jueves, 17 de septiembre de 2009

Amores perros

-Hable ahora o calle para siempre.

-Hablo y hablaré por siempre. ¿El amor? ¿Qué es el amor? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Muchos han intentado explicarlo con teorías inverosímiles y volátiles. Otros, quizás con más acierto, lo han intentado a través de las metáforas, de la poesía. Fútil. El amor... ¿Para qué? ¿Quién lo sabe? ¿Qué más da? ¿Quién quiere conocer el amor cuando ya lo ha conocido? ¿Quién quiere un segundo bocado? ¿Quién se va a ilusionar con la segunda vuelta de un partido perdido? Esta boda es inaudita. Paradójico que un cura case a dos personas y dé lecciones de algo que tiene prohibido por naturaleza; el amor. Aman a Dios, bien es cierto, pero no tienen derecho a amar, a enamorarse más concretamente, del prójimo o la “prójima”. Cosas de política.

Pero yo repito, ¿por qué? ¿Por qué casar a quien no se quiere? ¿Acaso un sermón va a encender el amor que años de pasión incontrolada no ha avivado? Las palabras se las lleva el viento y el viento hace que esas palabras desaparezcan en el fulgor de los tiempos. Sin pasión, esas ideas pierden fuelle y acaban siendo un doloroso suspiro. Ni el mejor cursillo de matrimonio habido y por haber, ni el mejor cura, el más influyente, puede crear un sentimiento tan profundo como el amor. Un sentimiento que quizá sea fugaz, pasajero o, incluso, únicamente ilusorio, virtual. Como salir hacia dentro.

Por eso, exijo, ¡paren esta boda! Ellos no se quieren, yo tampoco la quiero, nadie lo hace aquí. Usted y usted, ¿por qué decidieron casarse? ¿Para traer críos al mundo? ¿Se quieren o únicamente les une la amistad y el amor a su prole? ¿Nos casamos por qué nos queremos o por qué queremos querernos en un futuro, gracias a creaciones posteriores? Yo me pregunto sin respuesta si morir solo es síntoma de derrota o de victoria. Quizás la respuesta no exista o quizá esté en el día del juicio final. Pero la clave es saber si podré aguantar el camino en solitario.

Si supiéramos las respuesta no haría falta preguntarse. Pero como no las sabemos, erramos hasta acertar, aunque nunca lo hagamos. Nos creemos seguros de respuestas que desconocemos y jugamos sobre el futuro como si de un tablero se tratase. Usted cáseles Señor Cura, pero que no caiga el peso del fracaso sobre mí ni los míos. Nosotros les avisamos; “está usted cometiendo un error” le dijimos. Esa mujer no merece a ese hombre, esa mujer se ha cepillado a mi hermano para casarse con mi mejor amigo. Así se escribe la Historia y así se la transmitimos. Hasta que la muerte los separe, amén.

-¡¡¡Amén!!!

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