Obama se está convirtiendo por méritos propios en el Zapatero estadounidense. El americano, al igual que el español, fue abanderados de un cambio. Representaban proyectos jóvenes y frescos. Sus estados salían, además, de épocas negras bastante parecidas. El primero, coge un país destrozado económicamente por Bush, y el segundo, tuvo que recomponer un estado políticamente en ruinas. Son, aparte, más cosas las que les unen. El discurso de Obama es parecido al del “talante” de Zapatero, ya que evoca una “nueva forma de hacer política” basada en el respeto “mutuo” entre “diferentes”. Asimismo, los dos gobiernos han cumplido nada más empezar a ejercer una de sus promesas electorales más emblemáticas. Zapatero prometió retirar a las tropas españolas de Irak y Obama cerrar Guantánamo. Ambos lo han cumplido. Aunque queda sin saber si Obama hará como Zapatero y pasará todos esos presos a otras cárceles que pasan desapercibidas, tal y como el presidente español hizo con sus tropas a Afganistán.
Zapatero y Obama, también, han prometido intentar resolver conflictos históricos. El presidente español intentó abordar el conflicto político vasco desde una perspectiva más abierta. Algo así intenta hacer Obama con Cuba. El presidente americano, al contrario del español con la política territorial, ha admitido que la Guerra Fría contra la isla ha sido perjudicial para los intereses americanos. Y evoca un término clave para la resolución de cualquier conflicto político: la “bilateralidad”. Eso es el reconocimiento de otro interlocutor que tiene un peso similar al tuyo; alguien con quien dialogas e intentas llegar a un acuerdo. Todo lo contrario que ha hecho Zapatero, quién se “cepilló” el nuevo Estatut catalán y quién conversó políticamente con ETA antes que con el Lehendakari. Pero que Obama evoque la bilateralidad no es sinónimo de que vaya a tratar a Cuba como a un estado soberano, lo que sería repetir el error de su homónimo español. Estas bellas palabras, como las de Zapatero, puede que sean una simple artimaña para ganarse la confianza de los países más reacios a las políticas estadounidenses, como por ejemplo los estados americanos. Porque, aunque esta última Cumbre de las Américas haya servido para acercar a Estados Unidos al continente americano, no ha servido para sacar grandes conclusiones, que es para lo que, en teoría, se habían reunido los jefes de Estado americanos.
Con el tema cubano, Obama se enfrentará al problema pendiente de los Estados Unidos. Éstos han tratado al gobierno de la isla como a un gobierno menor. Los estadounidenses han menospreciado la soberanía de la isla y le han practicado un embargo que ha hecho sufrir a la población cubana. Obama puede tropezarse con Cuba, como Zapatero se tropezó con Euzkadi. No olvidemos que Zapatero afirmó un par de días antes del atentado de la T4 que al año siguiente estaríamos mejor que al anterior. Era plena tregua de ETA y nadie se imaginaba lo que iba a ocurrir. Pero ese no fue su desliz más delicado, ya que Zapatero incurrió en un error mucho más grave y común entre los nacionalistas españoles: pensar que el conflicto vasco se iba a resolver con el fin de ETA. Y nada más lejos. Esperemos que Obama no se diluya con el tiempo como Zapatero.
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