Tras este impasse por los exámenes, volvemos a la carga. Ahora con más tiempo, pero con menos materia gris. Han sido duras estas últimas semanas llenas de estrés, buen tiempo y de papeles. Se abre una nueva época, más relajada, pero con papeles que estudiar. Pero también con otros proyectos inalcanzables que, ¿quién sabe?, quizás se materialicen. No pienso hacer ninguna locura, sin embargo, espero estar entretenido. Con 20 años hay que estar “a tope con la chavalería”. Hay que disfrutar el momento, probar nuevas cosas... Son también de tiempos de lectura y reflexión ponderada. Soy así de bipolar. Me gusta la marcha, ya sea física o mental. Desde pequeñito he ido desarrollando ese gusto por la sabiduría y el pensamiento, que me ha traído algún que otro mal trago. Sobre todo, por decir lo que pensaba y por darme cuenta de no soy más que un colgao. Sí, un bicho raro.
Sé que lo políticamente correcto es ser culto, pero la realidad es mucho más terca. Los que leemos sobre temas de actualidad, profundizando, somos catalogados como frikis o bichos raros. Es más normal saberse la talla de pecho de la última tíabuena de Operación Triunfo, que saber quién escribió el Juramento de Aguirre. Aunque se discuta parecido sobre ambos temas (últimamente). Unos dirán que es culpa de la tele, otros diremos que es culpa del sistema. Pero al final, por H o por B, seguimos en la misma inopia. Y así vamos. Con contertulios de barra de bar y articulistas a sueldo, que sermonean sin tener ni puñetera idea o peor, teniéndola y malmetiendo. Si al final es verdad que tenemos lo que nos merecemos. Por ejemplo, un ministro se inventa una “supuesta fuga” de presos de ETA y no pasa nada. En cambio, Cristiano Ronaldo ficha por el Real Madrid por 94 millones de euro y se abre un debate ético.
A veces uno se da cuenta de que la sociedad en general va mal. Lo hace después de leer un par de libros sobre el tema y de escuchar punk guarro. Ve que los políticos pasan del pueblo que les vota, que nadie escucha a quien debe hablar, que la gente no sale de su burbuja, que va enganchada a su Ipod como si lo que ocurriese alrededor fuese ajeno. Uno se da cuenta de que da igual todo si se tiene un coche o un polvo que echar. Como si pudiésemos despreciar la herencia cultural que nos cedieron los que se dejaron la piel para que nosotros viviésemos mejor. Como si pudiésemos olvidar que sin una mente sana no hay un cuerpo sano. Se ve, en definitiva, que tira más el corazón que la cabeza, pero también que luego negamos ser animales. Somos así de egoístas. Por eso nacemos de uno en uno, ¿no?
Lo dicho, volvemos a la carga (ahora suena la típica guitarra eléctrica).
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Hace 16 horas
3 comentarios:
Aú!! Aú!!!! (Pretende ser un grito de guerra.)
Parece un lobo.
Pues era el grito de 300, listo.
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