Muchas veces, al poner la televisión y ver el telediario aparecen noticias escalofriantes. No es raro encontrarse con que en un pueblo de Valencia un hombre ha quemado a su mujer o que en Granada, otro ha paseado con el clítoris de su madre a cuestas mientras la masturbaba. Parece una barbaridad, pero es así. Nosotros, nuestra sociedad, tomamos esos sucesos como anodinos y sólo nos escandalizamos cuando la crueldad pasa de lo normal. Luego, al pasar un tiempo nos olvidamos y seguimos en nuestro mundo de plastilina, esas salvajadas nos suenan lejos. Pensamos que nunca puede ocurrirnos a nosotros. No creemos que nuestra madre pueda ser apalizada por nuestro padre o que el vecino encierre a sus hijos en un cuarto y les viole. Hasta que un día descubrimos que el peligro puede estar más cerca de lo que pensamos.
La vida nos da muchas sorpresas. Los secretos de la gente, bien guardados ya sea por miedo o por vergüenza, promueven esa sensación de que el dolor televisado es virtual, que es algo que parece real pero no lo es. Por eso, quien está bajo los efectos de algún verdugo no sé da cuenta de la situación que vive. Sólo se da cuenta, o se dan cuenta los de alrededor, cuando ocurren hechos luctuosos, ya sean muertes o ataques violentos. Las autoridades son las primeras.
Es curioso que, a pesar de tantas campañas de concienciación, no sepamos hacer nada al respecto salvo decir “ya me figuraba yo”, “ya lo decían los vecinos”. Total, patatas. El silencio es el peor enemigo de la víctima porque es el cómplice del verdugo. Pero es fácil denunciar que otros callan cuando vives tranquilo, en tu casa viendo desde la TV como otros sufren. Quizás si estuvieras más cerca callarías porque no lo considerarías tan grave o porque no te conviene o simplemente te da igual. La tele-compasión está extendida en la humanidad, llorar por las desgracias ajenas. Pero la solidaridad no es más que una quimera para unos o una afición para otros. El altruismo es rara avis en nuestros días donde el individualismo crece. Nuestra sociedad ha confeccionado a un hombre egoísta, pero de facha solidario, que es el que impera en esta sociedad. Es el hombre reconocido, el amigo de todos, el amante, el Don Juan, el premiado del año. No hay más que ver a los políticos o a los galanes de barrio. La deshumanización de la sociedad ha llevado a que la imagen se confunda con la personalidad del individuo, es la cultura del estereotipo. No hay tiempo para conocer a las personas.
Yo no sé qué puedo hacer, sólo ayudar como pueda a quien está sufriendo esto, aunque sea dejando que se desahogue, e intentar hacer feliz a quien hoy veo que sufre. Es lo poco que tengo en mi mano y puede que ni llegue a utilizarlo.
1 comentario:
Es horrible pensar que aún haya gente así. Pero más horrible es experimentarlo. Espero no llegar nunca a llevarlo a cabo.
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