He leído con suma atención el artículo escrito hoy por Josu Erkoreka en su blog. En él habla de la tertulia del “Lyon D’Or” y, más en concreto, de Pedro Eguilleor, que era quien lo llevaba. Debo reconocer que me ha gustado que el Diputado aborde este tema, porque somos muchos ya los que pensamos que este “liberalismo” que pregonan algunos, no es más que pulsiones totalitarias en nombre de la unidad española. Yo supe quién fue Pedro Eguilleor gracias al excelente libro de Gregorio Morán titulado “Los Españoles que dejaron de serlo”. La verdad, a pesar de su talla intelectual, me extrañó que tuviera una calle en Bilbao. Morán lo presentaba en su obra como a un hombre rico, que vivía por y para la cultura y bastante “facha”.
Según describe Morán, Eguilleor y sus demás compañeros de tertulia eran “inequívocamente de derechas” y de formación germánica. Por si esto fuera poco halagüeño, tanto Eguilleor como otros que pululaban por el café bilbaíno, vieron el ascenso de Hitler como el “renacimiento de la vieja Europa”. Formaban parte de una “corriente ultrarreaccionaria que iba de Splienger a Maeztu”. Y, para acabar con el personaje, trae una cita del propio Eguilleor “nunca soy lo bastante español”, que se describe por sí misma. Pero él no estaba solo. Con él estaba Lequerica “el carguista”, quién era pronazi y al que un periódico estadounidense describió como “Heil Lequerica”, Manuel Aznar, que pasó de Sabiniano ortodoxo a historiador del franquismo, Pedro Mourlane y Jacinto Michelarena, que redactaron la letra del “Cara Al Sol” o Sánchez Mazas, uno de los fundadores de la Falange, y como no, el ínclito Areilza, que pasó de afirmar en su época de alcalde franquista que “Bilbao había sido redimida con Sangre” y “conquistada por las armas” y dando gritos a favor de la Falange, a un demócrata "de toda la vida" homenajeado recientemente por García de Cortázar.
Vamos, eran todos unos angelitos. Ya se ve que en el Bilbao “celoso guardián de su propio espíritu, del reposado progreso que camina sobre el comercio, cual guardián de su propio orden” (Paz en la Guerra, Miguel de Unamuno), el liberalismo poco tenía que ver con el “Liberté, égalité, fraternité” y era asociado a los bolsillos de la burguesía industrial y la aristocracia. Lo que es una aberración, porque si quien postula totalitarismos es alguien liberal, no quiero imaginar qué fue un falangista o un fascista. Parece que hay miedo a decir las cosas cómo son, pero en Bilbao el “liberalismo”, en el sentido oficial de la palabra, ha sido poco amigo de las libertades. No hay más que ver la cantidad de liberales que adhirieron la causa franquista y la cantidad de liberales que aún se niegan a condenarla aduciendo que “Franco no mató a nadie”. Qué triste es el liberalismo bilbaíno, qué triste que no hace más que fabricar fascistas y qué triste que no les llamemos por su nombre.
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