jueves, 9 de julio de 2009

Quo vadis?

Muchas veces cuando me percato de lo que leo, me siento un colgao. Pienso que soy un friki, porque ojeo cosas que no se lee casi nadie, lo que me hace sentirme alejado de la mayoría de gente de mi edad. No es cuestión de superioridad o inferioridad, sino de que somos diferentes, en general. Me parece que tengo otras preocupaciones, que no atañen a la mayoría de la población juvenil – o por lo menos, es lo que constato– que parece más materialista de lo que quizás es. Aparte, me veo demodé, porque creo tener las mismas preocupaciones que tenía la generación de mis padres. No sé si las tengo por herencia o por casualidad, que no causalidad. En fin, que me veo como alguien raro (algo que me han dicho muchas veces).

Sin embargo, siempre me he preguntado si los demás sienten lo mismo. Porque me parece imposible que cada cual no tenga sus manías y sus pequeños vicios, que lo hacen diferente a los demás. Dudo que haya alguien que nunca haya pensado lo feo que es o lo aislado que se encuentra. Supongo que todos habremos envidiado a alguien y habremos visto reflejados nuestras deseadas, que no quiere decir que sean inexistentes, virtudes en otros. Porque nos pasamos la vida mirando al prójimo o al ombligo, pero nunca nos miramos a nuestro cuerpo. Además, el reflejo muchas veces parece más nítido que la realidad y puede que por eso la realidad nos sea irreconocible. Sólo en momentos extremos, euforia o pesimismo, somos capaces de ver cómo somos. De hecho, únicamente en esos momentos hacemos juicios sobre nosotros basados en nuestros sentimientos, ya sean de superioridad o de inferioridad.

Parece que resaltar la diferencia es creerse superior. ¡Pues no y mil veces no! Ser diferente no quiere decir ser superior. Incluso, ser diferente tampoco quiere decir ser inferior, sino únicamente explica que no hay como tú. No es algo cualitativo, sino cuantitativo. Lo que pasa es que tenemos miedo a la diferencia. Pero en el fondo, si nos conociésemos mejor, nos daríamos cuenta de que tampoco somos tan diferentes, aunque lo seamos. Tenemos un denominador común: somos humanos. Y a partir de ahí, cada uno hace su camino lleno de preguntas sin respuesta.

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