martes, 2 de septiembre de 2008

Septiembre

Entró septiembre por la puerta sin que me diese cuenta. Sin querer, había otra vuelta que dar al calendario. El tiempo no para y cada día nos hacemos un poco viejos. Septiembre es el mes de la tristeza por excelencia. La vuelta a la rutina es dura. El trabajo, el colegio y los exámenes para los rezagados son la tónica general de la entrada al otoño, el último verano según nuestro euskera. Con ello, se esfuma la libertad del verano y vuelve la esclavitud del reloj. Ya no habrá tiempo que perder y veremos por la ventana como se esfuman los últimos rayos de sol de verano. Notaremos que el tiempo se nos escapa y que nos hacemos viejos sin darnos cuenta. Descuidaremos la necesidad y nos centraremos en el vicio. Hasta que nos demos cuenta de que trabajos para vivir y no vivimos para trabajar.

Aun así, veo mi felicidad encendida al ver ese mes acercarse. Pienso que queda menos para que no tengamos que despedirnos. El tiempo corre por fin a nuestro favor. A finales de calendario nos reencontraremos y desearemos que ese instante no acabe nunca. Será emotivo, será bonito, pero sobre todo será tranquilizante. Se acabarán los sufrimientos, ya no habrá ausencias ni teléfono. Volveremos a amarnos con cotidianidad. Nos disfrutaremos y no pensaremos en el tiempo. No estaremos pendientes de autobuses o impasses. Miraremos al futuro cogidos de las manos y no unidos por un fino hilo de teléfono. Sin escondernos. Nos miraremos y sentiremos el calor de nuestros gestos. Todo ese amor que hemos perdido al no vernos. Resucitaremos las viejas pasiones que nos llevaron a querernos. Aquellas que desaparecieron con la cotidianidad de nuestros encuentros y que convirtió a nuestras conversaciones en algo extraordinario. No tendré que echarte de menos.

He visto muchos meses desfilar y aunque suene masoquista, quiero que desfile también este. Daré prioridad a mis sentimientos en vez de a la razón que me pide vacaciones. Ha sido un verano largo, duro, pero sobre todo bonito porque pudimos estar al lado. Quizás la lejanía haya acallado ciertas pasiones, pero encendió otras. Quise verte, lo pude hacer, pero ahora quiero estarte. Hoy, que el tiempo está de nuestra parte, aprovecharé para colgar mis ilusiones al lado de las tuyas y esperaré a que el futuro las convierta en realidades. Contigo.

3 comentarios:

Nerea dijo...

Me va a parecer increíble cuando ocurra.

Psicóloga dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Psicóloga dijo...

Muy bonito todo lo que escribes.
Eso si, Jon, he de decirte que no nos hacemos un poquito más viejos con el paso del tiempo.El tiempo no envejece, solo envejece el que quiere envejecer. Yo por mi parte y creo que muchos estarán de acuerdo conmigo en que maduramos con el tiempo, no envejecemos.
PD: Nere, que suerte tienes ;) jaja