viernes, 10 de abril de 2009

La muerte de Cristo

En esta noche murió Cristo. Ocurrió hace unos 2000 años (más o menos) por Palestina. Es, en teoría, el día que se liberó a la humanidad. Se supone que Jesucristo murió por nosotros. No es lo que más me importe, ya que soy poco religioso. Es algo secundario. Para mí, lo más importante que nos legó Jesucristo fue una doctrina que aún sigue vigente. Unas ideas que, siendo o no creyente, deben ser un referente: el cristianismo. Esta filosofía está basada en el amor al prójimo, el respeto y el perdón. Son tres valores clave de la actual sociedad judeocristiana. Unos valores que, a veces ,están ausentes, pero que, en teoría, son primordiales para la convivencia. Unos valores que, quienes deben defenderlos, los olvidan. Hablo, evidentemente de la Iglesia, que ha olvidado que sólo con cuatros creyentes hay una. Una Iglesia que, en lugar de predicar a Cristo, se ha dedicado a manchar su obra. Aunque, en honor de la verdad, no toda la Iglesia es así. Sólo las altas esferas que parecen alejadas de la realidad.

Sería mentir, afirmar que toda la Iglesia es igual. Al igual que sería mentir, afirmar que todos los cristianos somos iguales. Porque, no lo somos. Hay muchos cristianos que no creen y otros que, creyendo, son peores que Satanás y viceversa. Y hay muchos que dan su vida por los demás. Pero no sólo eso, hay mucho cristiano ideológicamente hablando. Gente que cree en la justicia social, la igualdad y el respeto. Los que, por encima de clases, creen que los ricos deben ser menos ricos y los pobres menos pobres. Los que consiguen ir más allá de su odio y perdonan, aun no olvidando el sufrimiento. Los que en las guerras no aprovechan para ensañarse. Los que, a la postre, creemos que los hombres están por encima de las ideologías y de cualquier condición. Los que, creemos en el humanismo como forma de crear sociedad. Una sociedad humana, sin superiores ni inferiores, hecha por iguales. Los que, respetamos el derecho a la vida.

Somos, en definitiva, los que creemos que la sociedad debe ser justa y equitativa. Lo que hoy en día se define como demócrata-cristiano. Una ideología perdida entre el marasmo de utopías, lejos de los extremismos. Y es evidente que esa ideología que predicó Jesucristo hace 2000 años. Quizás no fue un profeta, ni sea hijo de Dios, pero sí fue un pensador y un político que supo ver que todos éramos iguales. Una pena que quien debía de defender sus ideas se volvió codiciosa. Si no hubiera sido así, quizá viviríamos en una sociedad mucho más justa. Por eso, creo que hay que recordarlo, tal y como lo haríamos con otros grandes ideólogos.

1 comentario:

Bruno Sans Sánchez dijo...

yo sólo tendría un problema aparte de mi imposibilidad intelectual a reconocer que puede haber alguien superior a mi (llamemosle -por poner un ejemplo -Dios), y es que eso de no poder carne en Viernes (porque, recordemoslo, la ley canónica prohibe comer carne durante todos los viernes del año)

Quería que lo supieras