Esta mañana he tenido la oportunidad de seguir en TVE1 los “Desayunos” con Pepa Bueno. En los estudios de la Primera, se han reunido 3 eurodiputados; Elena Valenciano (PSOE), Luis Herrero (PP) y Josu Ortuondo (PNV), que han discutido sobre los temas que les proponía la presentadora como las declaraciones de Conde Cumpido o la edad de jubilación. Algo normal cuando acuden políticos a una tertulia, no obstante, me ha llamado la atención que hayan sido los europarlamentarios, en este caso, los invitados. Lo más normal es que pasen desapercibidos o sean ignorados por las cadenas, lo que luego lleva a los datos alarmantes de último Eurobarómetro. Según éste, las próximas elecciones europeas podrían tener una abstención altísima (66%). Hay dos causas que explicarían este fenómeno; por un lado, los europeos alegan que desconocen la función del Europarlamento (64% de los que no votarían), y, por el otro, que los europeos no tienen gran interés en los próximos comicios (53% de los europeos que han respondido a este sondeo). Con estos datos sobre la mesa, la Eurocámara se ha puesto manos a la obra y ha comenzado una campaña informativa para los europeos, en la que explica sus funciones y cometidos.
Estos resultados demuestran que Europa queda lejos y pueden, a la larga, provocar un desapego por el sueño europeo. Ese sueño que se forjó, para unir los intereses europeos y unir, también, un continente destrozado por la guerra. La Unión Europea, además de ser un tratado económico, también es un tratado social. Es llevar a la práctica, la imagen de un continente unido, que pueda hacer sombra a otras grandes potencias como Estados Unidos o China y, anteriormente, al mundo soviético. Una Europa de los derechos y las obligaciones, de la Seguridad social, pero, sobre todo, del Estado del bienestar que nos diferencia de nuestros compañeros norteamericanos. La Europa de lo público, que no distingue al pobre del rico, en definitiva, de la Justicia social. Pero la Unión Europea es mucho más, ya que pretende crear una identidad común, con unos símbolos comunes, que identifiquen a todos los europeos, sea cual sea su origen o condición. Europa es, en definitiva, la oportunidad para dejar atrás a los Estados y las fronteras, por el bien común. Por eso, ese futuro es el de los pueblos y regiones de Europa que si la construcción europea sigue su curso, hilando los reglamentos de las leyes, vaciará de soberanía a los Estados para dotársela a sí misma.
Y es ahí donde los vascos debemos tomar fuerza. Sólo quitando competencias a España, ya sea por Europa o por el Estatuto, seremos más soberanos. Tenemos, además, el deber de cumplir aquel sueño de una generación entera de patriotas que, mientras sufrían el duro exilio, montaban Europa desde la Democracia Cristiana. Quizás así acercaríamos Europa a los ciudadanos, ya que la Europa de los Estados queda muy lejos. Es nuestro deber, pues, invocar a los valores europeístas que guiaron a nuestros ascendentes políticos, para ilusionar a las generaciones provenientes con la idea de la Europa de los pueblos. Aunque quienes manden en el Estado sean europeístas interesados, no hay más que escuchar a Jáuregui, el proyecto merece la pena, ya que éste nos presenta la oportunidad de acudir a Bruselas sin tener que pasar por Madrid o París.
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