miércoles, 7 de julio de 2010

Retales de melancolía

En los instantes en los que la soledad acosa, uno recuerda lo que tenía. Compara y rememora con cariño al pasado. Se apoya en momentos puntuales que fueron gozosos y que quedan guardados en la selectiva memoria. Hay veces en las que parece que vuelven. De hecho, es curioso de qué modo el embudo de la memoria traga lo negativo y regurgita lo positivo. Así, épocas que objetivamente fueron malas, se convierten en buenas, cuando se recuerda con cariño aquel mal trago o se subrayan los buenos momentos. Por un lado, la memoria es sabia. Lo doloroso muchas veces nos hace más fuertes. Por el otro, es audaz, hasta soberbia. El sufrimiento en aquel momento incidió en lo más feo de nuestro ser, pero parece olvidado. Aun así, una vez superado, aquello ensambló retales, descosidos, de una personalidad en constante construcción. Paradojas.

Ya decía Mao que para hacer una nueva casa había que tirar la vieja. Yo discrepo. Pienso que hay que rehacer la vieja. El emplazamiento ha de ser el mismo, sino se pierde la identidad. Uno debe renovarse, reconstruirse, pero sin obviar quién fue. Aunque el pasado duela o aunque sonría tanto que hiera. Por eso las tardes de melancolía hacen renacer, aun pareciendo otra paradoja, a uno mismo. Recuerdan a uno que tiene la virtud de poder ser feliz y que es capaz de ello. Albergan también una pequeña esperanza, quizá inconsciente, por convocar de nuevo a aquellos tiempos. Es la añoranza por lo querido que ha ido para no volver. Nadie echa de menos lo que hace o va a hacer al día siguiente; sino a aquello que sabe nunca volverá: aquella canción con recuerdos íntimos, aquella noche en la que se lo pasó tan bien y otras tantas cosas más que se evocan en momentos en los que algo pincha la memoria.

Ahora mismo el recuerdo es arma de doble filo; es un oasis, pero también puede ser un espejismo. No bebamos demasiado agua ni nos tiremos a la piscina, no vaya a ser que esté vacía o nos absorba. El tiempo nos lleva a cambiar de perspectiva. Aun así, no siempre esa nueva perspectiva es mejor que la anterior; la ingenua y primeriza. Cuando se elige un camino y se mira atrás, no siempre se ve con los mismos ojos aquello que se evoca ni se puede retroceder o anclarse. La vida continúa para todos, construyéndose a base de retales de melancolía que nos unen y nos dan fuerza para continuar esta solitaria carrera hacia la muerte segura. Somos asíntotas, aunque pensemos converger en algún lado, sólo son espejismos.

1 comentario:

Nerea dijo...

Precisamente por lo que dices creo que he llegado hasta aquí. A veces está bien recordar, aunque todo no siga igual.