martes, 29 de septiembre de 2009

Porno a las seis de la tarde

Llevo un tiempo sin escribir en el blog. Es mi culpa, bueno también la de internet que no funciona. Es tortuoso entrar en una página y que tarde en cargar “la de Dios”, para que al final la conexión se “acabe” y quedes igual que antes. Aun así, le he dado vueltas a la cabeza como de costumbre y se me ha ocurrido hablar sobre la televisión y su programación.

En esta entrada no es que vaya a aportar nada nuevo, pero si quería hacer una petición: que pongan porno a las seis de la tarde, de manera que toda la chavalería que se queda hasta la una para ver un par de pechos y lujuria no tengan problemas de insomnio. Parece una tontería, pero mucha gente trasnocha para ver este tipo de películas, más de lo que pensamos, y al día siguiente no puede ni con el alma al escuchar el despertador. Quizá sea una de las razones del bajo rendimiento de los alumnos, ya que pierden los hábitos de sueño y no recuperan por la noche lo que gastan por el día.

Muchos dirán que soy un salido, yo les diré que no veo la televisión, por lo que a mí que pongan películas porno o al último que se ha “tirado” a Ana Obregón me da igual. Aunque, si tuviera que elegir, preferiría la primera, ya que por lo menos dice cosas más inteligentes que el segundo. Además, ambos cuentan básicamente lo mismo, sólo que una lo hace gráficamente, mientras que el otro lo hace de forma indirecta. También hay que tener en cuenta que la primera suele estar de mucho mejor ver, a pesar de que deje poco a la imaginación. Todo no se puede.

Y es que el porno está mal visto en nuestra sociedad, mientras que cosas que aboyan más la mente, como el corazón o los bodrios sentimentalistas, están simplemente vistos. Porque claro, aquí nadie ve “Gran Hermano”, aunque luego todos conozcan a los concursantes. Tampoco nadie conoce a Belén Esteban, pero todos saben que el Defensor del Pueblo andaluz la va a denunciar. Por eso, y por mucho más, pido que en lugar de esta basura pongan porno. Así los niños aprenderán lo que hacen los mayores y quizá nos dé por hacerlo más, con lo que quemaríamos mucha mala leche y estrés y seríamos más felices. Piénsenlo.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Amores perros

-Hable ahora o calle para siempre.

-Hablo y hablaré por siempre. ¿El amor? ¿Qué es el amor? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Muchos han intentado explicarlo con teorías inverosímiles y volátiles. Otros, quizás con más acierto, lo han intentado a través de las metáforas, de la poesía. Fútil. El amor... ¿Para qué? ¿Quién lo sabe? ¿Qué más da? ¿Quién quiere conocer el amor cuando ya lo ha conocido? ¿Quién quiere un segundo bocado? ¿Quién se va a ilusionar con la segunda vuelta de un partido perdido? Esta boda es inaudita. Paradójico que un cura case a dos personas y dé lecciones de algo que tiene prohibido por naturaleza; el amor. Aman a Dios, bien es cierto, pero no tienen derecho a amar, a enamorarse más concretamente, del prójimo o la “prójima”. Cosas de política.

Pero yo repito, ¿por qué? ¿Por qué casar a quien no se quiere? ¿Acaso un sermón va a encender el amor que años de pasión incontrolada no ha avivado? Las palabras se las lleva el viento y el viento hace que esas palabras desaparezcan en el fulgor de los tiempos. Sin pasión, esas ideas pierden fuelle y acaban siendo un doloroso suspiro. Ni el mejor cursillo de matrimonio habido y por haber, ni el mejor cura, el más influyente, puede crear un sentimiento tan profundo como el amor. Un sentimiento que quizá sea fugaz, pasajero o, incluso, únicamente ilusorio, virtual. Como salir hacia dentro.

Por eso, exijo, ¡paren esta boda! Ellos no se quieren, yo tampoco la quiero, nadie lo hace aquí. Usted y usted, ¿por qué decidieron casarse? ¿Para traer críos al mundo? ¿Se quieren o únicamente les une la amistad y el amor a su prole? ¿Nos casamos por qué nos queremos o por qué queremos querernos en un futuro, gracias a creaciones posteriores? Yo me pregunto sin respuesta si morir solo es síntoma de derrota o de victoria. Quizás la respuesta no exista o quizá esté en el día del juicio final. Pero la clave es saber si podré aguantar el camino en solitario.

