Es corriente escuchar en la voz de muchos jóvenes que el nacionalismo es algo del pasado. Son muchos los que están convencidos que la reivindicación nacional es algo que en un mundo globalizado sólo sirve para segregar a un grupo de ciudadanos de los demás. Ven el proyecto nacional como algo arcaico, contrario al progreso. Los medios de comunicación y los partidos estatales son los primeros en promover esta corriente del pensamiento. El PP, PSOE y sus voceros son los que han dado a entender que reivindicar un Estado Vasco es excluyente y arcaico. Son los que desde su patriotismo estatalista intentan negar, utilizando la baza de la modernidad, que la secesión vasca es cerrarse al nuevo mundo. Quieren hacernos ver a los nacionalistas vascos como a gente “demodé” o nostálgicos románticos. Nada más lejos de la realidad, puesto que fuimos nosotros en 1933, cuando en un Aberri Eguna, reivindicamos el encaje de Euzkadi en Europa. Algo inimaginable para los políticos de la época, aferrados a sus estados con uñas y dientes, y que sólo algunos pensadores como Kant supieron intuir. Los nacionalistas vascos siempre hemos creído en Europa. Landaburu, en su Causa del Pueblo Vasco, definió a la Federación Europea, embrión de la actual Unión Europea, como una idea antigua renacida de la Segunda Guerra Mundial ya que es una forma de defender al individuo de los excesos del totalitarismo y evitar que éste se vuelva a dar en cualquier lugar del mundo. Así pues, no se nos puede acusar de ser retrógrados, si no, más bien, de todo lo contrario ya que supimos ver más allá de nuestras limitaciones. Por otro lado, el nacionalismo vasco nunca fue fundado para compararse con otros pueblos, si no, para acercarse a ellos. Y eso ha quedado claro durante la Historia. El nacionalismo vasco nunca ha sido ajeno a los problemas de los demás y ha buscado la cooperación con otras naciones. Ejemplo claro es la Democracia Cristiana fundada, entre otros, por el Partido Nacionalista Vasco, de la que fue expulsado por el Partido Popular, o su posicionamiento claro en la Segunda Guerra Mundial, cuando muchos de sus militantes colaboraron con los ejércitos aliados.
Y es que el nacionalismo vasco, en su mayoría, siempre ha abogado por su civismo y la defensa de los valores humanos. En el 36 ya lo demostró aliándose con la República. Los nacionalistas dejaron a un lado a los católicos rebeldes, quienes llevaron con mano de hierro el Estado durante 40 años, para ponerse al lado de quienes defendieron un régimen legítimo. Aparte, éste ha sido siempre ajeno a la lucha de clases porque siempre ha exigido a los Estados, y al suyo si lo tuviera, el acomodo social de las diferentes clases para así tengan una vida digna. Por tanto, las reivindicaciones sociales nunca nos han sido extrañas y ante el futuro que nos espera no deben serlo tampoco. Las 65 horas en Europa o el trabajo precario son retos que los nacionalistas vascos debemos tomar en serio. La construcción nacional parte de los propios ciudadanos quienes, como dijo Sabino Arana, forman la patria de los vascos. Esta afirmación (“Euzkotarren aberrija Euzkadi da”) debe ser la que nos guíe en el futuro. Hay que construir una nación, una patria, en la que los vascos de distintos signos nos sintamos cómodos. Ésta debe ser una patria social. La libertad, la igualdad, el respeto y, sobre todo, el derecho a la vida serán los valores de esta nueva estructura política. El desarrollo tanto del individuo como del colectivo y su bienestar, basado en la defensa de sus derechos y obligaciones, tendrán que estar garantizados si así queremos que este proyecto llegue a buen puerto. Porque así lo queremos los vascos, sin imposiciones políticas ni violentas, ni tampoco prohibiciones judiciales, y a través del diálogo. Escuchar, hablar, decidir y hacer, sobre todo hacer. Que las palabras no se las lleve el viento.
