En la vida, constantemente vemos gente que viene y que va. Gente que aparece y desaparece fugazmente o que se queda para luego irse. También, hay gente que aparece y no se marcha. De esta última hay poca y menos de la que se desearía. La vida es un conflicto de intereses. Pocas cosas de hoy en día se hacen de corazón. Se espera la vuelta y el resultado. Por eso, mucha gente olvida a sus amigos de siempre por ir adonde unos que son, en teoría, mejores pero que en realidad son más guays. El acomodo humano tiene esa facilidad para hacer creer que lo que tienes nadie te lo va a quitar y que puedes aspirar a más. Pero no es más que una ilusión, porque lo que tienes puede que sienta y piense y se olvide de ti tanto como tú te has olvidado de él. Las relaciones son recíprocas por mucho que a veces pensemos que son infinitas. La paciencia se colma ya que la gente necesita a la gente pero esta no aparece.
Es cierto que la vida separa: cada cual coge su camino y lo sigue. Todos tenemos nuestros caminos, cada uno el suyo, pero muchas veces confluyen. Con esto quiero decir que el otro existe manque nos sintamos solos. No es filosofía barata ni resignación, es pura realidad. Este año he aprendido, por enésima vez en la vida, que nos han utilizado como pasarela hacia algo mejor. Ahora no somos más que un juguete roto para utilizar de vez en cuando, somos los suplentes. Lo peor no es que la gente haya cambiado, cosa natural por las circunstancias, sino que pretenden hacernos creer que no es así. Todos hemos cambiado, pero algunos han olvidado sus señas de identidad y se han juntado con quienes le han hecho sufrir. Cuando somos felices nos olvidamos de lo mal que lo hemos pasado. No obstante, esa felicidad puede ser superflua porque hemos dejado a un lado a quienes nos hicieron felices. No nos damos cuenta pero falta algo indescriptible. Eso o nos han engañado como a chinos.
Las aspiraciones de grandeza y el éxito se han comido a muchos. Los han moldeado como han querido hasta convertirlos en simples pedantes vanidosos. Sólo los más fuertes aguantan. Pero para ser fuerte hay que ser humilde y simple que no imbécil. Porque esta gente que va de complicada es la primera a la que absorben los halos de esta sociedad que apremia a quien menos empatía tiene. Vivimos en el mundo de los trepas. Egoísmo omnipresente.
2 comentarios:
Pero aun así creo que todos tenemos remedio si se toma con paciencia...
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