Si supiéramos las respuesta no haría falta preguntarse. Pero como no las sabemos, erramos hasta acertar, aunque nunca lo hagamos. Nos creemos seguros de respuestas que desconocemos y jugamos sobre el futuro como si de un tablero se tratase. Usted cáseles Señor Cura, pero que no caiga el peso del fracaso sobre mí ni los míos. Nosotros les avisamos; “está usted cometiendo un error” le dijimos. Esa mujer no merece a ese hombre, esa mujer se ha cepillado a mi hermano para casarse con mi mejor amigo. Así se escribe la Historia y así se la transmitimos. Hasta que la muerte los separe, amén.

-¡¡¡Amén!!!

sábado, 12 de septiembre de 2009

Deshacer el espejismo

La desmitificación es dura, porque es fruto del conocimiento y como la mayoría de los frutos del saber es de digestión dura. Es amarga, ya que la mayoría de mitos provienen de lagunas o, mejor dicho, de oasis; espejismos. Uno conoce los rasgos que hacen a alguien importante, digno, admirable. Pero desconoce sus defectos y, sobre todo, no ve que es una persona normal. Por eso, muchas veces ocurre que tenemos mitos, porque buscamos en los demás lo que no tenemos o no sabemos que tenemos. Es lo que tiene ser diferentes pero iguales, creamos espejismos y envidias, que luego toca deshacer. Y duele.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Como chimbo entre maketos

“La Iglesia (de San Vicente de Abando) está allí, donde la asentaron; pero salvo la casa del gran Sabin y los venerables plátanos de los jardincillos, todo a su alrededor ha cambiado” Diego Mazas, prólogo de El Bilbao del Maestro Valle de Alfredo de Echave.

Estoy leyendo un ensayo de Jon Juaristi sobre el dialecto de Bilbao y el nacionalismo vasco en el que he encontrado esta cita que describe a la perfección mi presente en San Sebastián. Aun no siendo autóctono, ni considerándome, me siento extraño entre tanto desconocido. Es paradójico. Pero la vida está llena de contradicciones que la hacen más flexible e imprevisible. Radica en esta elasticidad uno de sus atractivos. La rigidez hace que las cosas sean aburridas. La monotonía es repetitiva. Y necesitamos aire fresco para respirar, ya sean los pulmones o el propio alma. Sin esa frescura decaemos hasta la profunda nada del aburrimiento eterno y morimos en vida. Somos así.

En estos días de soledad, buena compañera, pero jamás eterna, he comprendido cómo se sintieron aquellos que vieron el gran cambio que sufrió Vizcaya. He sentido cómo era un extraño en mi hábitat, de qué manera ha cambiado la morfología habitual de la residencia y, en definitiva, de que el tiempo pasa inexorablemente. Es el reloj de arena que marca nuestro fin, ya sea de una etapa o de todo el recorrido. No hay vuelta atrás.

En estos días, también, he reafirmado que la soledad es una buena compañera. Es imprescindible, pero jamás deber ser única. Bastante solos estamos en lo más profundo de nuestro alma como para que nuestra parte superficial quede abocada al aislamiento. Sería decaer, ya que el paso del tiempo se difuminaría en la monotonía y perderíamos al presente. Sin ritmo, sin nadie, no somos nadie. ¿Por qué estás realmente vivo si solamente lo sabes tú? ¿Acaso no son los demás los que nos hacen vivir?

Los poetas románticos no sé qué tenían en la cabeza. Quizás sintieron una soledad superficial, quizás se sintieron solos, pero hicieron publicidad de ello. Yo también lo hago, lo admito. Es atractiva la pose del solitario, pero sólo quién ha conocido la verdadera soledad es capaz de entender que la verdadera soledad no es paz, sino muerte y abandono. Tuvo que ser duro sentirse “chimbo entre maketo” como es duro estar solo en esta vida. Por suerte no es mi caso y espero que jamás lo sea, aunque lo más recóndito de mi alma busque a otro alma igual.

PD: Que nadie tome lo de maketo como una afrenta racial. Nada más lejos. Es simplemente la expresión que define bien mi estado. Por cierto, maketo es una palabra cántabra. Expresa como “coreano”, “pozano”, “belarrimotx” (orejas cortas) o “trenak ekarritakuak” (venidos en tren) ese desdén que tenemos los autóctonos por quienes vienen de afuera (actitud reprochable). En Bilbao pasó como en otros lugares y no fue patrimonio único de nacionalistas vascos. Lo que pasa es que como Sabino Arana socializó “maketo”, parece que somos los únicos racistas. Cuando ni lo somos, ni fuimos los únicos. Sino me creen lean a Unamuno o Indalecio Prieto.