Por eso y para el desarrollo de esta nueva estructura política es necesario apostar por la innovación tecnológica. No podemos quedarnos a la cola. Un paso atrás es fatal, pero quedarse quieto no es mejor. Como bien dijo el otro día el Lehendakari, antes el mundo se dividía por ideologías, ahora se divide por tecnologías. Y como los vascos no queremos quedarnos atrás en esta carrera, tenemos que defender la innovación como fuente de desarrollo. No sabemos qué podrá ocurrir mañana, pero podemos intuirlo. Por eso, tenemos que defender la construcción europea. La cohesión de los Estados nos beneficiará porque en un momento de crisis, esta no se afrontará sola. Sin embargo, no debemos quedarnos de brazos cruzados ante la Europa de los Estados. Los vascos debemos reivindicar nuestro sitio. El Estado es una estructura política cambiante que está abocada a desaparecer. Las naciones, sin embargo, tienen una vida más larga. El Estado Español no existía hace 10 siglos, pero el Pueblo Vasco sí. Además, la tendencia a conformar uniones supraestatales debe confiarnos para un futuro en el que la pérdida de peso del Estado nos dé la oportunidad de ser nuestros propios interlocutores, sin mediaciones, ante Bruselas. El Tren de Alta Velocidad debe ser nuestro ejemplo ya que nos permitirá conectarnos más rápido y más limpiamente con Madrid y París y de ahí a otros lugares como Londres o Bruselas. Debe ser este proyecto el vector que abra a los vascos a Europa. Por eso, debemos defenderlo a capa y espada ante las agresiones violentas. Sólo así podremos soñar con un euro-región vasca, lo más parecido a un Estado Vasco que podríamos tener hoy en día o a medio plazo.
No obstante, el porvenir debe labrarse desde la juventud. Somos el futuro. Y para no condicionar nuestro bienestar, debemos intentar armarnos lo máximo posible. Esa armadura debe ser nuestra formación, de base euskaldún pero abierta al mundo, en la que el multilingüísmo debe ser fundamental, que nos prepare ante la vida laboral y nos permita desarrollar un empleo digno. Por eso, es necesario Bolonia y por eso debemos defender esta reforma. Tenemos que dejar a un lado los sistemas educativos del pasado y abrirnos a Europa.. A la vez, para el desarrollo del individuo se debe asegurar que, una vez acabados esos estudios, tendrá un empleo en el que desarrollar sus cualidades. El empleo debe ser garante de desarrollo personal. Por tanto, el acceso a un primer empleo digno debe ser nuestra primera reivindicación. Sin empleos dignos, el desarrollo de la juventud es casi nula ya que no desempeñan actividades acordes con sus características. Además, el empleo debe ser lo que nos haga madurar a los jóvenes y lo que nos permita independizarnos. Irse de casa es, en teoría, el último paso antes de la madurez. Aunque sin dinero es imposible y sin casas asequibles también. El acceso a la vivienda debe ser otra de las prioridades que todos los gobiernos deben trabajar. Nosotros, los primeros.
Aunque para ser los primeros en promover un acceso a la vivienda asequible debemos ser el partido más votado. Por lo cual, tenemos que ganarnos la confianza del electorado. Un electorado cambiante. Antes, el electorado era mayoritariamente fiel a unas siglas. Ahora, sin embargo, es cambiante y vota según le conviene. Eso es, valora más a la persona o al proyecto que a las siglas que hay detrás. Porque los políticos de hoy en día están mal vistos. Parecen vagos y corruptos. Muchos piensan, y en ciertos casos aciertan, que los políticos se sirven de los ciudadanos en lugar de servirlos. Esta desilusión política queda plasmada en el desenganche de la juventud con los partidos políticos y en la abstención creciente en los comicios. No ilusionamos. Por eso, hay que mantener una política realista, basada en lo que importa al ciudadano; cosa que se hace desde el Gobierno Vasco, y saber venderla. Porque tenemos un poderoso enemigo como son los medios de comunicación quienes detentan un poder de convicción superior a los demás. Debemos, por tanto, saber vender nuestro producto y no quedarnos como los tontos que hacemos el trabajo sucio mientras otros se benefician. Porque hacemos el trabajo bien, así nos lo reconocen desde fuera, pero el electoralismo convierte esta virtud en defecto ya que mientras nosotros trabajamos en pos del bienestar, otros nos atacan o echan nuestros proyectos abajo. Por eso, debemos saber ganarnos la confianza de la mayoría de tal manera que podamos desarrollar nuestro proyecto social sin depender de los demás. Está bien escuchar otras aportaciones, pero está mal que el debate social esté subordinado al debate político y, sobre todo, condicionado al politiqueo. El nacionalismo vasco debe atraer a su discurso a una masa crítica necesaria para construir un país sólido e integrar a la inmigración. Los inmigrantes son una realidad hoy en día que no debemos pasar por alto. Son, en mayoría, trabajadores que vienen a labrarse un futuro. Por lo tanto, tenemos que engarzarlos en la sociedad vasca y “asimilarlos” pero sin acabar con sus raíces. Eso es que se euskaldunicen y acepten nuestra cultura. Sólo de esa manera nuestro futuro será posible. No podemos dejar que estas personas piensen que lo vasco les es ajeno. Debemos integrarlos como se integraron los gallegos, extremeños y andaluces que ayudaron a levantar este país.
