martes, 4 de agosto de 2009

La derrota del tiempo

La realidad es dura y arrolladora. Es inexorable, no hay quien la pare. Es un absoluto dentro de la relatividad vital. Cada uno la percibe de diferente modo, pero ella sigue en movimiento, aunque inmutable a la vez. Es como el río de Heráclito ("no es posible descender dos veces al mismo río, tocar dos veces una substancia mortal en el mismo estado, sino que por el ímpetu y la velocidad de los cambios se dispersa y nuevamente se reúne, y viene y desaparece"), que fluye mientras permanece. El tiempo pasa sin que uno se dé cuenta, lo que imposibilita que lo valoremos hasta haberlo perdido. Como leí hace tiempo en una revista, cuyo autor no recuerdo, quién afirmaba que “uno sólo nota el tiempo que pasa por la huella que deja”.

Jon Juaristi explicaba en una entrevista el “síndrome de tercera generación”. Él lo situaba en el franquismo y explicaba que ellos habían “desarrollado la locura” de sus abuelos, que eran aranistas e intransigentes. Dejando a un lado el sesgo político, el bilbaíno tiene razón, ya que somos muchos quienes sentimos curiosidad por las “circunstancias” de nuestros abuelos. Más aún los que sentimos haber roto con su mundo, pero que deseamos reconstruirlo. Por eso, quizás, buscamos volver a las raíces y admiramos el mundo en el que se criaron los padres y tratamos de mezclar esas raíces con la realidad actual. Queremos unir nuestra huella rural con nuestra realidad urbana, deseamos ensamblar nuestro universo euskaldun con nuestra realidad castellano-parlante. Añoramos ver cómo era el pasado, para poder pescar algo y traerlo al presente.

Pero no nos engañemos, eso es imposible. Viajar en el tiempo es aún una quimera y los recuerdos no son más que imágenes y palabras. Son virtuales, por lo que, por muy reales que sean, jamás volveremos a vivirlos. Todos quisimos beber de otros manantiales, por eso no apreciamos nuestro abrevadero. Otros tiempos no sé si fueron mejores, pero nos toca vivir los nuestros que igual algún día querrán para sí nuestros nietos. Aunque siempre podremos soñar despiertos.

2 comentarios:

Nerea dijo...

Eres un abuelete del siglo XXI.

El gramático pardo dijo...

Discrepo con Nerea: eres un poeta de vientos tramontanos.