Abro la edición digital de El Correo y veo que hay una entrevista a Bibiana Aído, la ministra de Igualdad. La leo y me quedo aturdido. Para que se entienda, voy a destacar dos respuestas que da para resaltar su talante que me parece más que reprobable. Primero la periodista la pregunta a ver si ha aprendido mucho esta última semana. Ella responde que lo de “miembra” fue un lapsus total. Acto seguido, denuncia que el lenguaje es sexista y da a entender que hay que igualarlo. Vamos, que cada acepción en masculino tendrá su pareja femenina, por no hablar de los genéricos. ¡Con la Iglesia hemos topado! ¡Tenemos aquí a la nueva cruzada por la Igualdad! ¡Ave Bibiana que estás dejando en ridículo a las demás mujeres! Porque una cosa es creer en la igualdad y la otra hacer el ridículo. Repasar el diccionario de arriba abajo buscando términos sexistas me parece grotesco. Pero la cuestión está en entretenernos con fruslerías. Porque da igual que se diga miembro o “miembra”, juez o “jueza”. Las mujeres seguirán cobrando menos y serán maltratadas en casa. Porque una cosa es que el lenguaje esté vivo y otra que los problemas sociales se arreglen inventándonos femeninos (porque masculinos jamás, ¿para qué?).
Sigo. La segunda respuesta sí que me ha sorprendido y me ha indignado bastante. A Bibiana le preguntan qué es la nueva masculinidad. Ella responde que se tiene que integrar al hombre en el discurso de la igualdad. Así, sin alcohol de por medio, la ministra ha soltado esta burrada. Antes, había denunciado que en la sociedad de hoy en día se había conseguido un cambio hacia la igualdad gracias al esfuerzo de las mujeres. Eso ha respondido tras hacer un elogio encendido de cómo las mujeres se adoran. Vamos, dando a entender que hay una hermandad femenina, donde todas se quieren, que lucha con mucho esfuerzo por conseguir la igualdad ante el universo masculino. En pocas palabras, que las mujeres se esfuerzan y los hombres nos quedamos sentaditos aprovechándonos de nuestra superioridad. Sólo le ha faltado llamarnos salvajes e incivilizados. Es un discurso bastante simple donde se diferencia a la víctima del verdugo. ¿Pero esta mujer nos toma por tontos?
Da la impresión de que Bibiana Aído ha vivido en una burbuja toda su vida. Parece que no se ha dado cuenta de que las primeras sumisas son las mujeres. Ellas son las primeras que desechan el cambio. Aunque es también cierto que muchos hombres no ayudan lo más mínimo por no decir que hacen todo lo contrario. Pero echarnos toda la culpa me parece un ultraje, por no decir un grave insulto. Las mujeres han sido las primeras que se han negado a luchar por sus derechos. Han sido siempre las más conservadoras. ¿Por qué se cree usted, que se dice aprendiz de todas las mujeres que han luchado por el “género” (¿humano o femenino?), que Victoria Kent se oponía al sufragio universal? ¡Porque sabía que las mujeres iban a votar a los tradicionalistas ya fueran curas o fachas!
Usted es la típica que, como muchos negros, echa la culpa al blanco. Pues sepa usted que quienes vaciaron África por baratijas fueron los propios negros. Ello fueron los negreros. Además, fueron los blancos los que abolieron la esclavitud. ¿Y eso qué importa? Si es más fácil seguir con el discurso fácil de las malas y los buenos, dando leña al mono. Es mejor dar la imagen de progre y moderno que desmenuzar la complicada realidad y exponerla. Porque las que muchas veces no llaman cuando les maltratan o creen que son minucias son las propias víctimas.
¿No se da cuenta usted que las feministas muchas veces cometen los mismos fallos que los machistas? Porque yo creo en la igualdad, que seamos todos iguales y pienso que las leyes que ustedes promueven, las de Igualdad, ahondan en la desigualdad entre hombres y mujeres. Parece que estas últimas necesitan ayuda para acceder a un trabajo. Pero bueno, espero que nos demos cuenta de que la igualdad va más allá de números, porque todos somos iguales pero también diferentes.
1 comentario:
Te digo lo mismo que te he dicho en el tuenti. Lo hacemos mal, muy mal (es deplorable el comportamiento de la persona que se debería dedicar a empresas más importantes), pero no nos olvidemos de las que realmente lo sufren.
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