domingo, 2 de agosto de 2009

La violencia excusa al violento

Vivimos en unos tiempos en el que ser pacifista es un deber social. Hay que odiar las armas y ser demócrata porque sí y para sí. Asimismo, tenemos que amar al prójimo como nos gustaría ser amado y deseamos lo mejor de lo mejor a todo el mundo para que ellos nos lo deseen igualmente. Somos así de altruistas. Pero he aquí que todo ese “buen rollo” social se acaba cuando un hecho extremo ocurre. Porque en ese momento puedes ver a católicos extremos deseando que bombas exploten en manos o a demócratas liberales clamando al Gobierno que tome las armas contra los secesionistas, y ya de paso, contra todo aquel que no sea tan firme como ellos y atente contra la unidad de vete a saber qué. Vamos, en el momento de la disidencia ideológica ante un hecho terrorífico sale la verdadera bestia que algunos llevan dentro. La cual, por cierto, les deja a la altura del betún.

Y es que somos unos hipócritas. Porque vendemos unos valores que no respetamos. Nos creemos por encima del bien y del mal para luego bajar a los infiernos. Y lo peor, nos excusamos en los demás para actuar mal, lo que es doblemente cobarde. Es la manera de anestesiar nuestro remordimiento, escudándonos en que “él pegó primero”. Así ocurre en nuestra sociedad occidental, cuyos valores están cayendo en manos de gente ortodoxa e intolerante. Así la idea de España ha quedado circunscrita al “España 1 y no 51” y la de Euzkadi a un nido de “violentos galos” que van con metralletas por la calle. Por eso, cuando el Estado golpea los españoles son “hijos de puta”, mientras que si lo hace ETA somos los vascos los descendientes de “mujeres de moral laxa”. Puro prejuicio que se convierte en juicio porque lo afirma una elite que se ha apropiado de los valores y la ética social, aunque en realidad lo que ha hecho ha sido berrear en lugar de hablar y construir discursos populistas y autocomplacientes, que se aprovechan de la ignorancia social, de la cual me siento parte.

Lo más trágico es que, en lugar de juzgar a quien crea estas fobias, los valoramos como luces sociales. No hay más que ver que, cada vez que se toca a uno de estos “arquitectos sociales”, salen de repente miles de hooligans, que jamás habrán leído un libro del susodicho, a defender a capa y espada discursos que difícilmente se sostienen por sí mismos. Palabras llenas de fobia escondidas bajo un manto pseudo-demócrata. Todo porque la violencia excusa al violento, como la fobia excusa al “-fobo”. Corremos el peligro de ceder los debates públicos a “agricultores del odio”, que únicamente buscan la confrontación social. Nunca la difamación fue tan gratuita ni estuvo tan reconocida. Nos reímos de Irán, de la Alemania nazi y nos preguntamos, ¿cómo pudo ocurrir? Pues muy fácil; “muevan y agiten”. Ya está.

1 comentario:

El gramático pardo dijo...

Jon, el problme estriba en que no han leído "La racionalidad comunicativa", de Jüergen Habermas" o el "Totalitarismo" de Hanna Arendt.

Abrazos