La verdad es que la vida no para de sorprenderme. No pasa un día en el que no descubro algo que no me descoloque. Por ejemplo, hace un tiempo descubrí que el "crowfonding" es la manera guay de llamar al anticuado "pasar la gorra". También aprendí que en lugar de ir a correr hacía "jogging" o que bucear con un tubo es hacer "snorquelling". Y yo con esta barba de naúfrago que ahora se llama "hipster". Y encima está de moda.
Tenía razón Forest Gump cuando decía que la vida es como una caja de bombones en la que no sabes cuál te va a tocar. Esta mañana he probado un bombón que decía que perder la virginidad también puede ser una "perfomance". En una época en la que todas las mujeres son modelos, ¿por qué no convertir todo en arte? Si en un museo se puede colgar un cuadro con un fondo blanco, llegar al club de los "machotes" también puede ser digno de exhibir en una galería de arte. Y no solo eso, también se le puede poner nota. Como los grandes. Que continúe el show.
No voy a ponerme purista con qué es arte o con qué no lo es. Haría el ridículo. Aun así, creo que perder la virginidad no es un arte; sino algo tan normal como la primera papilla. Es verdad que pintar todos pintamos y que algunos lo convierten en arte. Por eso, animo a Pettet a que componga una coreografía o se pinte el pene de tal manera que cuando esté erecto lleve algún mensaje o, yo qué sé, alguna pintura con un efecto visual llamativo. O a que la primera vez saque más de un cinco. Eso sí que sería arte.
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