miércoles, 1 de abril de 2009

Cuando cayó el Viejo Mundo

Recuerdo aquel 1 de abril de 2005. A la mañana, había jugado un partido de fútbol en el que un compañero resultó lesionado. Ganamos el partido, sin embargo, mi cabeza estaba en otra parte. Mi mente estaba en lo que a la tarde iba a acontecer, una esperada despedida, una liberación rotunda. Aquel día fue, entre llamadas y playa, el fin del Viejo Mundo. Fue el día que se corroboró mi salida del seguro mundo de mi infancia. Una fecha, con un acontecimiento, que marcó una línea entre mi infancia y mi adolescencia. Era un mundo con amigos fijos, sin demasiada incertidumbre, donde se vivía cómodo. Como Cándido en su castillo de Thunder-ten-tronckh, habitaba en el mejor de los mundos, sin preguntarme nada. En la intrahistoria, con una existencia eterna, mientras pasaba el tiempo. Era de dónde venía y dónde estaba. Sin moverme. Rodeado de los míos, que en ciertos casos, me distraían o llenaban mi vacío existencial. Vacío que durante un tiempo se ahondó, como pasa siempre que se sufre una pérdida.

Eran días de lecturas que cambiaron mi vida. Estaba influenciado por las contrautopías de Orwell y Huxley. Comprendía, en cierta manera, a quienes habían renunciado a su sueño de juventud. Era un idealista, de convicciones claras, que eran opuestas a las de muchos de mis amigos. Éstos, eran más bien izquierdistas con un disimulado poso españolista, escondido tras un espejismo apátrida. Gente culta, representantes claros de la burguesía intelectual que estudiaba en mi colegio. Parejos a mí y con inquietudes parecidas. Aunque yo nunca me reconocí izquierdista ni españolista. Yo era lo que de nuevo soy, un abertzale. Chocaba, pero me complementaba, a pesar de sentirme un poco de lado. Era un electrón libre, tal y como me dijo una vez un profesor. Pero mis inquietudes intelectuales estaban muy unidas al euskera. Empecé a leer en esta lengua, algo costoso al principio, y a estudiar de forma autodidacta, sin demasiada profundidad, a los diferentes autores. Gabriel Aresti y Joseba Sarrionandia fueron los que más leí, en parte, gracias a la música vasca y a Internet. Fue también un año en el que conocí a un grupo que me tiene aún enganchado: Kerobia. Su música y sus letras influyeron mucho en mi posterior en persona.

En mis ratos libres, me dedicaba a escribir poemas en euskera, bastante flojos, y alguno que otro en castellano. Era lo típico de la edad, lo que también hacían otros amigos míos. Aunque casi nadie los leía. Pasábamos mucho tiempo discutiendo como si fuéramos un grupo de intelectuales, mientras que éramos un grupo de niños jugando a mayores. Hablábamos un poco de todo, arreglando el mundo. Fue ahí cuando empecé a decepcionarme con quién me rodeaba. Yo tenía unos principios claros, que intentaba seguir fielmente. Eran parecidos a los de los demás, sin embargo, ellas no los cumplían. ¿Cómo alguien que se considera feminista puede ir a un guateque de Club masculino? Fue esa incoherencia, entre otras, la que evitó que yo fuera de izquierdas. También mi aita influyó, ya que se dedicaba a machacar cualquier ensoñación revolucionaria. Ese realismo me ayudó mucho a madurar, si es que lo he hecho. En pocas palabras, era un Pío Baroja entre Sartres y Beauvoires. Yo era escéptico con la revolución, además de creyente religioso. Lo bohemio, encima, me repugnaba. Los bohemios representaban para mí a los que viven del aire. Los que se creen que de poesía se puede vivir. Yo me reivindicaba realista.

