El otro día estuve con Martín. Me contó que hace un tiempo conoció una chica que le llamó la atención. Se veían mucho por una amiga común y un día la invitó a comer. Cuando todo parecía que iba viento en popa, ella se agobió y se fue. “Otra vez contra la misma piedra” me dijo. “Cuando parece que todo va bien, pasa algo y se jode” añadió. Me explicó que sus experiencias, que bien hemos recogido en este blog, se pueden resumir en una combinación de inseguridades, malas decisiones y mala suerte. “Esta vez ha sido la última”, indicó. Él hizo todo lo que estuvo en su mano, pero no puedo ser: “no estoy enfadado, simplemente me da pena, mucha pena”.
- ¿Por qué?
- Porque era una chica con la que me apetecía liarme. Me parecía simpática, guapa y divertida. Aquello fluía.
Sólo quería quedar con ella y pasárselo bien. Por eso duele, por eso le duele, porque vuelve a caer en ese bucle, porque cuando parece que va a dejar atrás fantasmas pasados; que está haciendo las cosas bien, que está seguro, vuelven. Aun se siguen viendo a través de su amiga y, aunque procure estar de buen humor y no se castigue tanto, cada vez que le ve no puede evitar ponerse triste o venirle pensamientos horribles: “es mi mochila, pesa mucho”. Le dije que me recuerda al mito de Sísifo y le pregunté que por qué cree que le ocurren estas cosas: “creo que es por dos razones: porque ven que soy una buena persona y porque no soy tan guapo o atractivo”.
- ¿Cómo?
- Pues que saben que les voy a entender y no me voy a enfadar. De eso estoy orgulloso, hay que ser buena persona.
- ¿Pero lo otro?
- Pues eso... Que si estuviera mejor o fuera más atractivo, no me pasaría tanto. Lo he visto con chicas con las que he quedado. Esa es la realidad y duele; duele mucho.
Me quedé totalmente en shock. No me esperaba esa respuesta tan cruda. Aun así, Martín prosiguió: “esa es la realidad y hay que asumirla, aunque duela”. Me explicó que iba a buscar cambiarla, que no sabía cómo, pero que iba a hacerlo y me contó los consejos que le dio una amiga para empezar a darle la vuelta a la situación: sitúa lo que pasó en el plano que le corresponde, entretén tu cabeza, no te dejes arrastrar por la espiral y trabaja poco a poco las asignaturas pendientes. “Yo no voy a ser el puto Sísifo”, concluyó. Aunque duela, aunque le duela, porque como le dijo otro gran amigo: “hay cosas que nunca vas a poder cambiar, sólo puedes controlar lo que te afectan”. Y en eso está Martín. Situando, no dejándose arrastrar y trabajando, trabajando mucho para dejar controlar a sus fantasmas. Aunque ahora le duela el corazón.
- Quizás vaya más despacio, pero prefiero hacerlo bien y despacio que rápido y mal. Hasta ahora me ha ido bien.
- Pero el tiempo vuela, Martín.
- Sí, por eso intento acelerar.
Y eso intentó hacer esta vez, pero salió mal. Antes de irse, me prometió que cuando tuviera otra oportunidad igual, lo volverá a intentar: "Si tanta gente lo consigue, yo no voy a ser menos".
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