martes, 22 de febrero de 2011

Nuevas preguntas con viejas respuestas

Ya estoy harto de que se diga que somos unos vagos, que no tenemos ideales y que no salimos del sofá. Me toca las narices esa autocrítica snob del vago que por lavar su conciencia busca equiparar a los demás con su ineptitud. Cuando ves los ERE’s, las listas del paro, la explotación laboral, (la Blackberry es una herramienta muy útil de esclavitud) y el nivel de infelicidad de la gente te da qué pensar. ¿No será que esta sociedad no ilusiona? ¿No será que ya no soñamos más que con huir de esta lánguida monotonía? Muchas veces se habla del consumo como matriz del comportamiento social, pero pocos se preguntan por qué se busca en lo material las respuestas espirituales. ¿No será por qué la Iglesia no tiene credibilidad y por qué es duro vivir sin un Dios, un Cielo o alguien que te diga lo que tienes que hacer? La libertad es una responsabilidad y eso da mucho miedo.

Este no es el único punto que me molesta. Parece que la sociedad es tonta, que es una masa que es guiada por una “mano invisible”. Pues lo primero lo dudo y lo segundo también. La sociedad está descohesionada. Cada uno hace la guerra por su cuenta porque defiende lo suyo (nos guste o no) y es cierto que nos guían con “relatos” sobre el mundo. La Revolución, la “Pureza de Raza” y esos macrorelatos sobre la perfección en el orden social ya no tienen credibilidad ninguna. La sociedad ya no cree lo mismo que hace 60 años. Es comunismo o el fascismo, como en parte el catolicismo, han perdido el valor apostólico con el que se fomentaron durante tantos años. Hoy día somos un “poco de ahí y otro de aquí”, pero no por ello somos tontos. Lo que pasa es que la gente está cansada de no colmar esas grandes aspiraciones que nos intentan vender por la televisión, pero que sólo están al alcance de los más dotados. Y es por eso por lo que pasa de todo y va a lo suyo. Tan simple como eso.

La sociedad actual se ha vuelto totalmente pragmática. Busca lo tangible, porque ha absorbido la frustración de los mayores. Aquellos sueños que fabricaron nuestros abuelos se han pinchado y no hemos sabido darles otra forma y explicar que las cosas son más complejas de lo que parecen. Pero es igual, porque lo más fácil es echar las culpas a los demás y decir que somos unos lánguidos y unos pasotas. Lo difícil es decir que para estas nuevas preguntas, que son fruto de los cambios de circunstancias, no hemos sabido fabricar aún herramientas para darles respuesta. Y es que es muy difícil reconocer las propias debilidades. La frustración no da votos, pero sí otorga cuotas de poder a quien sabe pescar en río revuelto. Es lo que hay, o parece haber.

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