Esta decadencia transformó mi personalidad. Yo era optimista y jovial, y me convertí en pesimista y solitario. Quise encerrarme para protegerme y reflexionar en lugar en el que me sintiera cómodo. Buscaba rincones donde leer o reflexionar. Yo, que era dicharachero y bromista, me volví taciturno y hasta algo oscuro. En definitiva, yo decidí ser anacoreta, algo a lo que, por suerte, jamás llegué. No sólo eso, también me convertí en altavoz de mi conciencia. No me arrepiento de haber dicho lo que dije, pero mi falta de mano izquierda me alejó de quienes hasta entonces eran mis mejores amigas. Lo que en el fondo me dio pena fue que una amistad tan profunda, acabase de esa manera: con indiferencia mutua. Ellas decidieron tomar un camino que a mí me disgustó. Yo no quería madurar de esa manera, la cual he juzgado en repetidas ocasiones. No les culpo. Cada uno es vástago de su contexto, y el mío era completamente diferente al suyo. Yo lo estaba pasando fatal, mientras que ellas crecían.

No voy a seguir recapitulando. Aunque hoy sea un día de recuerdo, creo que no es positivo quedarse anclado en el pasado. Está bien recordar de dónde viene uno, pero la vida sigue adelante. Es curioso que 4 años después de que cayese el Viejo Mundo, casi nada siga en pie. Mis amigos son fruto de aquellos días y mi relación con la gente de mi clase, salvo honrosas excepciones, es circunstancial. Ya no tengo nada que hablar con ellos, no por fobias o rencores, sino porque sólo nos une el pasado.

Aquel primero de bachiller cambió mi vida. Me hizo ver cosas inimaginables en otros días. El dolor me unió con amigos que aún conservo. En fin, lo peor y lo mejor, pero todo pasó muy rápido. En poco tiempo, todo dio un giro de 180 grados. Hoy, 4 años después del fallecimiento de mi Abuela, me acuerdo de ella tal y como lo hice aquel 1 de abril de 2005. Fueron días duros, pero las personalidades se forjan así.


Altseu eurrera
jausten garen bakotzien
pentseu,geroan
esperantzan bixi dala.


Gatibu (Ez dot siñisten)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya Jon, animo ba gaurko oroitzapenekin...

Gustatu zait testua ta zuri buruz zerbait pertsonalagoa irakurtzea! Aunque ese Viejo Mundo parece más de hace 50 años y casi más! Jaja!

Ta aizu Jon... Se puede ser de izquierdas, coherente y tener los pies en la tierra eh! Eso no depende de por dónde cogeas.

Jon dijo...

Ez dira 50 urte igaro, baina nik nahiko urrun ikusten dut.Zorionez, noski.

Ezkertiarra izatea posiblea da, baina bohemio ta ezkerrtiarra ia ezina da.

Ez zaizkit gauza pertsonalak, ez zait nitaz hitz egin gustatzen.

Nerea dijo...

Hace casi un año y cuatro meses que leí ese poema, y no sé si lo recuerdas, pero me emocionó mucho. Recuerdo que te dije que tu Abuela, como tu lo escribes, debió de ser una gran mujer. Y aunque sus opiniones y las mías no casaran, y sus formas fueran algo más que directas, estoy segura de que lo fue, al menos para ti. Habría sido interesante conocerla, pero también lo es conocerla a través de ti. Es muy bonito que te acuerdes de la gente que tanto quisiste, Jon, igual que los textos que les escribes.

JoPo dijo...

bonita foto de cabecera, si señor.

esto que te paso se podria llamar adolescencia.

"eran más bien izquierdistas con un disimulado poso españolista, escondido tras un espejismo apátrida."

es una forma muy fina de etiquetar para reforzar una identidad propia.

¿te dijeron ello que tenian ese poso españolista pero que habian decidio disimularlo en un espejismo de sinpatria?.


¿no seria que realmente eran de izquierdas sin un sentimiento patriotico o nacionalista?

vamos, lo que deberia ser uno de izquierdas, una persona que ante pone la sociedad a la nacion.

la persona a la bandera.

el estatuto de los trabajadores al himno nacional.

tu sabras, que los conocias


.
aprovecho para planterate a ti la pregunta tambien
¿sabias que la iglesia catolica aprieba la pena de muerte?

Jon dijo...

Aupa Jopo

De la Iglesia oficial no me espero nada menos. Son unos cínicos. Y no me parece nada extraño, sobre todo, cuando manda morir a no sé cuántos africanos por su condón fobia.

En este pueblo, es casi imposible ser no-nacionalista. Yo conozco muy-muy pocos, por no decir ninguno.