miércoles, 10 de junio de 2009

El espíritu crítico en el 2044

Hace bien poco, creo que el día 8, se cumplieron 60 años de la publicación de la contrautopía 1984 escrita por George Orwell. Esta novela era una crítica feroz al sistema soviético, que se basaba en el control ciudadano, aunque con un toque futurista, ya que esta vigilancia era hecha por cámaras y con micrófonos. La sociedad que describía el escritor británico estaba sojuzgada a un poder omnipresente, que entraba en la vida privada de sus ciudadanos y seguía todos sus movimientos. Además, este poder manipulaba el pasado, para poder controlar el presente y el futuro, en una clara alusión a aquella foto de la que Trotsky fue borrado por Stalin. De hecho, reducía el vocabulario hasta llegar lo más primitivo, lo que impedía expresar ideas complejas. La fuerza de este poder residía, además, en su capacidad de sugestión, puesto que eran los ciudadanos mismos los que se autocensuraban (hasta dudaban de su memoria), mientras se creían felices en una sociedad que negaba su capacidad de razonar, lo que, por ende, les convertía en “demás” animales.

Algo parecido nos ocurre estos días. Nosotros, me incluyo, estamos “invadidos” por la tecnología. Ahora todo tiene un chip o algo electrónico, que almacena datos que muchas veces describen nuestros comportamientos. Esto no tiene por qué ser malo, ya que puede ayudar a estudiarnos, pero su mal uso, algo cotidiano entre humanos, puede condicionarnos hasta un punto impensable. Que alguien sepa qué páginas visito y pueda hacer un rastreo de mis itinerarios electrónicos no es algo que me guste. Es más, me preocupa, porque atenta contra mi privacidad. Porque una cosa es que la policía tenga acceso a esos datos para actuar en el caso de que hubiera un problema, pero otra bien diferente es que lo hagan compañías privadas o hackers con fines “disolutos”, encima sin pedir permiso. ¿Qué pensaríamos si un tipo hiciera lo mismo por la calle? Pero esto no es lo que más me preocupa, ya que es algo que, por desgracia, no depende de nosotros. La tiranía del mercado y del capital es tan poderosa que no tiene contrapeso. Quien tiene dinero, tiene poder. El problema se presenta cuando son esos grupos quienes te venden la información y los valores. No olvidemos que en la actualidad vivimos mediatizados por los medios (valga la redundancia) y que mucho de los que emiten lo asimilamos: desde frases hechas a gestos. Y lo asimilamos inconscientemente, como si de algo natural se tratase. No hay más que mirar fotos de jóvenes, somos los más vulnerables, para darse cuenta de la influencia de la tecnología comunicativa.

Por otro lado, la educación parece que quiere moldearnos en base a las exigencias del mercado. Es una actitud loable, pero hasta cierto límite. Es cierto que la Universidad y la vida laboral deben estar conectadas, pero no tiene que influir eso en nuestra formación. Además, son cada vez más alumnos los que estudian carreras científicas, lo que nos ha relegado a los de letras a un segundo plano. Debería ser una coyuntura, pero creo que es estructural. Y, encima, están fomentadas socialmente, lo que puede ser peligroso a la larga. Una sociedad demasiado técnica es una sociedad que puede convertirse en moldeable. Sin que haya una masa crítica de gente crítica (valga otra vez la redundancia) es imposible detener cualquier tentativa totalitaria. La opinión pública es moldeable. Y para evitar eso se necesitan carreras en las que se aprenda Historia, Filosofía, Geografía o Economía, para que así los ciudadanos entendamos por qué pasan muchas cosas. Es necesario, además, que el ciudadano sea capaz de sacar sus propias conclusiones de lo que atañe a nuestra vida común. Uno puede pasar de la política, pero ésta no pasa de él. Al igual que la economía u otras materias en las que todos deberíamos tener ciertos conocimientos (es imposible ser docto en todo) para poder entender y criticar las medidas que nos conciernen.

Es imprescindible una sociedad preparada y crítica para afrontar el futuro. La sociedad actual está adormecida en sus luchas materiales sin tomar en cuenta otras abstractas. La homogeinización del pensamiento individualista y la tecnificación excesiva ha permitido que algunos de los derechos adquiridos tras largas luchas sean podados. La privacidad está cada vez más restringida, gracias a nuestra complicidad. Las nuevas tecnologías nos permiten muchos beneficios, pero a cambio de unos costes. La comodidad tiene un precio y lo importante no es pagarlo o no, sino ser consciente de la decisión tomada. Orwell postuló hace 60 años una sociedad totalitaria en la que nuestra vida era vigilada por cámaras. Hoy, su idea no es muy alejada de una terca realidad que parece empecinarse en demostrar que, de cierta manera, la Historia es cíclica. Mi duda es si, ahora que estamos más preparados que nunca, seremos conscientes de nuestra responsabilidad social. Ahí queda la duda, quizás dentro de 60 años alguien la resuelva.

2 comentarios:

gsantamaria dijo...

Creo, Jon, que cometes un error al enfocar el problema de la educación, y es que el problema no es su orientación técnica o humanística, sino su desprecio del talento, su conversión en academia de oposiciones. Y es ESO lo que la aleja de su objetivo fundacional que, no lo olvidemos, es la formación de una élite intelectual. Esto se convierte en una quimera una vez se ha universalizado, y desde luego, eso condena a las carreras humanísticas, por la sencilla razón de que no aportan absolutamente nada a día de hoy: quien esté interesado en alguna disciplina humanística, tiene opción de aprender y desarrollarse mucho más fuera de las aulas que dentro. Así de sencillo. No percibo mayor interés por las disciplinas humanísticas en una facultad de Historia que en una de Ingeniería, más bien veo el mismo grado de mediocridad y adocenamiento, empezando por los docentes.

Un saludo.

Jon dijo...

Yo más que desprecio al talento, veo que hay una indiferencia hacia los que tienen más talento. Pero el problema es, para mí, más grave. Creo que lo he abordado más veces en el blog, el problema más gordo es que la escuela no consigue que los alumnos aprecien la cultura. Sea por la razón que sea, no lo consiguen. Si además, se evita formar a gente crítica, somos moldeables.

De todos modos, me quedo con tus dos últimas frases. Era una idea que quería desarrollar en el artículo, pero a las horas en las que escribo me nublo fácilmente.

Agur!