miércoles, 5 de mayo de 2010

Apología a la vida

Los crímenes de Marta del Castillo, la alerta por los violadores, el peligro “terrorista” han reavivado la cadena perpetua y hasta la pena de muerte. Ha sido gracias a los medios que nos han hecho creer que a nuestras hijas les van a violar, que a un magrebí nos va a robar la cartera y que un día acabaremos bajo tierra porque un señor con barba y mala leche nos ha puesto una bomba. Suena a broma, pero así es. Abres un periódico y no hay más que noticias luctuosas. En los informativos más de lo mismo. Sólo parece que existe la cara amarga de la vida, ya que la cara alegre sólo está disponible para los ricos de Hollywood y faranduleros varios que llenan las aburridas “sobremesas”. Es como si quisieran que nos reflejamos en su lujo para envidiarlos y resignarlos por no poder ser ellos. Qué vida más triste, porque encima nos quitan el porno.

La pena de muerte parecía algo caduco. Era lo último que nos unía a nosotros, sociedad democrática occidental, con nuestro “oscuro” pasado feudal y totalitario. El derecho a la vida era fundamental y creíamos haber tocado el cielo con las manos. Pero parece que nos equivocamos y que ahora que el sistema democrático se supone asentado vuelve a aparecer el fantasma de la justicia vengativa. Aquella que dejará el mundo lleno de tuertos. Porque justicia es reeducar y no es venganza. Creo que era el Lendakari Aguirre quien afirmaba con razón que quién quiere un minuto de justicia se venga y que quién quiere la justicia eterna perdona. Y aun así, seguiremos criticando a Estados Unidos por que en algunos de sus estados la pena de muerte siga en pie. Curiosos los europeos que nos creemos superiores a los estadounidenses pero que les copiamos en casi todo.

El derecho a la vida es fundamental. No creo que exista nadie que pueda juzgar quién ha de morir y quién no. Ese poder no existe en un mundo en el que todos somos iguales. Se puede decidir quién ha de ser castigado, porque ello ofrece otra oportunidad para reeducarse. No se puede, sin embargo, tomar decisiones drásticas y sin vuelta atrás, porque nunca sabes cuando te vas a equivocar. La vuelta al ruedo de esta temática muestra de nuevo que vivimos en una sociedad tan estresada que en cuanto algo falla; decide destruirlo. Es el mundo del “hoy y el ahora” que hemos construido y es insostenible. Pronto tendrá que caer, el problema estriba en que desconocemos si será mejor el que viene o el que se fue.

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