viernes, 15 de agosto de 2008

Los peces de la amargura

Ya he vuelto de Alemania con un grato recuerdo y una recomendación literaria. Es extraño que en mis entradas al blog haga recomendaciones literarias. Estas las suelo hacer, más bien, en privado, a mis amigos o conocidos y sobre todo a mi novia. Pero jamás había recomendado un libro por una tribuna en la red. Como bien he dicho en otras entradas: no sé quién me lee, pero espero que quien lo haga tome en serio esta recomendación literaria que les hago: lean “Los peces de la amargura” es un libro que devoré durante mi estancia en Munich. La obra cuenta 10 relatos sobre E.T.A. y su marca social. Escrito sin ideología política, aunque se nota que el autor (Fernando Aramburu) no tiene gran aprecio al nacionalismo vasco, narra las historias de víctimas de E.T.A., etarras o familiares de presos o víctimas colaterales de esas que no salen en los periódicos más que el día después del atentado. La primera narración, que da nombre al libro, cuenta como un padre se aferra a sus peces para superar el atentado que sufre su hija cuando va a sacar dinero. Ella, como muchos otros, es una de esas personas que pasaban por ahí cuando explotaba una bomba. Otras narraciones, en cambio, cuentan el sufrimiento y los traumas post-mortem. Por ejemplo: un joven que no puede entrar a un cine porque en los aledaños de uno asesinaron a su padre o como una madre tiene que beber un ‘lingotazo’ para explicar a sus hijos que deben marchar de casa tras el asesinato de su padre. Pero no sólo las víctimas de E.T.A. son narradas, los propios etarras o familiares son también relatados. El primero, cuenta los periplos de una madre para visitar a su hijo, que en un atentado ha matado a un crío, y su sufrimiento por salvar el alma de su hijo. Además, describe el cinismo del mundo radical a través del personaje de la novia que deja medio tirado al preso. En el segundo, cuenta cómo un hijo de un trabajador extremeño acaba siendo de E.T.A. por la influencia de un compañero de clase.

Como bien he explicado antes, estos relatos son pequeñas historias que han sido más o menos corrientes en nuestra patria. Una patria que ha vivido amordazada por la barbarie de E.T.A. y que, poco a poco, se va liberando. Aun así, Aramburu es crítico con esa gente que pasaba del tema y con los nacionalistas vascos. Esa actitud queda clara en varias narraciones, como la de los vecinos que un ataque de kale borroka sufren desperfectos y responsabilizan al concejal socialista o con la triste historia de Zubillaga que relata como un rumor se da por hecho en un pequeño pueblo vasco. A pesar de estas críticas a cuentagotas, el escritor se ciñe más a los hechos que a opinar sobre ellos e intenta describir a una sociedad vasca acomplejada ante la violencia de E.T.A.. Porque el autor no parece olvidar que los primeros que sufrimos a la banda terrorista somos los propios vascos, cosa no muy frecuente en otros ‘expertos’ en el tema. En el ámbito del lenguaje, cabe destacar que utiliza un castellano con muchos vasquismos lo que muestra su interés por calcar el idioma de la calle. No obstante, se echa en falta algún relato en euskera, aunque sea traducido, que muestre la realidad bilingüe vasca.

“Los peces de la amargura” me parece un relato que explica muy bien el sufrimiento silencioso de una parte de la sociedad vasca. Expone de manera simple y clara el miedo de los amenazados y el desamparo social, sobre todo en ciertas zonas de nuestro país, de los que sufrían la violencia de E.T.A.. No obstante, creo que Aramburu, que habita en Alemania desde hace 20 años, obvia el cambio social de esta última década respecto a E.T.A. y se centra en historias circunscritas a cuando vivía en San Sebastián. Por último, me parece delicioso el guiño a la convivencia de la última narración cuando el aita de un preso pide perdón a su compañero de cama, un socialista de Hernani al que le ha quemado la pierna un cóctel molotov. “Esto es como lo de la botella que tiraron. La tira cualquiera y le da a cualquiera”. Así que si tienen un rato, pásense por su librería o biblioteca y léanlo, no creo que se arrepientan.

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