martes, 29 de enero de 2013

Miradas

Este es un país de miradas. Se habla poco. Somos reservados o tímidos. Es así. Por eso, lo que no se dice tiene un valor excepcional, casi precioso. Es una oportunidad para la seducción, sin embargo, solo unos pocos valientes dan el paso y actúan. Este es un país también bastante conservador, apocado y bastante taciturno en el aspecto emocional. Tengo un amigo que dice que estamos "castrados". Quizás exagere.

La valentía que hemos tenido para la política o la cultura la hemos desaprovechado para transmitir lo que sentimos hacia los demás: a las personas que queremos. ¿Cuántas veces nos hemos callado un "te echo de menos"? A veces creemos que no es necesario expresarlo porque los hechos "hablan por sí mismos". Otras, sin embargo, porque nos embarga la vergüenza o tenemos miedo al fracaso; a que nos digan "que no, que no eres correspondido; yo no te he echado de menos". ¿Hay mayor humillación para un hombre que el no ser correspondido por otra mujer? Probablemente, pero con 20 años no piensas en otra cosa.

Ante esta pasividad uno se pregunta qué hubiera pasado si hubiera dado el paso, si me hubiera acercado a aquella chica con la que crucé tantas miradas. Quizás ahora sería feliz, pero igual también me sentiría más desdichado. Esta pasividad solo trae resignación. Le das vueltas y vueltas buscando una explicación y lo único que acaricias son fantasías extrapoladas de lo que has visto en la televisión. Qué daño ha hecho el amor platónico.

Pasa el tiempo, esa mirada y esa sonrisa no se borran de la mente. Son recuerdos. La contemplas callado, pensativo, soñador; imaginando que hubiera pasado si le hubieras dicho algo; si lo hubieras intentado. Sueñas con felicidad, con miradas, caricias y más miradas. Sonríes y piensas que puedes ser feliz; que lo eres. Aun siendo virtual, sientes esa alegría y te regocijas en cada instante de tu fantasía. Las pocas posibilidades que existen de que se repita la misma situación, te hacen sentirte seguro. Aun así, sabes que nunca le dirás nada. Eres así, no hay mayor explicación para el miedo al fracaso.

Este es un país de miradas. Un lugar donde la gente piensa más que habla. Por eso, siempre crees que esa persona se te acercará y te dirá claramente lo que quieres oír. Sin embargo, ella es como tú; está callada en su casa dando vueltas a aquella oportunidad que perdió; fantaseando taciturna contigo, pensando en lo poco que fuiste y soñando con lo que podrías haber sido. Quizás. Solo ella lo sabe. Sea lo que sea, da igual. El solo hecho de ser consciente de la inoperancia de uno mismo es bastante derrota. Más aún, cuando uno toma consciencia de lo que significan las miradas.