viernes, 6 de mayo de 2011

El y los, los y el

Trabajo realizado para la asignatura de Filosofía


Hannah Arendt considera que la política es un producto de la naturaleza humana. Es por eso que separa al hombre de los hombres y distingue a la teología y a la filosofía de la política. Esta separación está fundada en que las dos primeras ciencias estudian al individuo, mientras que la última organiza a los individuos. De hecho, Arendt basa la política en la pluralidad y la diversidad de los hombres. No hay un solo hombre; sino que somos muchos los que convivimos en esta sociedad y por ello el modelo de organización que llevemos a cabo será producto únicamente humano, porque dependerá de nosotros constituir el modelo de convivencia y también ponerlo en práctica. Es más, la política tiene como objetivo estar todos juntos y Arendt expone que los hombres “se organizan políticamente según diferentes comunidades esenciales en un caos” o “a partir de un caos absoluto de las diferencias”. En ambos casos refuerza la idea de que es una convivencia intencionada. Arendt, de hecho, refleja a la política en la familia, ya que las dos permiten parentescos de gente muy diferente, así como los propios individuos se diferencien.

Aun así, Arendt defiende que en la política que se genera a partir del concepto familiar se disuelve la variedad originaria al unir en torno a una comunidad política a gente muy diversa y se diluye su igualdad esencial al reconocerse como diferentes. De esta forma, se llega a casos en los que la política puesta en práctica no tiene como objetivo crear hombres; sino al hombre. Esto ha ocurrido de manera notable en los sistemas totalitarios que buscaban al hombre nuevo y desechaba al que no pertenecía a ese arquetipo. Es a partir de estos sucesos que Hannah Arendt cree que la política ha pasado de ser un “albergue en un mundo inhóspito” a convertirse en autodestructiva. Los regímenes totalitarios fueron los que causaron este cambio, ya que la “politización total” que impusieron a sus ciudadanos impidió la propia subsistencia social de los hombres y la realización su libertad. Eran, el hombre. De hecho, esta política fue la que creó los sistemas de aniquilación sistemática y las armas nucleares que no hubieran sido posibles sin el patrocinio de los estados y que han crecido en su sombra. Es por eso que Arendt considera que la política ha cambiado su objetivo, ya que desde estas experiencias no es el lugar común en el que se cobijan hombres “en busca de parentesco”; sino que ha patrocinado las mayores atrocidades humanas que han ocurrido en la historia de la humanidad.

Para Arendt, la política sólo existe gracias al propio hombre. Es una creación suya en la que reconoce su pluralidad y en la que garantiza que esa pluralidad no implique una desigualdad entre ellos. De hecho, la política se crea entre hombres y no en el hombre, que es apolítico. Es por ello que intentar crear al hombre entre los hombres, como promovieron los totalitarismos, es una atrocidad, porque impediría la pluralidad intrínseca de los hombres. Aun así, esta tendencia tiene su raíz en la intención de crear al hombre, que proviene de la concepción de que los hombres estamos hechos a imagen y semejanza de un Dios único. De hecho, creer que el mundo debe ser por ello construido a imagen y semejanza de la divinidad es la única razón que justificaría una “ley natural” según Arendt. Por eso, el hombre creado a la semejanza de la soledad de Dios puede interpretar que la política es una guerra contra todos los demás, ya que considera que sus existencias carecen de importancia, por lo que se cree superior y los ningunea. De esta manera, Arendt explica que la política se transforma en historia y los hombres se convierten en un hombre: la humanidad. En consecuencia, lo “monstruoso e inhumano” de la historia se impone brutalmente a la política.

Arendt concluye que la política está fundamentada en la diversidad de todos hombres entre sí. Esta pluralidad es la que contiene la creación del hombre por Dios, aunque la política no tenga nada que hacer, ya que ésta organiza la diversidad en consideración de una igualdad relativa y para distinguirlos de los “relativamente diversos”. Por lo que para Hannah Arendt la política es la manera que organiza a la sociedad cuya base es su pluralidad, pero esta organización debe ser fundamentada en una igualdad relativa de los diferentes y en una distinción relativa de los iguales. De hecho, se deduce que el mayor problema de las políticas analizadas por Arendt es que no consideran que hay hombres; sino que hay un hombre y por ello no aceptan la pluralidad y aniquilan al otro.

La política ha cambiado mucho en el mundo occidental desde la aparición de estos dos artículos de Hannah Arendt. Aun así, hay problemas que siguen vigentes como la aceptación de nuestras diferencias y el papel actual de la política. Es cierto que en el mundo occidental se ha aceptado que hay hombres y se ha apostado por la política para organizar la subsistencia a través de organismos internacionales (OTAN, Unión Europea) o del propio Estado del Bienestar. Sin embargo, esta aceptación de la diversidad no se aplica hacia los “otros mundos”. De hecho, los últimos fenómenos que han ocurrido en el mundo árabe o la inmigración así lo demuestran, ya que se han interpretado desde nuestros propios parámetros (mayo del 68, inmigración “ilegal”...). Así, el hombre se ha convertido en los hombres occidentales, lo que lo convierte en el hombre para nosotros y excluye a los demás.

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