sábado, 16 de mayo de 2009

Yo silbé al himno de España y al Rey

Ante la oleada de descalificaciones que hemos tenido que escuchar por haber silbado a “los símbolos que nos cohesionan como nación”, admito que yo sí lo hice. Y estoy orgulloso de ello, además de que lo volvería a hacer. Aunque a algún político del PP de Melilla le parezca que tienen que sancionarnos. Pues que lo hagan, pero quedarán a la altura del betún. ¿Por qué nadie se acuerda de sancionar a los aficionados de España cuando pitan a Turquía? ¿Por qué nadie sanciona a quién incumple las leyes como el Estatuto de Gernika? Pero este lío que ha desembocado en el despido del jefe de Deportes de RTVE no es más que una tapadera para evitar los porqué. Nadie quiere preguntarse las razones por las que los aficionados del Athletic y del Barça pitaron al Rey y al himno y prefieren insultar. Es la prueba de que se intenta desdeñar que la cohesión española es una quimera. Pero no es más que el sino de quienes, sabiendo que la soberanía española no tiene contrapeso, pasan de integrar a los elementos que se siente incómodos dentro del Estado. Y así ocurrirá más veces.

Las razones por las que se silbó el himno pueden ser diversas. Unos puede que lo silbasen por fobia a España o porque les indigna que se ponga el himno del Estado en la final de la Copa del Rey. Otros lo hicimos porque despreciamos a la Familia real como institución y porque no soportamos “La Marcha Real” símbolos edulcorados del franquismo. A Juan Carlos I lo impuso Franco, no lo olvidemos y Franco se levantó contra la Segunda República española. Es más, si la Copa del Rey hubiera sido la Copa de la República o algún nombre parecido mucha gente lo hubiera respetado. Yo, por lo menos, hubiera respetado la llegada de Zapatero, porque aunque no simpatice con él ni sus políticas, admito y advierto que ha sido elegido por votación popular. Además, la República tiene otro halo, que la hace más justa desde su base, ya que una República democrática está fundada en la voluntad popular. Aunque sea imperfecta.

Estos silbidos deberían servir para preguntarse por qué lo hicimos. Este altercado tendría que hacer reflexionar a los que llevan a este Estado. ¿Por qué hay ciudadanos que odian a España y a la Monarquía? ¿Cómo integrarlos para que, sin dejar reivindicaciones propias a un lado, se sientan más o menos cómodos en España? Pero en lugar de reflexionar, los políticos españoles han cerrado filas. Unos han insultado, otros han despreciado y otros han respondido que “la Monarquía es la Institución más valorada” (algo que demuestra qué clase de sociedad es la española). Este miedo a discutir la forma de España es el recelo que tienen algunos a que sus dogmas sean puestos en solfa. Siguen sin aprovechar que la Constitución anuncia que hay 3 naciones sin Estado dentro de España, por mucho que tomen la Carta Magna como la Piedra Filosofal. Es la huida hacia delante que como la avestruz esconde su cabeza. Igual que ocurrió con el Nuevo Estatuto para Euskadi.

4 comentarios:

Sasetaurrena dijo...

Seguimos con censura pura y dura amigo Jon.
Esto no ha cambiado casi nada despues de la muerte del patascortas.
Un saludo

Jon dijo...

Bueno, tampoco es eso. Ha cambiado bastante.

Sasetaurrena dijo...

SAludos Jon!!!
No creo que haya cambiado tanto como dices, cuando resulta que el jefe del Estado no es otro que quién dejó puesto el dicatador, la censura sigue existiendo en televisión, siguen sin juzgarse cantidad de crímenes ocurridos durante la dictadura, se prohibe descaradamente la libertad de expresión, se prohibe mostrar el desacuerdo...
Han cambiado cosas Jon, y no lo voy a negar, pero aún España está a años luz de considerarse por mi parte un Estado democrático.
De verdad crees que no hay censura????
Intenta escribir mensajes de apoyo a las tesis nacionalistas en el Correo... intenta críticar desde el respeto lo que la Sra Olatz Barriuso escribe constantemente a mala baba.... si aguanta el comentario una horita, te pago una jamada.

Un saludo

Jon dijo...

La censura existe y ahí tienes razón. Pero por lo menos ahora Anasagasti o Urkullu pueden escribir en El Correo (y que no suene a crítica).