viernes, 14 de mayo de 2010

Consumir tanto, ¿para qué?

La confusión de los medios con los fines nos ha llevado a un estado en el que el dinero se ha convertido en el objeto más cotizado de la sociedad. Es el tótem al que todos veneran, el nuevo Dios y el Estado ese nuevo padre que ha de protegernos de las rabietas divinas. La fragmentación interna del ser humano, más allá de su simple división interna, le hace consciente de este hecho, pero le ciega ante sus actos. Se sabe que vivimos apegados al billete y a la moneda, que todo está encaminado al consumo. El valor del dinero se ha absolutizado al mismo tiempo que se ha relativizado el goce que nos proporcionaba. El ser humano es consciente de esta inversión de valores, pero no lo refleja en sus actos. Hay una frustración general, un susurro en el viento que que nos hemos perdido en este caos de valores, medios y fines. La cantidad de mensajes que recibimos diariamente ha agudizado esta sensación de pérdida. Su falta de jerarquización y categorización, encima, nos ha hecho zozobrar en un mar de incertidumbre. ¿Qué pasará mañana? Es el precio de la era tecnológica y del acceso al universo de datos que suponen las nuevas tecnologías.

La escala de valores que regía a generaciones anteriores se ha disuelto en una marabunta de referentes que vagan por el inconsciente social haciéndonos creer que somos impermeables. Pensamos ser más independientes de lo que somos; creemos que la interdependencia es una quimera y no nos damos cuenta de la influencia que hacen los demás en nuestro ser. La libertad está por encima de todo; una libertad restrictiva e incisiva: que nos recuerda que somos libres para decir lo que deseamos, pero que nos hace sordos ante las aportaciones de los demás. Creemos tener la razón. Es un egocentrismo generacional. Pensamos que hemos vivido todo sin haber vivido nada. No tenemos una cultura del sufrimiento profundo o del gran esfuerzo. Tenemos la obsesión por el “aquí” y el “ahora” que nos ha hecho perder la perspectiva del tiempo. El presente lo invade todo; “carpe diem” es el grito de guerra. La comodidad nos ha invadido y así despreciamos de manera indirecta el esfuerzo de otros sin antes haber intentado comprenderlo. Todo lo que ocurre, sea malo o bueno, tiene sus razones y sus causas. No hemos avanzado, nos han empujado y no queremos verlo.

La actual crisis es una buena oportunidad para reflexionar sobre el camino que llevamos. El modelo actual es insostenible. La ansiedad por el “Just in Time” agotará a los trabajadores y eso lo pagaremos los jóvenes. No vemos el peligro que tienen los recortes sociales que proponen las instituciones internacionales como el FMI o el Banco Mundial. No somos conscientes de que los Estados cada vez tienen menos peso y de que son las empresas, que no tienen unos fines humanistas; sino mercantilistas, las que están tomando el poder político en esta comunidad humana. Certificamos que este bienestar es para siempre y no decidimos quién dirigirá nuestras vidas. Nuestro poder social se ha diluido en esa salsa difusa llamada mercado que no es más que una vuelta a la ley de la selva sólo que con apariencia civilizada. Y nos resignamos.

Ya no importamos. Los seres humanos somos un número con una carga de trabajo que tiene cumplir con las necesidades del mercado. Vivimos inconscientes en una rueda que gira con nuestro esfuerzo, pero que nos es ingrata. Nos han desnaturalizado; el primer paso de la destrucción del sujeto. Nos han hecho creernos humanos, dejando de lado al “ser”. Nos han obligado, y hemos aceptado, confundir el bienestar económico con el social; como si el crecimiento de la economía de un país significase un reparto justo de esos beneficios. El trabajo antes estructuraba a la persona; ahora la agota. No hay ilusión ni productividad; ni sensación de que el trabajo es una necesidad natural. Tenemos que amueblar nuestra cabeza, ya que vacía se autodestruye. Por eso, cada vez que nos quieran confundir el bienestar con el mercado y nos pidan consumir, habrá que pensar: ¿para qué?

Somos cómplices de este desastre.

2 comentarios:

Imanol dijo...

Totalmente de acuerdo.

Jon dijo...

Eskerrik asko Imanol. Burutik ez zauzela jakitea ederto dau. Ea danon artean mundu hau arregletan dogu, ostentzien, berak arreglakozku.