y Túnez parecen derrocados y los de Irán, Bahrein y Argelia parecen en peligro. El “pueblo”, ese sujeto indeterminado empleado para dar legitimidad a una causa, se ha levantado y ha protestado por la incomprensión que sufre por parte de los dirigentes de sus propios estados. Los occidentales, especialistas en aplaudir cualquier cambio, les animamos y vemos un reflejo de nuestra cultura y valores en esas revueltas. De hecho, les empujamos desde nuestro sofá a derrocar líderes que nosotros hemos apoyado como Mubarak o Ben Alí y les aconsejamos encarecidamente a que adopten la vía democrática. Ahora, si nos preguntasen qué es la democracia, pocos podrían responder con claridad. De hecho, todos emplearíamos las mismas ideas: el voto, el presidente o partidos políticos. Sin embargo, poco hablarían de otros fundamentos de la democracia como el poder de decisión o bien común y respeto a las minorías. Del mismo modo, hay que distinguir entre elegir y decidir. Se puede decidir y elegir en democracia, pero cuando cedes tu decisión a otra persona, a la cual eliges, no tienes porqué decidir posteriormente en la vida política, ya que hay alguien que lo hace en tu lugar y, muchas veces, sin preguntar. En las democracias representativas, poco podemos hacer ante problemas que nos afectan directamente y en los que quienes deciden son los partidos, ya que son estos quienes forman las listas que luego elegimos. Se podría decir, además, que existe una fobia al refrendo.

Lo que está ocurriendo en el Mundo Árabe no nos es ajeno. En Europa también ha habido revoluciones y situaciones de cambio políticas. Se podría hablar del idealizado Mayo del 68, de la aplastada Primavera de Praga o de la Revolución de los Claveles. Pero lo que para mí el paradigma de lo que no debe ocurrir es la Transición española. Este capítulo de la Historia fue un amoldamiento del franquismo a la democracia que no conllevó una democratización del franquismo sociológico. De hecho, la Transición española consiguió amaestrar a la izquierda republicana española y, hoy día, sólo organizaciones con poco peso se declaran abiertamente republicanas y defienden otro modelo de Estado. Es cierto que en un primer momento, fue un punto intermedio entre ambos bandos, pero no hay que olvidar que durante la Transición, los aparatos del Estado siguieron en manos de los mandos franquistas y así se llegó hasta el 23-F y mucho más allá. Fue una transformación del Estado en toda regla, en la que los vencidos tuvieron que entrar en el juego que planteaban los vencedores franquistas. Esta tendencia ha conseguido que se considere a gente del régimen franquista, que nunca ha roto con su pasado, como padre de la democracia. Del mismo modo, la dinámica de que “el fin justifica los medios” persiste entre dirigentes que toleraron, por no decir fomentaron, el terrorismo de Estado contra los terroristas. Esto debería ser amonestado por alguien, pero para ello se necesita una cultura democrática, y es algo que hay que trabajar a través de la autocrítica y revisión del pasado; tareas difíciles cuando se intenta hacer “tabula rasa” de la dictadura.

Las diversas revueltas dadas en el mundo árabe corren el peligro de ser únicamente transformaciones de regímenes totalitarios. Estos regímenes han sido sustentados por parte del “pueblo” y por otros estamentos de esos países. Sin ese apoyo, hubiera sido imposible que regímenes tan “contestados” perduraran tanto tiempo. Pensar lo contrario es engañarse. De hecho, el futuro podría ser aún más tétrico para estos países, porque sin un cambio de mentalidad es imposible un cambio político. Lo más habitual es que los regímenes anteriores se amolden a las nuevas circunstancias sin perder los privilegios del pasado. Es como si el matón, ante la presión, dejase entrar a los demás, pero sin poder echarlo e intentando reciclarse hasta parecer otro más. Eso es lo que ha ocurrido en la antigua URSS, en Francia y también en España. Lo contrario es mentir. Es por eso que este San Valentín será parecido a los siguientes, ya que, aunque hayan cambiado las circunstancias, seguirá el temor al verdugo y, aunque la libertad sea cada vez mayor, seguirán existiendo tabus políticos hasta cambiar la mentalidad: ese será el final de la revolución.