Hoy por la mañana se ha procedido al cierre del Gaztetxe bilbaíno de Kukutza III. Este centro era muy conocido por su diversa actividad cultural. De hecho, yo he acudido alguna vez a algún acto que se ha celebrado allí. Estuve en el concierto-homenaje a Aitor Zabaleta en el que tocó Koma con otros grupos de música. Es cierto que las paredes tenían banderas como la de Corea del Norte o a favor del acercamiento de los presos del MLNV a las cárceles de Euskalerria, pero el ambiente no era nada excluyente. Eso es lo que han subrayado muchos de los que han defendido la gestión del grupo promotor del Gaztetxe. No era un ghetto; sino algo abierto y plural.
Según informan los medios de comunicación, la Ertzaintza se ha empleado a fondo. Como ocurre en desgraciadas ocasiones, la policía vasca parece que se ha comportado como no debe y ha pretendido emplear la violencia. No sé si habrá sido como método de autodefensa o si ha sido una actitud ofensiva. Según El Correo, "algunos individuos "han hecho sonar una alarma y han lanzado cohetes para que fuese más gente" y, de este modo, 'dificultar la labor'". En la misma crónica, el diario bilbaíno también informa que portavoces de Kukutza han denunciado que, a las 5:30 horas de la mañana ha llegado la policía al barrio de Rekalde "con una actitud muy violenta cargando contra los vecinos de Rekalde" y "dando palizas" y han anunciado que seguirían resistiendose al desalojo.
Ahora habrá que ver si la resistencia es pacífica y si resistir sin violencia es delito como en Israel. De todos modos, estos hechos me suscitan una reflexión, ¿cuál es el límite de la autogestión? ¿Cuál es el límite de la especulación inmobiliaria?
Estas no son dudas baladíes. Para empezar, porque suena contradictorio que quien defiende la autogestión y ocupa un terreno que no es suyo, se queje cuando lo desalojen y no pueda encontrar otro lugar en el que desarrollar su ingente actividad cultural. Son los límites que implica ser independiente. Si yo lanzo un medio por mí cuenta y me compran el dominio, estoy perdido. Esto no excluye que el dueño de esas parcelas sea un especulador y que emplee esa tierra para agrandar su riqueza de formas poco éticas, pero vivimos en una sociedad en la que prima la propiedad privada y con trecemil trampas legales que facilitan la codicia.
Por otro lado, me pregunto si desde el Ayuntamiento se ha hecho todo lo posible por evitar el derribo. Parece ser que Azkuna tendió la mano a Kukutza para que llegasen a un acuerdo como el que tienen con local parecido en Deusto. Pero lo que no puede ocurrir es que un barrio como Rekalde pida que no se derribe un centro cultural y desalojarlo por la fuerza. Es cierto que en esta época de crisis poco se puede hacer contra la especulación porque el dinero falta y porque la ley suele estar del lado del propietario, pero lo que tampoco es justo es hacer oídos sordos a las demandas de los ciudadanos (la asociación de vecinos de Rekaldeberri ha pedido al Juzgado Contencioso Nº5 de Bilbao suspender de forma cautelar el derribo). Si quieren que siga adelante, será por algo y el Ayuntamiento debe también velar por el interés de sus vecinos.
De todos modos, este conflicto es fruto de que hemos mercadeado con la tierra. Habitamos un planeta que se nos ha regalado y que nuestra codicia está destrozando. No creo que la construcción de estas viviendas sea una prioridad para Rekalde. Pero tampoco pienso que si muchos de los que ahora defienden a Kukutza fuesen el dueño de ese solar, dejarían que el Gaztetxe siguiera adelante. Hay muchos pisos vacíos en Euskadi y sus dueños no son grandes magnates ni gente que cobra sueldos como los de Botín; sino gente normal que busca "sacar rentabilidad" a sus propiedades.
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