Hace ya un tiempo que tengo este blog. Antes, tuve otros dos: uno de poemas en castellano y otros de poemas en euskera. Ambos los he dejado apartados. El primero porque juré dejarlo tal y como quedó, ya que pertenecía a un época muy concreta de mi vida; y el segundo porque mi nivel escrito de euskera es pésimo, por no decir lamentable, y prefiero no dañar más a nuestro idioma. Me da rabia no saber expresarme en este idioma como desearía. Pero esta diglosia y que mis padres me metieron a un Colegio Francés provocaron esta triste situación. Por lo menos, me digné a estudiar el idioma de mis antepasados: primero en su versión unitaria o batua, y luego el dialecto de mi Amama que es un dialecto del vizcaíno. Además, mi curiosidad y relaciones con gente de Arratia o Zegama han dado un toque peculiar al euskera que hablo, sin olvidar la influencia de Internet donde empecé a leer en euskera y a buscar páginas en aquel idioma y sus distintas variaciones. Aun siendo inmensa la red encontré pocos resultados satisfactorios, ya que la mayoría de las páginas estaban en batua, y decidí volver a escribir en la lengua de Cervantes, mi lengua materna.
Elegí el castellano porque es el idioma que mejor domino, que utilizo la mayoría del día y, además, los lectores de mi blog iban a ser mayoritariamente castellano parlantes. No obstante, faltaban una idea y un nombre con gancho. En aquel instante apareció una chica muy especial que bautizó como Delirios Nui a mi nueva bitácora. El proyecto ya estaba en marcha y sólo faltaba el contenido. Así que, empecé a llenar de letras, espacios y signos de puntuación la página y se lo enseñé a un par de amigos que lo leyeron. Sin embargo, mi propósito era más amplio: quería hacerme un hueco en la red. A pesar de mi ambición inicial, sabía perfectamente que mi blog no iba a ser tan leído como el de Iñaki Anasagasti o el de Javier Ortiz, pero esperaba tener una pequeña repercusión en la inmensa red. Tardaron en llegar los resultados: no había comentarios apenas y no sabía cuánto gente me leía. Hasta que otro compañero de clase me indicó que se podía poner un contador de visitas. Lo instalé y gracias a ello puedo identificar a alguno de mis lectores. Además, descubrí otros blogs que me habían agregado. Eso me llenó de ilusión ya que veía que la gente se interesaba por lo que se me pasaba por la cabeza. También aparecían referencias en Google que llevaban directamente a mi blog. La red era un tejido que entrelazaba a gente con el mismo objetivo: ser leído.
Aun así, sigo sin saber mucho de mis lectores. Pocos suelen dejar comentarios. No sé qué les gusta o disgusta o por qué me leen. Desconozco por qué han caído en mi blog o si lo leen con asiduidad. Por si acaso, sigo publicitándolo. Sonará pedante, pero a uno le ilusiona que en la inmensidad de la red alguien busque su página y la visite gradualmente para leer las entradas publicadas. Te hace sentirte menos solo en un mundo tan grande como la distancia que me va a separar la semana que viene de mi ser más querido. Espero, por lo menos, disfrutar el viaje y que Alemania me guste.
¡Hasta la vista!
1 comentario:
El Senador Anasagasti tiene, como yo, más simpatía por Don Federico que por José Antonio Zarzalejos Nieto
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