Volviendo a la realidad de este país, este proyecto debe empezar por la deslegitimación de quienes utilizan medios violentos para conseguir sus fines. En este caso ETA quien con su violencia disparatada es un obstáculo para la soberanía de Euzkadi. Sólo con su desaparición o, en su defecto, con su desarme, podremos decidir en libertad nuestro futuro los vascos. Aunque nadie puede dudar del compromiso del PNV contra el terrorismo. Sólo quienes, desde su posición de victimas, utilizan los asesinatos de la banda como arma arrojadiza. Ajuriaguerra ya lo dejó claro “con ETA ni a heredar”.
La modernización del discurso del nacionalismo vasco debe ser una prioridad. Con el proyecto Think Gaur 2020 se está estructurando el compromiso del Partido Nacionalista Vasco con la sociedad vasca. El discurso que tengamos de ahora en adelante debe ser claro y conciso. En estos tiempos que corren el tiempo es primordial. Todo va deprisa, por tanto, tenemos que sintetizar el mensaje. Éste tiene que ser fácilmente entendido por los ciudadanos. Para ello, debe jerarquizar y simplificar nuestra postura ante la realidad y nuestra apuesta por el futuro de Euskadi. Que no digan que no lo hemos intentado. Esa apuesta empieza por la construcción de una nación vasca partiendo de la base de la Comunidad Autónoma Vasca pero sin dejar de lado Navarra e Iparralde. Estos dos cachos de Euzkadi deben ser reivindicados y, sobre todo, respetados. No deben ser objeto de ninguna negociación, si no que debe ser consulta. Vascos continentales y navarros serán lo que ellos deseen.
Porque los nacionalistas vascos actuales debemos ser respetuosos con lo que los ciudadanos decidan. Así como lo fueron nuestros antepasados políticos a los que debemos homenajear. A ellos les debemos nuestro patrimonio político actual. Sin la gallardía de Ajuriaguerra, el PNV hubiera desaparecido en aquella larga noche del franquismo. Sin Landaburu, la modernización de nuestro discurso habría sido mucho más complicada. Sin Aguirre, no hubiéramos tenido un primer Lehendakari y un líder que representase al Pueblo Vasco a lo largo y ancho de este mundo. Y sin Irujo, no hubiéramos tenido jamás a nadie que ante las atrocidades de la Guerra, hubiera dimitido de su cartera mostrando su humanidad. A nosotros nos toca ahora reivindicar su legado, así como el de muchos otros, y enseñárselo a las generaciones venideras tal y como nos lo enseñaron a nosotros. Obras como “La Causa del Pueblo Vasco” no pueden caer en el olvido. Es la piedra angular del proyecto moderno del PNV, el que diferencia al nacionalismo vasco del nacionalismo cavernícola y lo convierte en humanista y abierto al mundo. Somos por tanto, los herederos de aquellos y los responsables de que otros hereden un gran trabajo. El capital humano ha sido básico para el progreso económico, político, cultural y social de Euskadi. Es el motor que ha tirado de él. Sin gente como Azua o Ardanza que en tiempos de crisis supieron capear el temporal, Euskadi sería ahora un región sin futuro y con una crisis estructural que nos depararía un futuro más negro de que se supone viene. Por eso, debemos procurar que este motor sea potente y garantizar así el futuro de quienes nos sucedan. Debemos dejar una estructuras estables y duraderas en las que basar nuestro desarrollo y progreso. Debemos seguir creciendo.
Puede que mis observaciones y mis deseos parezca utópicos. Puede que mi proyecto sea ensoñación. No obstante, sin ensoñaciones o sueños jamás se consigue cambiar la realidad ni mejorar lo presente. Debemos ser realistas y pragmáticos, pero también debemos soñar con un ideal. Queremos construir una Euskadi futura para todos pero sin renunciar a la Euzkadi que reivindicamos desde hace más de 100 años.
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