lunes, 8 de marzo de 2010

Bajarse los pantalones ante el Imperio

Despertamos hoy con las portadas de los periódicos llenas de “oscarizados”. Los informativos de la radio también abren con ello. Parece que el mundo se ha parado gracias a la Academia del cine de Estados Unidos. Aprenderemos de ellos su glamour, pero no querremos aprender de ello su autocrítica. Nos bajaremos los pantalones por envidia y seremos incapaces de entender que lo importante no es la ceremonia; sino las películas y el mensaje que nos trasladan. Me gusta el cine (aunque no sea un entendido en la materia), el estadounidense también. Me gusta la crítica que hacen de su propia sociedad, pero aborrezco que nos bajemos los pantalones ante sus galas, sus devaneos o sus excentricidades.

La actitud de los periódicos demuestra que, una vez más, vivimos mirando a Estados Unidos. Ocurre que, como traslada Koldo Saratxaga en Deia, “nos dejamos llevar por personas con poder”. Son símbolos que nos trasladan que hay que vivir por encima de nuestra posibilidades. La crisis es el ejemplo, hemos gastado el dinero que no teníamos. Muchos inmigrantes explican que ellos vienen a Europa pensando que vivimos a todo trapo. Es lo que ven en la televisión. A nosotros con los estadounidense nos ocurre igual. Nos reímos de ellos, nos parecen tontos, pero vemos los Oscar, el lujo y la riqueza que tienen y queremos imitarles; favorecemos a los bancos, seguimos patrocinando, la especulación y actuamos como si el mañana no existiera.

Por eso luego viene la resaca y buscamos aspirinas antes de la siguiente borrachera. Luego nos olvidamos hasta la siguiente vez que ocurra. Aun así, hay una diferencia; mientras una persona puede rendir más o menos con resaca, un sistema económico se congestiona y la sociedad empieza a funcionar mal (paro, exclusión social, “neo-pobres”) y esos dolores tienen nombres y apellidos. Son humanos que pierden lo que tienen y cuya vida no vale nada. Gente con los mismos derechos y obligaciones que los que provocan la borrachera. Eso sí, unos pagan y otros no.

No podemos vivir de espaldas a nuestra realidad y querer ser estadounidenses. Eso sólo nos traerá problemas. Somos continentes diferentes con valores y características diferentes. Importar un modelo no siempre es beneficioso. De hecho, una cosa es coger lo mejor de cada sitio, pero otra cosa es copiar los vicios y olvidar las virtudes. El self-made man o el sacrificio comunitario, por si acaso, no lo importamos del continente vecino, sólo queremos beber whisky en nuestra piscina con un sol espléndido y rodeado de rubias despampanantes. Las cosas vienen rodadas...

No nos bajemos los pantalones ante el Imperio.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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