El viernes pasado vi en Cuatro un documental sobre Jonny Kennedy. Era un inglés con una enfermedad degenerativa, por la cual; al tocar su piel, esta se caía. Además, tenía un cáncer terminal e iba a morir inminentemente. El documental relataba los preparativos de su funeral. El chico se lo tomaba con naturalidad. Tenía el cuerpo magullado y lleno de cicatrices y heridas. Sin embargo, conservaba un humor irónico espléndido y una concepción de la vida envidiable. Para él, creyente, en la vida había una misión: aprender. Me pareció curioso que no dijera algo referido a Dios si no que había que instruirse. Yo pienso igual. Creo que el aprendizaje es la base de nuestras vidas. Sin instrucción, nuestra existencia sería errónea, estaríamos estancados. La educación nos hace progresar, nos enseña a no cometer errores y no repetir caídas anteriores. Además, nos inculca valores que dan universalidad a nuestros pensamientos. El mundo va más allá de nuestras narices y nosotros, como dueños de nuestros actos, debemos interiorizarlo. Un mundo humano no puede ser un mundo lleno de egoístas. La solidaridad debe ser un valor permanente. Debería ser natural. Al igual que el respeto. Porque a veces no nos damos cuenta de que si otro humano está preso, nosotros también. La libertad es un término abstracto que incluye a la humanidad entera. Es un absoluto lleno de matices. El más importante es el respeto.
El aprendizaje debe enseñarnos estos valores: libertad, solidaridad y respeto. Pero debe resaltar que son universales. Puesto que lo que une a la humanidad entera es su condición animal. Somos salvajes por racionalizar. Aún, por mucho que nuestra soberbia nos lo haga creer, no hemos dejado de ser animales. Muchos de nuestros actos son impulsos. Sin reflexión. Y somos egoístas por naturaleza. Queremos nuestro propio beneficio. Es lógico porque somos seres individuales. Sin embargo, lo que es erróneo es creer que por esa condición tenemos derecho a pisar a otro humano. En ese momento, estaremos atacando a nuestra dignidad y a la Humanidad. Suena hiperbólico, pero no nos hemos dado cuenta de que jugamos en este mundo. Somos humanos y aunque parezca que nuestros actos no tienen importancia, la tienen. Lo que hoy hagamos tendrá eco en el futuro. Los errores del pasado seguirán ahí, no se podrán corregir pero se podrá evitar repetirlos. La memoria es importante, pero la sabiduría fundamental. Es lo que nos separa de los demás animales: nosotros adquirimos capacidades. Podemos aprender y desarrollar la materia gris. Sabemos matizar, comprender los diferentes puntos de vista y, sobre todo, tener empatía: sentir lo que siente el otro humano. Sin compadecernos.
Nosotros los humanos tenemos las llaves de este mundo. De nosotros depende el futuro de este planeta y de nuestra especie. No podemos seguir creando un mundo sin valores ni sabiduría. Nuestra cultura no puede obviar que los derechos son colectivos, que todos los avances que hoy disfrutamos y que nos parecen exiguos o anodinos son el resultado de muchos siglos de lucha contra la intransigencia. Por eso, no podemos quedarnos mirando al pasado, sin buscar comprenderlo, y sin pensar en el futuro. Sin reflexionar en los caminos a los que queremos llevar a nuestra civilización. No pensemos que el Nazismo no puede volver a ocurrir porque vendrá algo peor. No nos confiemos. No olvidemos que la Libertad es colectiva y que nadie podrá jamás legitimar la coacción como medio para convencer. Las pistolas nunca serán interlocutoras. Respetemos, reflexionemos y sobre todo, solidaricémonos con los que sufren. Nosotros somos los culpables de esta situación. Sin sabiduría y valores jamás la corregiremos. Aquí jugamos todos.
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