Ayer volví a ver a Martín. A decir verdad, no esperaba verle tan pronto y he de admitir que esperaba que siguiera con buenas noticias. Quería verle sonreír porque sabía lo que había sufrido y merecía estar contento. Es verdad que nada es para siempre, pero no se puede vivir de problema en problema. Lamentablemente, a Martín no le ocurre así. Quizás haya quién piense que él se los busca, en parte lo creo así, sin embargo, no creo que lo haga de mala fe. En realidad, pienso que por seguir sus principios se mete en este tipo de líos y que muchas veces "de bueno es tonto".
Me contó Martín hace un tiempo que había conocido a una chica. Me dijo que le parecía atractiva en todos los sentidos, pero que le volvía loco -- en el sentido literal-- por su carácter. "No es mala chica", mascullaba entre dientes tras un largo silencio. "Creo que está perdida" proseguía. En la mirada se le veía cansado y perdido y sus palabras así lo corroboraban. Admitía que la chica no actuaba de mala fe, pero que él se sentía "hutsaren hurrengoa" (el último mono) porque cada vez que quedaban, ella tenía que hacer otras cosas y no aparecía. "Entiendo que en la vida tenga prioridades y que la mayoría de las veces que no ha podido quedar haya sido por razones de peso, pero yo no me siento valorado", relataba amargamente. "Y si este es el principio, no me quiero imaginar cómo será después", remataba entre suspiros. Pobre Martín.
Según me contó, no sabía si debía cortar por lo sano o seguir probando. "En caliente no quiero saber nada, pero en frío me vuelvo un blando y le doy una nueva oportunidad", lamentaba. "No quiero seguir sufriendo, no merece la pena", suspiraba. Sin embargo, señalaba que estaba seguro de que ella estaba interesada en él, ya que muchas veces le proponía alternativas que él desechaba, pero le molestaba quedarse excluido. No quería tampoco hacerla creer que era la persona más especial de la tierra, pero sí que merecía el mismo respeto que todos los demás.
Me confesó también que quería seguir el consejo de una amiga, Candelaria, que le pidió que fuera honesto consigo mismo y que ello marcara el límite. Martín quería hacerlo, pero su empatía le decía que la chica no quería hacerle daño; sino que ella era así y las circunstancias crueles. Martín sabía que estaba en una encrucijada, que si seguía con ella iba a sufrir más, pero no se veía con la suficiente fuerza como para mandarle a paseo y tenía la esperanza de que las cosas pudieran ir bien. Así, me comentó "difícil es la vida del hombre que se rige por sus principios. A veces preferiría no pensar; sino sentir y actuar. Por desgracia, yo soy de los que les dan vueltas a la cabeza y por eso sufro, no sé si más que los demás, pero sí más de que lo debería. Tengo que desconectar". Así se fue, cabizbajo, cavilando sobre su futuro.
¿Qué puedo decirte Martín? Sé que quieres conocer el amor para resolver tu contradicción principal y sentirte seguro, pero no puedes hacerlo a cualquier precio. La vida nos pone obstáculos y hay que superarlos, a ti te ha tocado esta chica que te atrae. Solo te pido que recuerdes a Ulises y las sirenas. Luego tú decidirás y todos estaremos contigo. Ojalá te vaya bien amigo, creo que te lo mereces después del año que has pasado. Espero que, por fin, puedas redondear un año y dar salida a un futuro más estable y feliz.