sábado, 16 de enero de 2010

Caminando entre sombras

Caminas por la calle mirando a ambos lados. No ves más que parejas que se aman, se quieren. Te sientes solo, porque, mientras los tuyos se van, tú te quedas como siempre. Eres un observador. Anotas, describes, estructuras sus relaciones y las cuidas. Son un tesoro, pero no son tu tesoro. Un crío mira a su madre, sus ojos irradian felicidad. ¿Por qué? Y sigues caminando solo. Nadie repara en ti, pero tú sí en ellos. Te das cuenta de que importas, pero menos. Lo entiendes. Suena una guitarra, cuatro acordes que te recuerdan cómo eres. Has cumplido, eres el bueno que por eso fue tonto. Te acuerdas de aquellas chica. Qué tiempos. Si te hubieras acercado, ¿quién sabe? Pero por respetar te quedaste ahí y ello se quedó allá con vosotros. Luego se fue y tomó un camino diferente a los vuestros. Y no volvió.

Cruzas la diagonal. Un viejo amigo. ¿Cómo estás? Él está bien. Tú también. Sigues con tus fantasías; libros, películas, música. Describen tu estado de ánimo y te acompañan. ¡Grandes amigos! Él vive con su mujer. Esperan un hijo. Le van a llamar como al abuelo. Te alegras por ellos, se alegran porque te alegres. Es una alegría compartida, pero que te deja huérfano. ¿Por qué eres tan egoísta? Os despedís. Aceleras el paso. Nadie te sigue. La calle está llena de gente, pero no significa nada. No encuentras nadie para ti. No crees en eso, aunque mil ejemplos te digan lo contrario. “Se adaptan” piensas. Es quizás la realidad, pero hay algo más detrás. Algo indescriptible, pero que irradia un halo especial. Una pareja se besa. Se quieren. Les miras. El mundo parece que se acaba cada vez que juntan sus bocas. La incertidumbre del futuro no les atañe. Ellos están al presente y hacen bien. Disfrutan el uno del otro. Y si encima se quieren, aún mejor. Ya tendrán a alguien que les aguante los cambios de humor y las manías que tienen. Que tenemos todos.

Te convertiste en el hombre ideal. Tenías talento. Escribías, leías, eras respetuoso, atento y romántico. Demasiado bueno y demasiado idealista. Así te quedaste como te has quedado; un piso vacío, unas cervezas y un montón de recuerdos que endulzan tu porvenir. Conseguirás vencer la soledad, pero tu sabiduría, aquella que cultivas en tus momentos de asueto, te llevará a comprender que este mundo es tan complejo que no sabes si eres feliz o ingrato por haber nacido en el primer mundo. Incauto. Ahora, mientras diluyes tus recuerdos en un libro de poemas, recuerdas cuántas veces perdiste aquel tren por considerarlo demasiado perfecto para ti. Increíble para ser real. No digo que no te equivocaste, pero perdiste más por digno que por locuaz y mirando al futuro intenta gozar de los pocos buenos momentos que ofrece nuestro bienestar. Alimenta carne y espíritu, pero sin pasarse, ya que la vida es muy larga como para tirarla al traste por un amor fugaz.

1 comentario:

Nerea dijo...

Oso ona, Jon. Gustatu zait.